Di Tella en los medios
Clarín
8/04/14

Kosovo, Irak, Libia y Crimea: la fuerza le gana a la legalidad

Debate. El crecimiento de ejemplos de violaciones al derecho internacional demanda compromisos y coaliciones por la paz y en contra de la guerra.

La poslegalidad continúa afianzándose en la política mundial contemporánea.

La poslegalidad se caracteriza por el hecho de que el derecho interno e internacional se manipula, se desconoce o se quiebra a expensas de un Estado, o un conjunto de Estados, que operan con escasa rendición de cuentas y gran despliegue militar. El ejemplo de la OTAN y Kosovo en 1999; el de Estados Unidos e Irak en 2003; el de la OTAN haciendo mal uso de la resolución de la ONU para proteger civiles y establecer una zona de exclusión aérea en Libia en 2011; y el más reciente de Rusia y Crimea en 2014 constituyen ejemplos, con variaciones, de la violación del derecho internacional.

No se trata de un doble estándar, sino de un tipo estándar en el que muchos de los poderosos, independiente de la ideología y de los regímenes que los identifican, no se sienten restringidos para avanzar en sus objetivos estratégicos.

La fuerza, divorciada del derecho y de la política como se ve en estos casos, es un recurso ilegítimo que, más temprano que tarde, erosiona la convivencia entre las naciones y genera condiciones para una debacle.

Sería hora de recuperar una propuesta sugerida en 1939 por quien fuera el responsable de la sección de derecho internacional de la cancillería de Dinamarca, George Cohn. Su idea central era la neo-neutralidad. Su argumento era doble y consistía en rebatir la concepción que establece que existe una diferencia fundamental entre guerras justas e injustas e impugnar la guerra como tal.

Reflexionando desde un país periférico en términos de la política de poder de las potencias europeas de entonces, Cohn sugería el despliegue de una política exterior activa bajo dos pilares: desacreditar y prevenir el recurso a la guerra. El país o países que optaran por la neo-neutralidad debían dar muestras de compromiso y responsabilidad.

De modo muy dinámico, la diplomacia neo-neutral, siguiendo a Cohn, debería proponer alternativas no militares a pugnas delicadas; comprometerse seriamente con la salvaguarda de valores y principios, como serían los derechos humanos y la integridad territorial; denunciar las amenazas de agresión, provenga de donde provenga; y propugnar por regímenes internacionales legítimos y simétricos.

A diferencia de la neutralidad convencional de la primera parte del siglo XX, la neo-neutralidad demanda mucha participación en ámbitos multilaterales; alta consistencia entre la política interna y externa; y cierta capacidad de participar y forjar coaliciones por la paz y en contra de la guerra.

Ser neo-neutral es posiblemente un modo eficaz de garantizar la soberanía y la autonomía en un escenario global crecientemente incierto que se desliza hacia eventuales conflictos desbordados y en el que las principales instituciones internacionales están atravesadas por notorios déficit de eficacia y legitimidad.

La neo-neutralidad puede verse como demasiado normativa, ¿pero cuántas otras alternativas tienen los países del Sur global para colocar límites a la arbitrariedad poslegal de las potencias del Norte?


(*) Director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella