Di Tella en los medios
Clarín
31/03/14

No es el fin del problema educativo, sino una tregua

Por Claudia Romero

Por Claudio Romero (*)

Hoy terminó la temporada de paros, con la que se inició el calendario escolar de los últimos tres años. Esta vez la situación conmovió no sólo por lo básico del reclamo sino además por su extensión y virulencia.

Medio país sostuvo el mayor paro de días consecutivos de la última década.

El centro de la protesta fue la discusión salarial, que no planteaba una mejora en el poder adquisitivo del salario, lo que hubiera sido un reclamo más que justo, sino que estaba centrada en evitar que continúe su deterioro por obra de la inflación, lo que ya anticipa lo precario de cualquier recomposición.

Doce provincias, entre ellas una vez más la de Buenos Aires, que concentra el 40% de los alumnos del país, acaban de perder de un saque casi 10% del año escolar.

Y el tiempo perdido ni se descuenta de los salarios ni se recupera agregando días de clases. Como si el tiempo perdido no se hubiera perdido. Como si el tiempo no existiera. Como si la educación no importara.

“Existen estrategias pedagógicas para acelerar los aprendizajes”, se escucha como argumento para mitigar la pérdida o la culpa. ¿Si existiera tal cosa y los maestros supieran usar esas estrategias, por qué no se aplican siempre? ¿No es acaso preferible que los chicos aprendan antes y más, sobre todo cuando abandonan la escuela antes de tiempo?

Esta temporada de paros mostró como nunca antes que hay otro país.

Es el país en el que hubo clases desde el primer día, el de las provincias que lograron acuerdos salariales y sobre todo el de las escuelas privadas donde prácticamente nunca hay paros. Porque las huelgas se juegan en el campo de la escuela pública pero de los resultados se benefician todos los docentes.

En Argentina, los aumentos de los salarios docentes están hechos de los días de clase que pierden los chicos más pobres.

Las escuelas están cerradas allí donde más se necesitan. Y ese mapa del país desigual es el mapa de la mala educación.

La evaluación internacional PISA muestra que Argentina está entre los últimos lugares en su capacidad de producir “alumnos resilientes”, que son aquellos estudiantes que proveniendo de entornos desfavorables tienen mejores desempeños de aprendizajes respecto de sus pares. Y PISA muestra que es justamente el tiempo de clase en la escuela uno de los predictores más potentes para la producción de resiliencia, es decir, para sobreponerse a las determinaciones socioeducativas de la cuna. Dicho de otro modo, sin clases se agranda la brecha social y se consolida la desigualdad.

La década, en materia educativa, está perdida.

Porque no hay mayor muestra de mala educación que no saber cómo usar el dinero que se tiene. Lo que se esgrime como el mayor logro de la política educativa de los últimos 10 años es el de haber aumentado el presupuesto educativo al 6% del PBI, un porcentaje que por otra parte es similar al que Argentina asigna al pago de subsidios, la política más cortoplacista y distorsiva que supimos conseguir.

Efectivamente, gracias al aumento del presupuesto educativo, la cantidad de recursos por alumno es el doble que en 2003. Sin embargo, eso no se refleja en una mejora de la calidad educativa. Por el contrario, las evaluaciones indican una tendencia clara a su empeoramiento desde el año 2000, a la vez que crece la cantidad de jóvenes que dejan la escuela a partir de los 15 años, reforzando de este modo el círculo de pobreza en el que la mayoría de ellos está encerrado.

Y es que d esafortunadamente los cambios en educación no se resuelven con la mera inyección de recursos. Los cambios en educación no se compran, se construyen.

Se requieren, además de recursos, políticas inteligentes para usar los recursos, cambios estructurales que no se realizaron en relación con la calidad de la enseñanza. Porque, se sabe, la calidad de un sistema educativo está en la calidad de sus docentes.

El kirchnerismo, en las épocas de las vacas gordas, tuvo en sus manos la oportunidad histórica de promover mejoras a partir de metas claras y políticas docentes de reclutamiento, formación, condiciones de trabajo, sistemas de evaluación, reconocimiento y promoción.

Cambios destinados a desarrollar profesionalmente el trabajo docente que sí se hicieron en otros países como Brasil, Chile y México, que ya empiezan a obtener mejores resultados en los aprendizajes de los alumnos.

Pero no, no existieron tales cambios en el país, hubo más dinero pero se usó para lo mismo.

La demagogia y el corto plazo le ganaron a la política educativa que necesariamente tiene una mirada de tiempos largos.

Ahora apareció la plata, se reanudan las clases, la educación desaparece de la tapa de los diarios, el país mágicamente se unifica y se vive la ilusión de la igualdad como si todos vistiéramos guardapolvos blancos y se hubiera solucionado el problema educativo.

No hay nada resuelto, esto es una tregua.

Mientras, buscamos desesperadamente la educación perdida.


(*) Directora del Área De Educación de la Escuela de Gobierno

Publicado en:
Link: