Di Tella en los medios
La Gaceta Digital
11/08/14

Por qué no pagarles a los fondos buitre

Por Juan Pablo Nicolini

La torpeza con la que el Gobierno argentino manejó el conflicto con los holdouts es gigante. La lista de errores es larguísima, y esta no es una posición que parte de suponer qué es lo que el gobierno hizo, o debería haber hecho, sino cómo lo hizo.

Si un gobierno decide participar del mercado internacional de capitales debe entenderlo. Y el nuestro ha demostrado que no lo entiende. Elegir participar, o no, es una cuestión estratégica que se puede discutir. Mi abuelo nunca pidió plata prestada. Decidió vivir siempre con lo suyo. Y vivió feliz.

Si un país busca crédito de un banco, es mejor no entrar insultando al gerente, no pintar con aerosol el frente del banco con la leyenda "los banqueros son todos cola de perro", y conviene lavarse los dientes antes de ir (esto último no es requisito). Si te gusta agarrar la pelota con la mano, no jugués al fútbol. O andá al arco.

En mi cultura, las deudas se pagan. Pero el mundo no funciona así, lo tengo claro. Y la historia Argentina ha mostrado que este no es el punto de vista de la mayoría (por lo menos de la mayoría que nos representan y que votamos con entusiasmo). El bochornoso festejo en el Congreso, a fines de 2001, sirve como ejemplo palpable. Una reestructuración de la deuda era inevitable, particularmente si se tiene en cuenta que en un momento muy difícil, y luego de que la sociedad argentina hiciera un esfuerzo considerable, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le negó un crédito al país, bajo la insostenible excusa de que jugaba estratégicamente para no pagar. Unos años después, alegremente, el FMI apoyó un crédito -junto al resto de Europa- 20 veces más grande para Grecia. Pero una cosa es reestructurar la deuda con la sensación de que a uno le salieron las cosas mal y otra es aplaudir de pie.

Costo-beneficio

Participar o no del mercado de capitales es, a priori, una decisión conveniente. De la misma manera que, para la mayoría de las personas, participar del sistema bancario también lo es. En ciertas circunstancias, si la deuda acumulada es alta, relativa a la capacidad de pago del endeudado, puede ser técnicamente conveniente renegociarla, aún a costa de perder privilegios futuros de ese mismo sistema bancario. Para las personas o para las empresas, se llama bancarrota y existen instancias legales que establecen los procedimientos.

Como no hay cortes internacionales con el mismo poder que las cortes nacionales, las cosas son más complicadas cuando se trata de deudas de gobiernos. Y la historia del mundo está repleta de defaults de gobiernos nacionales. La literatura económica contiene muchos ejemplos de teorías sobre default de bonos soberanos. En la mayoría de esos modelos, la decisión de hacer default, o no, es el resultado -como en casi toda la teoría económica- de un análisis de costo-beneficio.

Dadas estas consideraciones, pregunto: ¿conviene pagarles a los holdouts? No estoy seguro. La Argentina hizo un esfuerzo para reestructurar la deuda en 2005, que luego reabrió, y más del 90% acepto ese acuerdo. Los que no, fueron a la Justicia y obtuvieron un fallo favorable. Entonces, ¿cuál es el costo de no pagar? Es una cuestión legal, y tiene que ver con las implicancias económicas del fallo. ¿Qué se puede ejecutar? No lo sé, pero no escuché ningún argumento que me haya convencido de que hay un costo potencialmente alto.

Por otro lado, hay preocupación en muchos participantes de esos mercados (incluido el propio Departamento del Tesoro) respecto del efecto potencial de este fallo sobre futuras reestructuraciones. ¿Se pude usar de manera inteligente para obtener mejores condiciones? Es posible. Lo que sí quiero discutir son los potenciales beneficios que algunos imaginan. 

El primero es el efecto sobre el acceso al mercado de capitales. Siempre hay una tasa de interés a la cual el Gobierno argentino puede pedir prestado. Si no pagamos a los holdouts, esa tasa será gigantesca. Si pagamos, será solamente enorme. A tasas enormes, no vale la pena pedir prestado. El segundo punto es que necesitamos inversiones para Vaca Muerta. De nuevo, siempre habrá un acuerdo al cual empresas privadas estarán dispuestas a invertir. Hoy habría que otorgar derechos futuros (siempre expropiables, claro) y extraordinarios. El verdadero motivo por el que voto no pagar, es porque somos un país (por lo que de manera abrumadoramente mayoritaria muestran nuestros representantes) que considera que pagar las deudas no es legítimo. Y elijo vivir en el país que tengo, no en el que me gustaría tener.

Voto por no pagar, porque no quiero que mi Gobierno, en las próximas décadas, pueda pedir prestado. No quiero deudas al 10% ni al 8%, no mucho menos al 14% (tasas que gobiernos provinciales aceptaron durante la década de los 90) y que son muy difíciles pagar. Son tasas de tarjeta de crédito, el peor crédito que existe. Con la gracia de la experiencia, reniego del Plan Brady. Ojalá no lo hubiéramos aceptado nunca. Me imagino la Argentina que tendríamos hoy, si desde 1970 a la fecha, no hubiéramos podido pedir prestado. Ojalá hubiéramos hecho como mi abuelo.

(*) Economista, Universidad Torcuato Di Tella 
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