Di Tella en los medios
Diario El Día
25/08/14

Las expectativas, el empleo y el default

El dato se conoció el viernes y sacudió la credulidad de la mayoría de los periodistas; por sexto mes consecutivo creció la confianza de los consumidores según la última encuesta de la Torcuato Di Tella; aumentó un 2,7% respecto de julio. El estudio de campo se hizo entre el 4 y el 13 de agosto, en pleno default y cuando ya se sabía que la Argentina no había arreglado con los fondos buitre. Hay dos explicaciones posibles de este fenómeno. La primera de ellas tiene que ver con el efecto psicológico de sobrerreacción a las noticias que hizo que en febrero, luego de la brusca devaluación, la confianza de los consumidores en la economía se desplomara un 23,4% en la caída más espectacular del indicador desde que se computa el índice, en julio de 1998, incluso mayor a la caída experimentada en diciembre del 2001 y enero del 2002, cuando la Argentina se debatía en los límites de la institucionalidad.

SENSACIÓN TÉRMICA
 

Como el dólar funciona en la mente de los argentinos como un termómetro que refleja la “sensación térmica” del estado de la economía, cuando se disparó al cotización en enero y la divisa pasó de 6 a 8 pesos, la gente pensó que venía lo peor; una hecatombe como el Rodrigazo, la hiperinflación o el colapso del 2001.

Lógico: el argentino promedio desarrolló una especie de condicionamiento, como aquel perro de Pavlov al que le hacían sonar una campana cada vez que lo alimentaban, de suerte tal que al fin de tantas veces de asociar las dos cosas, cuando sonaba la campana comenzaba a salivar independientemente de si la comida aparecía o no. Las crisis en nuestro país vinieron sistemáticamente acompañadas de problemas con el dólar, de fuertes devaluaciones del peso.

Entonces cuando Fabregas decidió que el dólar no se sostenía más y Capitanich dijo que dejarían que la oferta y la demanda fijaran el precio, las expectativas sobre reaccionaron.

NO HUBO EXPLOSIÓN 

A la postre, si bien asistimos a un brote inflacionario y la actividad económica sintió el impacto, lo cierto es que no se produjo ninguna explosión que pusiera la economía patas para arriba, entonces en los meses siguientes los agentes fueron corrigiendo lentamente el exceso inicial de pesimismo. Abona esta conjetura el hecho de que aunque la confianza viene en ascenso, aún se encuentra 12% por debajo del nivel que tenía un año atrás.

La segunda hipótesis que da cuenta de la mejora observada en la confianza de los consumidores tiene que ver con que muchos argentinos realmente creen que el Gobierno hizo lo correcto al entrar en default y que está librando una batalla heroica contra los fondos buitre.

Ello explica por qué para algunos analistas, como Hugo Haime, por ejemplo, la imagen de la Presidenta creció diez puntos desde que comenzó el conflicto con los bonistas.

Esto incluso podría facilitar la comprensión de por qué el Gobierno tomó la decisión de no cumplir con la sentencia judicial y poner en marcha un mecanismo tendiente a cambiar la jurisdicción de los bonos y el banco que hace los pagos. Si el conflicto paga, ¿qué sentido tiene resolverlo?

IMAGEN Y CONFIANZA

La correlación entre la imagen del Gobierno y la confianza de los consumidores ha sido siempre muy alta. El análisis econométrico de las dos series muestra que el 60% de los cambios en la imagen de la Presidenta pueden ser explicados por cambios en la confianza de los consumidores. Hasta ahora los economistas siempre creímos que el bolsillo condicionaba el apoyo político, pero lo que ha sucedido en los últimos meses, podría estar indicando que el camino es de doble vía y que la mejora en la imagen impacta positivamente en la economía y viceversa cuando la popularidad política se ve erosionada.

La incógnita es qué sucederá cuando la efusividad del enfrentamiento patriótico ceda y baje la espuma nacionalista.
 Esta semana, por ejemplo, se conocieron los datos de empleo del INDEC y la cantidad de argentinos que trabajan cayó un 3,9% . Un resultado similar se obtiene mirando los datos tributarios. La diferencia entre la evolución de la recaudación de aportes de la seguridad social (27%) y el crecimiento del índice de salarios (30%) también sugiere una caída del empleo del 3%. El propio Banco Central confirmó que hay problemas en el empleo cuando informó que hay 311.000 cuentas sueldo menos que en diciembre pasado.

El empleo es una variable particularmente delicada en sí misma, pero sobre todo por su impacto en las expectativas, dado el fuerte efecto contagio que puede generarse cuando, más allá de los números fríos, comenzamos a escuchar historias de gente conocida, o incluso amigos y familiares, que han perdido el empleo o tienen enormes dificultades para conseguir uno.

En la memoria episódica de los argentinos hay muchas crisis. La del Rodrigazo y la Hiper del 89/90 coinciden en la explosión de los precios y en el desenfreno del dólar, pero en ninguno de esos casos el empleo fue un problema tan grave. El fin de la convertibilidad, en cambio, vino de la mano de un desempleo rampante y por eso se la recuerda con particular aversión.

Lo que suceda con las expectativas en los próximos meses será crucial, porque esa variable tiene el poder de producir profecías autocumplidas. 

El efecto rebote, luego de la sobre reacción negativa de febrero, probablemente ya llegó a su fin. La batalla final es entre la construcción de la épica nacionalista en el imaginario popular y la certera y cruda realidad del mercado laboral.

Por Martín Tetaz