Di Tella en los medios
Debate
10/07/14

La sombra de la Gran Guerra

A un siglo del conflicto que marcó un antes y un después en la historia, el investigador Andrés Reggiani examina algunas de las huellas de la Primera Guerra Mundial en un escenario global de permanentes mutaciones

¿Qué nos dice 1914 cien años después? ¿Qué enseñanzas ha dejado la guerra que, supuestamente, debía evitar todas las futuras contiendas? Conflictos territoriales, rivalidades económicas, carrera armamentística parecen ser sólo algunos de los ecos contemporáneos que resuenan del conflicto que albergó las batallas más sangrientas de la historia.

A fin de examinar estos interrogantes, Debate dialogó con el académico argentino Andrés Reggiani, profesor-investigador del Departamento de Historia de la Universidad Torcuato Di Tella. Este historiador sostiene, entre otras cosas, que quizá una de las grandes lecciones de la guerra sea cómo las relaciones internacionales se pueden deteriorar rápidamente producto de un puñado de decisiones desacertadas por parte de aquellos que detentan el poder.

Reggiani se encuentra en Alemania, donde desarrolla trabajos de investigación, por lo que se convierte en un testigo privilegiado del agitado panorama de la Unión Europea, donde además del avance de la ultraderecha y la crisis económica, se destaca la última alineación con Estados Unidos para sancionar a Rusia por su política con Ucrania. Sin embargo -tal como ocurría en el verano boreal de hace un siglo-, el equilibrio de fuerzas globales adquiere un tamiz más multilateral. Aunque esta vez sea nada menos que Rusia la que consigue reposicionarse en un escenario de liderazgos incuestionables tiempo atrás.

En el centenario de la Primera Guerra Mundial, ¿en qué medida se puede observar la actual coyuntura europea a la luz de las problemáticas que planteó esa contienda? 

Es el cuestionamiento que se impone en este período plagado de actividades por la conmemoración de la guerra. Y más aún porque el centenario coincide, tristemente, con una coyuntura de crisis en Europa a raíz del embrollo ucraniano. Sin embargo, es necesario poner en perspectiva las enormes diferencias de ambos contextos. En principio, hoy se sabe cuál es el camino que no se quiere tomar. Se han desacreditado las posiciones más patrioteras o nacionalistas, en el sentido militarista o guerrero. Rusia es un caso aparte, por otros motivos. Pero si algo no quiere Europa Occidental, ni tampoco se lo imagina, es una salida militar a la crisis con Rusia. Por otro lado, tal vez una de las grandes lecciones de la guerra radique en observar los procesos de toma de decisión.

¿Cómo sería?

Se trata de la importancia de los agentes, de los individuos en posiciones de responsabilidad política que al tomar ciertas determinaciones pueden desencadenar procesos no previstos. Esos dos meses que transcurrieron entre el asesinato del heredero al trono de Austria y las declaraciones de guerra parecen tiempo suficiente para frenar un proceso que en un momento dado ya se había tornado inevitable. Es un aprendizaje que se puede aplicar hoy, salvando las distancias de la época.

En 1914, emergían nuevas potencias que disputaban viejos liderazgos. Hoy, el equilibrio de fuerzas globales también parece estar mutando, ¿vale el análisis de estas similitudes? 

Depende de qué se quiera comparar. Pero, sin duda, la crisis en Ucrania se desarrolla en un contexto en el cual Europa ya juega un papel, no diría secundario, pero sí entre otros actores regionales que han ganado peso por derecho propio. Es una gran diferencia respecto de principios del siglo XX. No es un tema menor ya que países como Alemania, que está jugando un papel determinante en este momento aunque con un perfil bajo, deben resolver la crisis teniendo en cuenta las consecuencias de sus decisiones en las relaciones con otros actores no europeos. Pero, sí, ya en 1914, si bien el mundo giraba en torno al continente, su posición hegemónica era cuestionada por Japón y Estados Unidos, quienes le estaban disputando las colonias o zonas de influencia que tenía Europa en el Extremo Oriente, en el Pacífico o América Latina. Pero, además, el panorama internacional se volvía mucho más complejo por un fenómeno en expansión que era el imperialismo, que multiplicó los puntos de conflicto. Aquí el escenario se estaba volviendo mucho más multipolar de lo que había sido en el siglo XIX. Y, actualmente, se podría plantear lo mismo. Pero llegaría hasta ahí porque los conflictos que se imaginan hoy en este mundo más multipolar pasan necesariamente por la economía y el control de ciertos recursos no renovables.

¿Sin llegar a un conflicto armado?  

La guerra hay que pensarla en otros términos. Actualmente, se desarrolla una guerra invisible, camuflada, prácticamente se la puede confundir con videojuegos. Es indudable que hay violencia en Ucrania, pero se desarrolla a baja escala, aunque para la gente que la sufre no hay mayor diferencia entre una escala grande o pequeña. También es cierto que puede ocurrir una situación de deterioro progresivo en los márgenes de Rusia. Esto tiene que ver con las propias características de ese Estado, heredero de la época soviética de grandes regiones que, en algunos casos, ya no quieren vivir dentro de los confines del país y, al mismo tiempo, la situación inversa, minorías rusas que después de la disolución del imperio soviético han quedado dentro de Estados gobernados por mayorías no rusas, como es el caso de Crimea. Entonces, esto va a seguir siendo un dato por un tiempo largo. Ahora, cuando se pasa de un conflicto interno a un conflicto con otros Estados o entre bloques de Estados, como es el caso de la UE, creo que ahí el cariz va a ser esencialmente económico. Y aun así no está claro todavía hasta qué punto es posible la aplicación de sanciones porque hay intereses de ambos lados que se afectan, como es el caso de los intereses alemanes en Rusia.

¿Cómo se posiciona en el debate sobre la legalidad de la anexión de Crimea a Rusia? Se habló de integridad territorial o de la libre determinación de los pueblos, la palabra clave luego de la primera guerra. 

Creo que los principios internacionales son importantes como regla orientadora pero, como todas las cosas, deben ser flexibles. El hombre de Estado debería evitar, en medio de una situación conflictiva, la invocación de ciertos principios cuando no sólo no ayudan sino que empeoran las cosas. Porque cuando la comunidad internacional o una potencia del rango de Rusia se posiciona frente a semejante crisis enarbolando un principio u otro, termina alimentando expectativas de sectores que no deberían ser los que salen ganando, como son las organizaciones extremistas ucranianas o los separatistas rusos, dentro de los cuales hay organizaciones semifascistas. Hay que tener en cuenta que el principio de autodeterminación nacional ha servido a los propósitos más antitéticos. Ha sido liberador, permitiendo el acceso a la condición de soberanía plena a muchas naciones jóvenes y, al mismo tiempo, fue utilizado por los nazis para desarticular todo el sistema de Estados de los años treinta, apoyando las minorías alemanas insatisfechas. Ahora, Putin hace uso de ese principio porque argumenta que ya se ha utilizado en el caso de Kosovo, y que no lo aplican a Palestina, en fin.

En este sentido, el gobierno argentino se pronunció respecto del "doble estándar" de las potencias occidentales, ¿qué opina? 

Los Estados deben moverse con realismo, lo que no implica que se esté vaciado de valores. Argentina debe analizar qué es lo que más le conviene porque el país no tiene intereses en juego en la crisis ucraniana. Por otro lado, entiendo las posiciones automáticas de condena al imperialismo pero se debería poner en primer lugar la vida de la gente que está en riesgo en determinado sitio. Nuestra posición internacional se condice con la defensa de los derechos humanos, y a veces se puede entrar en una lógica por medio de la cual se quede cerca de un Estado que tiene una política expansionista. En estos temas, el país siempre debe pronunciarse en términos muy moderados porque nadie sabe cómo va a terminar el conflicto.

¿Le atribuye a Rusia una voluntad expansionista? ¿Qué hipótesis de conflicto genera? 

Desde la óptica de la historia de las relaciones entre Europa y Rusia, la reacción de Putin es hasta cierto punto previsible. También es comprensible que Moscú se sienta arrinconado. La Unión Europea y Estados Unidos se han ido expandiendo hacia el Este. Es una responsabilidad de Washington y de la OTAN ya que han ido corriendo esa frontera a expensas de una Rusia debilitada por todo lo que aconteció tras la caída del imperio soviético.

Quedó atrás el Putin conciliador, una actitud que aparentemente no le rindió frutos. 

Sí, Putin, Yeltsin… Todos, desde Gorbachov en adelante, por una cuestión de debilidad y cuestiones internas, habían tenido una posición entre concesiva y conciliadora. Ahora, Putin no es un demócrata. Por lo tanto, no es fácil posicionarse. Por un lado, se tiene una serie de países que se han embarcado en una política determinada a expensas del sentimiento y orgullo ruso y por otro lado se encuentran las reacciones previsibles de un líder que está formado en la cultura autoritaria de la Unión Soviética.

Con todo, en el contexto de las sanciones a Rusia, Moscú celebra un megaacuerdo para venderle gas a China. 

Rusia habla con una sola voz, la de Putin básicamente, que no tiene que sentarse en un Parlamento Europeo a juntar votos. Se tendería a pensar que Rusia tiene menos que perder que Occidente. O más que ganar. Hay que tener presente que el nacionalismo ruso sigue siendo fuerte. Ahora bien, ese país ha aprendido de la historia que no le conviene quedar aislado del mundo. China no es un socio incondicional. Más bien todo lo contrario. Siguen siendo dos competidores como lo fueron con los regímenes comunistas.

A propósito de las negociaciones en el seno del Parlamento Europeo, ¿cómo evalúa el avance de la ultraderecha en las últimas elecciones? 

En primer lugar, se observa la gran paradoja de partidos anti Unión Europea que ganan las elecciones para el Parlamento Europeo. Luego, diría que ha sido una gran derrota de la centroizquierda. Desde el punto de vista social y económico, y en lo que se refiere a la toma de decisiones en la UE, son malas noticias. La perspectiva no es buena tanto si se lo mira desde la todavía preeminencia de los partidos conservadores populares, inclinados a tomar medidas de ajuste, como por el lado de los partidos xenófobos, contrarios a la idea europea. De todas maneras, tampocohay que caer en el catastrofismo. Las elecciones del bloque muestran una tendencia que se puede revertir. Lo más importante es lo que ocurrió en Francia. Al día siguiente de las elecciones se veían los afiches del Frente Nacional como el primer partido de ese país. Allí se produce un escenario ya conocido, tenemos una extrema derecha que avanza porque la vieja derecha se ha derrumbado, y en el peor de los escenarios posibles, con un gobierno socialista.

Y si esta tendencia continúa…

La especulación ahí es si esta elección anticipa los comicios parlamentarios internos de cada nación. En este sentido, Alemania ha mostrado resultados menos malos. Aun cuando ganó la democracia cristiana, la socialdemocracia aumentó sus votos comparado con la última elección. Habrá que ver qué va a pasar con el ascenso del movimiento antieuro Alternativa por Alemania. Tiene esa veta antieuropea, antimulticultural, pero debe superar varias pruebas todavía y hay que tener cautela con los partidos nuevos. En cambio, al Frente Nacional no se lo puede calificar como un mero partido contestatario. Ha llegado para quedarse. Ya se habla de una segunda vuelta entre conservadores y Marine Le Pen, como ocurrió en 2002 con Chirac y Le Pen padre.

¿Se parece la ultraderecha europea de hoy a la que se consolidó luego de la primera guerra? 

Hay una cosmética parecida en el lenguaje xenófobo, en las definiciones identitarias, qué es Francia, qué no lo es. Pero Marine Le Pen representa una cara nueva. Es como si fuera un fascismo agradable o respetable, si cabe. Y ha cambiado algunas cosas del discurso. Reconoce el Holocausto. Es más, el Frente Nacional es un partido proisraelí, en términos de política exterior. Pero ¿por qué? Porque el problema ya no son los judíos, sino los africanos, los árabes. Con Le Pen, el frente se ha ido naturalizando en el escenario político francés, a punto tal que uno de cada cuatro franceses vota por este. Ya desde los 80, esta formación le fue sacando los votos al partido comunista en el cinturón industrial de París. Pero ahora los está votando la gente joven, los empresarios… Y, por supuesto, tiene un elemento importante de germanofobia. En síntesis, el proceso de toma de decisión en Bruselas se va a volver más complicado. Una de las claves va a ser los partidos de la derecha moderada, quienes muchas veces han acudido a la derecha radical para conseguir votos. Por ello, el análisis político también se debe centrar en la postura de los partidos tradicionales.


