Di Tella en los medios
Bastión Digital
1/10/14

Alerta, datos

Por Mariano Narodowski

Estamos asistiendo a la consagración del dato. El dato es la vedette, el centro, el núcleo duro, el metro patrón del debate educacional. Pero el dato a veces esconde triquiñuelas retóricas que no se pueden dejar pasar. No es que estén mal las estadísticas o los modelos econométricos. Pero justamente porque creo en la utilidad de un uso acertado de esas herramientas para el campo educacional, es que quiero brindar algunas alertas.
Hace unos días, en un curso de posgrado sobre educación dirigido a periodistas, presenté un artículo reciente cuya idea fuerza se resume así:

“El 50% de los adolescentes de 15 años no entiende lo que lee”

La autoría de la frase corresponde a un connotado opinador en temas educacionales y se basaba en los resultados de las pruebas internacionales PISA.

Una vez presentada la frase pregunté a los estudiantes qué pensaban sobre ella.  Todos respondían que estaban de acuerdo y uno de ellos arriesgó: “Es un dato y punto. No podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con un dato”.

Frente a repreguntas y observaciones, finalmente uno de los presentes concluyó: “La frase es inverosímil”. Y agregó: “Es imposible que la mitad de los adolescentes no entienda lo que lee o en todo caso habría que analizar qué es lo que se pretende que entienda. Si les damos a leer un texto de Foucault –argumentó- posiblemente no lo entiendan pero muchos otros textos sí seguro serán comprendidos por el 100%”

La magia se había ido. El encanto desapareció. El rey está desnudo: no hay dato, hay superficialidad técnica, masomenismo criollo, un show de poca monta. Las pruebas PISA no indican eso sino algo mucho más específico, acotado, preciso y –entiendo-mediáticamente poco interesante.  

Esta pequeña anécdota  delata  una nueva forma diletante de nuestro casi inexistente debate educacional: “el dato”.

Estamos asistiendo a la consagración del dato. El dato es  la vedette, el centro, el núcleo duro, el metro patrón del debate educacional. Pero la vedette a veces es, apenas, una vedetonga: una botinera  para la cual todo da lo mismo. Ahora que a todos se les ha dado por pedir “evidencias” cada vez que se hace una afirmación sobre educación “el dato” viene a enrostrar que lo que se dice tiene sustento científico, aval investigativo. Pero el dato a veces esconde triquiñuelas retóricas que no pueden dejarse pasar. Y mucho menos cuando se las pontifica desde una presunta calidad dada por la estadística o la economía. Convengamos también que la pulverización de los datos oficiales del INDEC ha habilitado la multiplicación legitimada de artificios estadísticos diversos.

Si hace 30 años la educación era cosa de psicólogos con sus inconscientes y sus estadíos de maduración, hace 15 años que es de los economistas con sus regresiones y sus modelos econométricos, todos ellos ahora amenazados, lamento informarles, por neurocientistas ávidos de ocupar su lugar. A todos ellos, los pedagogos que hace 300 años estudiamos a la educación escolar le damos una calurosa bienvenida.

No es que estén mal las estadísticas o los modelos econométricos. Yo mismo, de hecho, investigo y he publicado decenas de papers académicos usando esos instrumentos: he generado demostraciones, recurriendo a modelos estadísticos o econométricos. Pero justamente porque creo en la utilidad de un uso acertado de esas herramientas para el campo educacional, es que quiero brindar tres alertas breves y no solicitadas: 

Alerta de sobre-simplificación. Como en la frase citada, suele no consignarse contextos, no precisarse variables, no usar teoría seria, lo que lleva, como en ese caso, a la era de la inverosimilitud. El drama es que frases terminantes conteniendo datos cierran bien con cierto sentido común mediático: si no son ciertas merecerían serlo por su perfección estética y por su performatividad argumentativa. Tal es así que si googleamos esa frase podremos ver que la misma situación se repite en todos los países latinoamericanos evaluados en PISA, todos unidos por la frase del 50% de analfabetos funcionales, oh la casualidad estadística.

Sobre-simplificación también es recurrir a ejemplos que se puedan aplicar mecánicamente, como quien se come un chori en la estación mientras espera el tren. Si a Finlandia le va bien en las pruebas PISA, probemos con hacer las cosas como en Finlandia. Qué Finlandia tenga el 20% de los habitantes de Argentina, que no haya pobres, que el sistema impositivo, de tenencia de la tierra o de herencia sea el inverso que en donde se quiera aplicar son detallecitos menores. No digo que no haya que aprender de Finlandia: pero copiar su educación como si las otras variables operasen igual que en la Argentina, paga en la TV y en algún titular, pero poco aporta a un debate serio  

Alerta de obviedad. Muchas de las “nuevas” conclusiones amparadas en datos estadísticos son sabidas desde hace décadas, cuando las bases de datos no estaban on line. Ahora que no hay que ir a fotocopiar una por una y que se las bajan desde su casa, “descubren” los “datos”. Por ejemplo, hace unas semanas los medios dieron amplia difusión a que un porcentaje muy bajo de estudiantes universitarios culmina con éxito sus estudios. Desde los años 80 esto es largamente conocido en el campo intelectual de la educación argentina, fue publicado en artículos, libros, en castellano, en inglés, en tesis, investigaciones, etc. y hasta fue argumento de funcionarios políticos que pretendían arancelar la universidad pública. Pero también fue título de decenas de notas periodísticas. Googleen y verán. Y ante un debate infecundo, la obviedad se consagra mediáticamente como novedad y el debate retrocede varios casilleros.

No soy corporativo y creo que cualquiera puede opinar de cualquier tema. Y que en algunas de esas opiniones novatas e inexpertas suele haber mucha intuición potente e inteligente que abre puertas al pensamiento. Pero coincido con Malcolm Gladwell en la regla de las 10.000 hs, la cantidad mínima de tiempo  de estudio y práctica que se precisa para construir talento. Incluso sobre la educación, de la que todos sabemos todo.

Es verdad que el esfuerzo se reemplaza con frases diletantes, con “datos” que terminan siendo inverosímiles, con el copiado y pegado de las planillas Excel que se puedan conseguir. Pero no todo da lo mismo.

Exijámonos la responsabilidad que le pedimos a los docentes y a los alumnos. Con apenas un 49.9% alcanza para aportar seriedad al debate.

(*) Profesor de Educación de UTDT