Di Tella en los medios
La Gaceta de Tucumán
25/08/14

Un contexto político con incertidumbre y plagado de conflictos

Por Sergio Berenztein

Analísis

Muchos imaginaban, hasta hace un par de meses, una transición más o menos tranquila en este final del mandato. Sin embargo, estamos enfrentando una combinación de problemas complejos, tanto externos como internos, con los que tendremos que convivir por más de un año en el que, casi con seguridad, ninguno de ellos habrá de resolverse. Por el contrario, todo indica que podrían agravarse. El Gobierno nacional pareciera haber hecho de la necesidad, virtud: lejos de intentar resolver los principales problemas de la agenda ciudadana (inseguridad, inflación, desempleo, corrupción), ha preferido profundizarlos, ignorarlos, en algunos casos administrarlos, con la hipótesis de que políticamente puede ser más beneficioso. Para la Presidenta, obviamente no para el país. 

¿Decidió Cristina que el próximo Gobierno arregle con los holdouts, o, en efecto, volverá a negociar en enero cuando caduque la célebre cláusula RUFO? Esta pregunta es crítica y nadie puede contestarla en base a información seria e incontrastable. Hay indicios y versiones, y el propio Gobierno actúa de manera improvisada y contradictoria. Es muy probable que el Gobierno haya decidido “esperar y ver”, postergando una determinación clara al respecto, para evaluar el impacto que esta situación de default tiene tanto en términos de la economía interna como del poder político, y la popularidad que retendría la Presidenta. Predominan los pronósticos desalentadores, pero nadie puede estimar cómo evolucionará una economía plagada de desequilibrios y en manos de un ministro, Axel Kicillof, que suma tanto poder como enemigos dentro del Gabinete. 

¿Habrá otro salto devaluatorio, como el de enero pasado? ¿Implicará otra escalada inflacionaria? ¿Qué riesgos existen de una crisis de gobernabilidad? Las expectativas económicas se han deteriorado en el último año, a pesar de cierta recuperación reciente, como sugiere el Índice de Confianza del Consumidor que elabora el Centro de Investigaciones Financieras de la Universidad Torcuato Di Tella

Curiosamente, en este contexto tan angustiante y singular, Cristina viene manteniendo la iniciativa política a pesar de haber perdido las elecciones en 2013 y de carecer de un candidato competitivo para las presidenciales. ¿Es un fenómeno permanente o transitorio? Para un Gobierno que sólo mira el cortísimo plazo, que carece de visión estratégica, resulta tentador aprovechar la oportunidad de manejar la agenda política y mediática que brinda la crisis, incluyendo la posibilidad de incomodar a los opositores con discursos nacionalistas. 

Esto explica la forzada y artificial polarización que caracteriza el debate en torno a los holdouts (“patria o buitres”), una réplica post moderna y ornitológica del clásico “Braden o Perón”. Lo cierto es que si no hay una solución hasta 2016, nos encaminamos no sólo a una transición larga y compleja, con riesgos de inestabilidad económica y política y fuertes tensiones sociales y en materia de seguridad ciudadana. También, esto complicará el inicio del próximo Gobierno, que tendrá que reconstruir tanto la paz social como los vínculos con el sistema financiero internacional. ¿Es eso lo que prefiere la Presidenta? ¿Complicarle el panorama al próximo Presidente, aún corriendo el riesgo de complicárselo tanto o más a ella misma?

Margen de maniobra

Aunque cueste creerlo, el Gobierno tiene aún margen de maniobra como para, en cualquier momento, retomar la moderación y el pragmatismo que caracterizó su accionar entre agosto de 2013 y junio de 2014 (desde la derrota en las primarias y hasta que la Corte Suprema de los EEUU decidiera no revisar, y ratificar, el fallo del juez Thomas Griesa). Cristina puede revertir, cuando le plazca, la estrategia de radicalización e instrumentar un paquete de estabilización que facilite el final de este mandato y simplifique el legado a su sucesor. 

¿Perdería capital político y simbólico? O bien, al evitar una agudización de la crisis económica, ¿aumentaría su influencia más allá de 2015? Por ahora, ella parece creer que cuanto más se complique la crisis de la deuda, más poder político retendría. 

Sin embargo, resulta fundamental evaluar el creciente deterioro de la situación económica (alta inflación, caída de la actividad y del salario real, fuga de divisas, incremento de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, creciente desempleo). Sobre todo, por los múltiples problemas políticos que ya enfrenta el Gobierno. Por un lado, se está complicando la crisis fiscal, fundamentalmente en las provincias y municipios que no pueden recurrir a la emisión monetaria ni a nueva deuda, como consecuencia del default. Por eso, algunos gobernadores están pensando en las “cuasi monedas”, al menos para negociar con un Poder Ejecutivo muy aislado, casi autista, empeñado en ignorar sus reclamos.

Por otro lado, crecen la conflictividad sindical y el deterioro en los sectores más vulnerables. La duda es si habrá una ola de protestas (espontáneas, como las que caracterizaron los cacerolazos de septiembre y noviembre de 2012, y de abril de 2013). Cabe señalar que se viene observando en la Argentina, y en otros países de la región, una tendencia a la movilización de los sectores medios, motivados por la incapacidad del Estado en brindar bienes esenciales (seguridad, educación, transporte). 

Los reclamos

Las demandas populares parecen canalizarse de otro modo, ya que uno de los focos del gasto público y de otras políticas de ingreso tuvieron como objetivo esos sectores. En el caso argentino, la dinámica de alta inflación está afectando a los sectores populares y también a la heterogénea clase media. No obstante, el sector obrero experimenta dispersión: muchos están preocupados por el sostenimiento de las fuentes de trabajo, mientras otros (en el sector público) pujan por un mejor salario. Como resultado de ambos procesos, la crisis fiscal y del empleo, cruje y se agrieta la coalición de gobierno, sometida a un constante proceso de deterioro, fragmentación y fuga de liderazgo, hacia opciones más competitivas. Esto se profundizó en las últimas semanas, con casos como el de Alberto Weretilneck, gobernador de Río Negro, y Gustavo Bevilacqua, intendente de Bahía Blanca, que se pasaron al Frente Renovador. 

También, se viene alejando del oficialismo, lenta pero inexorablemente, el candidato más votado en las últimas elecciones, Martín Insaurralde. Es el principal candidato a gobernador en la Provincia de Buenos Aires, que también coquetea con Sergio Massa. 

Por su parte, Carolina Scocco, ex rectora de la Universidad Nacional de Córdoba, abandonó su banca de diputada para regresar a la vida académica. Este ciclo está agotándose, y se corre el riesgo, de persistir esta radicalización, que el ritmo de deterioro pueda acelerarse.

A pesar de todo, es cierto que Cristina retiene, por ahora, el centro del ring y capacidad de disciplinamiento y disuasión. En este sentido, un test central será el derrotero que pueda tener el nuevo proyecto de Ley de Hidrocarburos, auspiciada por el Poder Ejecutivo nacional, pero que cuenta con el total rechazo de las provincias petroleras. Eso ha causado una tensión adicional dentro de las filas del kirchnerismo y sus aliados, pues involucra a Mendoza, Neuquén, Chubut y Tierra del Fuego, que han sido fieles aliadas. Hay expectativa para ver cómo votarán los diputados y senadores de esos distritos en las próximas sesiones.

En este contexto, muchos se preguntan por qué la oposición no logra capitalizar los errores del Gobierno. Más aún, tampoco puede coordinar sus estrategias en el Congreso, por ejemplo en el caso de las leyes de abastecimiento y de cambio de jurisdicción para el pago de la deuda. En general, se nota pereza para involucrarse en el debate de la coyuntura, e incomodidad para abordar la agenda que impone el Gobierno.

Fragilidad

La respuesta puede parecer simplista, casi banal, pero pone de manifiesto la notable fragilidad del entorno político argentino: los potenciales candidatos presidenciales, sobre todo los que tienen mayores chances de ganar en 2015, necesitan focalizar sus energías en sus campañas. Y como los partidos que brillan son sellos de goma, cáscaras vacías y sin estructura, se trata de esfuerzos individuales. Esto implica viajes constantes para extender la red de apoyos; apariciones mediáticas para no perder instalación; esfuerzos para conseguir fondos. Muchos candidatos tienen, además, responsabilidades de gestión, y sus resultados son observados por la opinión pública. 

El avance del calendario reducirá el número de competidores: a todos les espera un áspero y “darwiniano” proceso de “selección natural”, mucho antes de las PASO que se realizarán en agosto de 2015. Sólo quedarán los más fuertes, los que logren sobrevivir en este entorno volátil e incierto. Será una campaña larga, cara y muy dura. Las tendencias actuales poco sirven para imaginar la dinámica de un proceso político en el que abundarán los sobresaltos.