El poder alemán

¿Cómo describe el liderazgo de Alemania en la Unión Europea?

Adquirió un peso en la Unión Europea como nunca antes y en parte se explica por el abismo económico que separa a Alemania del resto de los países de la UE en el contexto de la crisis económica posterior a 2008. Podría decirse que hoy esta nación no tiene contrapesos o socios equiparables en Europa. Tal vez ese sea el problema. La situación de Francia es muy difícil, a lo que se sumó la vergüenza de la victoria del Frente Nacional. Justamente, uno de los integrantes del tándem de la recuperación de Europa, compuesto por Francia y Alemania, ha desaparecido a los efectos prácticos.

¿El país también redefinió su política exterior? 

Sí, Alemania era un país que podía ser calificacado como “anormal” en el sentido de que tenía un gran peso tanto económico como demográfico en el continente pero que, sin embargo, estaba maniatado política e internacionalmente. Esto ha cambiado. En parte gracias al fin de la Guerra Fría y a su reposicionamiento económico. Porque Alemania pasó por la crisis originada por su reunificación, pero salió de ella, aunque prudujo una sociedad mucho más desigual por otro lado. En el actual contexto, también influye el posterior deterioro de la imagen de EE.UU., especialmente con la política unilateral de Bush contra el terrorismo. A ello se agregaron las escuchas ilegales por parte de los organismos de inteligencia norteamericano. Todas estas cuestiones fueron enturbiando el ambiente. Y muestran una relación mucho más realista que la suerte de lealtad incondicional hacia Estados Unidos, muy fuerte en una parte de la sociedad alemana, sobre todo en las generaciones mayores, que vivieron la guerra y tienen un eterno agradecimiento a Estados Unidos, a quien le atribuyen la derrota de Hitler.

En cierta forma, ¿Alemania no vuelve a posicionarse en el lugar del "monstruo" al que todos temen, dada su actitud frente a la crisis? 

Es cierto que, sin imponer a los gritos las políticas de ajuste, en definitiva se terminan estableciendo. Alemania goza de un enorme poder de decisión en la UE, pero no podría tenerlo sin apoyos. Se da una situación contradictoria, porque al mismo tiempo que, por ejemplo, en Grecia, el gobierno alemán es visto como una suerte de segunda dictadura nazi, por otro lado, se le recrimina al país que no tome una actitud más categórica para salir de la crisis. Entonces, Alemania aparece como objeto de crítica tanto por lo excesivo de sus políticas como porque no termina de ponerse al frente del carro.

Cien años

Entre agosto de 1914 y noviembre de 1918, diez millones de personas aproximadamente perdieron la vida como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Hoy, cerca del centenario del conflicto, Europa se prepara para una numerosa serie de eventos, que incluyen la edición de libros, la realización de conferencias y actos conmemorativos. La dirigencia política se esfuerza por convertir el aniversario en un llamado a la solidaridad y la consolidación del bloque, jaqueado por la persistencia de la crisis económica y el avance de formaciones políticas anti Unión Europea.

La guerra, de una magnitud sin precedentes hasta ese momento, estalló después del asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del imperio Austro-Húngaro, el 28 de junio, en Sarajevo. El conflicto marcó una bisagra en el devenir histórico global. Inauguró un nuevo equilibrio político y económico. Dejó a una Europa devastada frente al ascenso de potencias emergentes como Estados Unidos y Japón, mientras los bolcheviques se hicieron con el poder en Rusia. Puso fin a la idea del progreso indefinido y la revolución tecnológica estuvo al servicio de la matanza en el campo de batalla, con su paisaje de barro y trincheras. Liquidó imperios y dinastías, y delineó las fronteras de nuevos Estados, conformando un semillero de conflictos que se dirimen hasta hoy.

70 millones de soldados se estima que pelearon en la Primera Guerra Mundial.

10 millones de víctimas murieron en la contienda. Otras estimaciones cuentan 30 millones.

Por Cecilia Escudero

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