Di Tella en los medios
iProfesional
29/07/14

A todo o nada: Cristina ahora acelera hacia el default con la esperanza de que Griesa afloje

La estrategia negociadora del Gobierno es vista por analistas como una sobreactuación de la intransigencia, que apunta a asustar a la contraparte con un caos financiero. A corto plazo, le puede dar rédito político a la Presidenta, si bien entraña un alto riesgo. ¿Qué es el “juego de la gallina”?

Cristina lo hizo de nuevo: con su inagotable habilidad para manejar el discurso, transformó la debilidad en virtud, recuperó la iniciativa política y hasta logró poner a toda la oposición en una situación incómoda.

Hoy las encuestas marcan una amplia mayoría de la opinión pública a favor de la postura intransigente de la Presidenta contra los "fondos buitres": un 47% respalda la dureza, contra un 25% que quiere negociar, según datos de Poliarquía.
Mientras que en las paredes de las ciudades aparecen carteles que exhiben la consigna "Patria o Buitres", el panorama político parece haber dado un giro de 180 grados. 

El tema Boudou bajó varios escalones en el ranking, la inflación pasó a un segundo plano y hasta se habla poco de la suba del dólar blue. Y, en este contexto, los dirigentes opositores se cuidan de criticar con exceso a los funcionarios argentinos: saben que cualquier frase puede ser acusada de reflejar una postura "pro buitre" o "de cipayo".

"La oposición está haciendo como furgón de cola de este problema. En contraste, el kirchnerismo siempre está en el centro de la comunicación, siempre es un gran emisor. No abandona el centro del ring", describe Ricardo Rouvier, encuestador y experto en opinión pública.

La pelea legal con los "buitres" le ha dado oxígeno a un Gobierno que hasta hace pocas semanas parecía agobiado por la recesión y las denuncias de corrupción.
Lo cual se hace evidente en cómo los medios oficialistas han encontrado una nueva temática: marcar los titubeos y contradicciones de la oposición frente a este tema.

Como, por ejemplo, lo descolocado que quedó Sergio Massa cuando uno de sus máximos referentes económicos, el ex ministro Roberto Lavagna, afirmó que un default sería preferible a un acuerdo que disparara la temida cláusula RUFO.

"Al Gobierno le sirve para recuperar sustento y la Presidenta obtiene rédito político. Esto obliga a los candidatos opositores a definirse. Hay quienes dicen que hay que pagar y están los que no quieren dejarle la bandera de ‘lo nacional' al Gobierno", observó el politólogo Enrique Zuleta Puceiro en la prensa oficialista.

La situación hace acordar a lo que ocurría hace dos años luego del anuncio de expropiación de YPF a la petrolera española Repsol. El apoyo popular a la medida de la Presidenta alcanzó un 85% y el manejo de la comunicación fue tan hábil que pocos políticos opositores se animaron a expresar una crítica.

Hasta quienes inicialmente habían dicho que votarían en contra de la nacionalización, terminaron absteniéndose cuando se trató el tema en el Congreso.

Una apuesta a la victoria en el alargue

Ese aprovechamiento de las crisis para generar hechos políticos con tintes de épica es, a esta altura, un clásico del estilo de gobierno de Cristina Kirchner.

Su frase de la semana pasada sintetiza a la perfección esa estrategia: "A mí lo que más me preocupa no es la responsabilidad penal, sino la responsabilidad ante la historia, ante los ojos de mis hijos, mis nietos y los millones de argentinos que no me verán aceptar algo bajo la amenaza de que el mundo se va a acabar". 

Sin embargo, lo que perciben los analistas es que, por más que la jefa de Estado "amague" con querer caer en default técnico, en realidad nadie quiere esa opción.

Y, más bien, la sensación es que el Gobierno sobreactúa su dureza con la esperanza de que, en el último minuto, el juez Thomas Griesa y los fondos buitre accedan a darle más tiempo a la Argentina.

Si esto fuera lo que finalmente ocurriera, entonces la victoria política para Cristina Kirchner sería importante: tendría todo el beneficio de haber sostenido un discurso nacionalista, pero sin tener que pagar realmente el costo de haberse enfrentado al sistema financiero internacional.

¿Podrá lograr su estrategia de ganar la carrera en el último minuto? Algunos creen que sí.

Al menos, quienes analizan el mercado de capitales argumentan que el hecho de que los bonos y acciones no se hayan desplomado es un indicador de que, en el fondo, los inversores creen que la sangre no llegará al río, porque nadie quiere que la Argentina caiga en su octava cesación de pagos.

Incluso, opiniones de peso, como la de Lavagna, apuntan en esta dirección: "Me juego por la reinstalación de la cautelar y espero que sea el mecanismo que ayude a salir de la encrucijada". 

Claro que para que esto sea posible, el Gobierno debe ser muy convincente en su postura de no negociar. De lo contrario, el juez no vería motivos para reinstalar dicha medida que suspende su fallo y que le permite a la Argentina pagarle el 30 de julio a los acreedores "buenos" que habían entrado al canje del 2005.

En otras palabras, para Cristina se plantea una opción maximalista, donde puede ganar mucho en el terreno político o arriesgarse a una crisis económica.
Y está convencida de que, para triunfar, debe mostrarse más dura que Griesa.

Los analistas políticos han asimilado esta estrategia con una situación comparable a la Teoría de los Juegos. Se trata del "Juego de la Gallina", popularizado en varias historias de cine.

En estas escenas, dos automovilistas conducen a toda velocidad hacia el mismo punto, en sentidos opuestos. Si ninguno de los dos frena o se desvía, habrá un choque de frente. El juego consiste en mantener los nervios de forma tal que sea el otro quien se asuste y se aparte del camino.

Gana quien no se desvía -es decir, el más inconsciente o el más valiente, según cómo se mire- mientras que quien muestra más instinto de supervivencia es tildado de portarse como "una gallina".
Pero, sobre todo, triunfa quien logra convencer al otro de que es el que está más loco o el que menos se preocupa por las consecuencias de una colisión de frente y a toda velocidad.

Andrés Neumeyer, sociólogo de la Torcuato Di Tella, planteó que la actitud de la Presidenta y el juez Griesa aplican para este juego: ambos sobreactúan su intransigencia, en un intento de forzar al otro a que dé el brazo a torcer.

"La Argentina parece estar tratando de convencer al mundo de que no va a pagar, esperando que los demandantes le pidan al juez que aplace la sentencia", apunta el experto. Y se pregunta hasta qué punto vale la pena exponerse al costo de un default.

El riesgo del "juego de la gallina"

En los últimos días, el "juego de la gallina" ha estado bajo la lupa de los analistas. Y, posiblemente, el caso argentino pueda ser material de estudio para los futuros estudiantes de ciencias políticas.

Por lo pronto, las posibilidades de éxito de la postura argentina no parecen tan bajas. Como apunta Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas: "Los funcionarios pueden no ser creíbles como expertos en finanzas o en asuntos jurídicos, pero sí suelen serlo cuando se trata de jugar con fuego".

Es en este contexto en el que se entienden los pasos del Gobierno en las últimas horas. Como la mayor radicalización en el discurso "anti-buitre" o las declaraciones en las cuales se minimizan los eventuales efectos de un default sobre la economía argentina.

También, la búsqueda de apoyos internacionales a la postura del Gobierno, incluyendo las publicitadas notas de diarios estadounidenses en las que se critica a Griesa.

Además, el hecho de que Cristina haya preferido que su ministro de Economía, Axel Kicillof, la acompañara a Venezuela para la cumbre del Mercosur -en vez de viajar a Nueva York para seguir las negociaciones de la deuda- da la pauta de cuál es la prioridad en este momento. 

Para el Gobierno, el verdadero partido se juega en la cancha de los discursos y en los medios de comunicación, antes que en las aburridas oficinas de los abogados neoyorquinos.

Diego Dillenberger, experto en comunicación política, destaca que el Ejecutivo ha priorizado "las declaraciones solidarias de organismos internacionales, que no tienen el más mínimo peso en los mercados financieros, pero dan bien en los entretiempos de propaganda de Fútbol para Todos".

Dillenberger se encuentra entre los escépticos sobre cuánto rédito político pueda dar esta postura basada en un nuevo relato épico: "La gente no quiere más discursos, busca soluciones. Además, hay que computar que el saldo de credibilidad de cada ‘estrategia malvinizadora' es menor".

En cambio, Novaro observa que hay una posibilidad de que, aun cuando en el "juego de la gallina", el juez Griesa se mantenga firme y, por consiguiente, la Argentina caiga en default, igualmente el Gobierno pueda mantener una ganancia política.

"Podría atribuir al default, y por extensión a las presiones de los especuladores y las del imperialismo, los problemas económicos actuales y los que se vayan a producir en adelante. Podrá argumentar que gracias a ello se evitó una avalancha de otras demandas que hubieran sido mucho más costosas", agrega el politólogo.

Pisando el acelerador

No obstante, no será tan fácil esta jugada. Porque la habilidad comunicacional del kirchnerismo, que nadie niega, también tiene sus límites. 

A fin de cuentas, la euforia nacionalista que despertó la nacionalización de YPF -apoyada por el 85% de la población- no pudo evitar el desastre electoral del kirchnerismo en las legislativas del año siguiente, cuando el país sentía el embate de la inflación y la escasez de dólares.

Ahora, el desafío del Ejecutivo, si las cosas salen mal, será lidiar con una profundización de la recesión económica...y tal vez con algo peor.

Como advirtió en las últimas horas Guillermo Nielsen, el principal negociador del canje de la deuda en 2005, el fantasma de la cláusula RUFO agitado por el Gobierno ha subestimado otro peligro acaso más grande: que los bonistas que mañana no logren hacerse del dinero gatillen la "aceleración" de sus cobros.

"Por ejemplo, los bonos Par que están diseñados para extinguirse en diciembre de 2038, después de amortizar el capital en 20 pagos semestrales -comenzando el 30 de septiembre de 2029- se harían exigibles en forma inmediata", indica Nielsen.

Y, al contrario de sus colegas, le asigna mayores probabilidades de ocurrencia a esta situación que a los reclamos multitudinarios de la cláusula RUFO.
"Enfrentados a la disyuntiva entre el riesgo de gatillar la RUFO o gatillar la aceleración de la deuda reestructurada, es evidente que las autoridades argentinas eligieron el segundo camino, que para los tenedores de bonos es, paradójicamente, el más directo y menos judicializable: no hay que ir a los tribunales, se resuelve directamente con gestiones ante el fiduciario de los tenedores de bonos, el Bank of New York", apunta Nielsen.

En definitiva, la apuesta de Cristina tiene un premio importante pero acaso con un riesgo demasiado grande.

Mientras la cuenta regresiva sigue su inexorable tic tac, la Presidenta confía en su instinto político y pisa el acelerador a fondo.

Este martes, en Venezuela, dará otro discurso encendido en contra del establishment financiero, mientras íntimamente ruega para que los representantes de ese sistema actúen de forma racional y eviten el choque de frente.

Y mientras tanto, por cierto, la presidencia del país la ocupa Amado Boudou.
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