Desayuno con Carlos Regazzoni, funcionario del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires


Carlos Regazzoni, es médico de profesión, pero desde hace varios años se desempeña en funciones políticas. Fue subsecretario de Desarrollo Social de la Ciudad, por lo que estuvo a cargo de los planes sociales que dependían de la Ciudad. Fue también vicepresidente ejecutivo de la OBSBA, que es la tercera organización de salud más grande del país. Actualmente se encuentra a cargo de la parte administrativa del Ministerio de Educación de la Ciudad, lo que significa manejar casi el 25% del presupuesto del GCABA.


¿Qué implica ser subsecretario de Gestión Económica Financiera y Administración de Recursos del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires?

Bueno, es un gran desafío. Al asumir la cartera, uno está consciente de que implica la administración de una buena parte de los salarios de la Ciudad y un tercio del poder de compra e inversión de la misma. Aparte nos han dado la confianza para llevar adelante programas como el de Educación y Trabajo, los museos pertenecientes al Ministerio (que tiene muchos muy importantes, como el Quinquela Martín) y el manejo de múltiples conflictos, como por ejemplo las cooperativas de trabajo que responden a organizaciones sociales muy conflictivas y con las cuales se firman convenios de trabajo para el mantenimiento de algunos establecimientos escolares.

A la luz del debate por el 6% del PBI en Educación y la discusión sobre si con el nuevo cálculo se llega o no a ese piso, ¿qué opinás sobre si el mayor gasto trae aparejada una mayor calidad educativa?

Creo que en torno a ese tema hay dos cuestiones:

-           La primera es puramente discursiva. Un país que ni siquiera conoce con certeza su PBI (principalmente por manipulación de datos y economía informal) es difícil que pueda cumplir con esa pauta autoimpuesta. Por otro parte, tenemos un serio problema con el cálculo del gasto privado. El Estado regula el gasto público, pero en algunas jurisdicciones el gasto privado en educación llega al 50%. Entonces, ¿cómo hacemos para intervenir en esa variable?

-           La segunda tiene que ver más con el plano de lo real. Está claro que gasto y calidad no forman una relación puramente lineal, y esto ocurre prácticamente con todas las inversiones sociales. Pero sí existe una línea tendencial, es innegable. Debiéramos observar indicadores de eficiencia en torno a la gestión del gasto público. Es decir, por cada punto adicional de mejora en el resultado, cuánto me costó. Y creo que en ese punto estamos en las generales de los países subdesarrollados, en donde los gastos sociales son muy ineficientes.

¿En qué debiéramos reparar para tener una buena medida de la mejora en la performance educativa?

Más allá de las discusiones, existen algunas medidas de alcance que giran en torno a la población alcanzada y a la edad de los alumnos. Mirá, en el país el 57% de los alumnos tienen ingreso a una sala de 4 y debiéramos estar en un 99%. Después tenemos los niveles de repitencia y de terminalidad. El abandono, que es la contracara de esto último, presenta graves problemas. El 37% de los alumnos no ingresa al secundario. De ese porcentaje, el 75% tiene primario completo y el otro 25% ni siquiera ha finalizado esa etapa. Y una vez en el secundario, tenemos una tasa de terminalidad cercana al 50% a nivel nacional. Al final, de cada 10 chicos que ingresan, solo terminan el secundario entre 3 y 4 chicos. Entonces, entre cuántos entran, cuántos egresan y cuánto tiempo tardan, tenés una batería de buenas medidas a considerar.

Después hay medidas de equidad y de calidad. En este sentido, la Ciudad está implementando un muy ambicioso programa en torno a la evaluación de los contenidos y la calidad educativa que permita comparar el desarrollo de los alumnos a través de una determinada medida de tiempo. También, y por último, estamos implementando algo novedoso que recién están implementando algunos países de la OCDE y que consiste en evaluar las competencias en trabajadores adultos. Analiza en la vida laboral cómo fueron las habilidades aprendidas en la etapa de escolarización formal y en otros ámbitos relevantes.

¿Y sobre programas orientados a resultados o medidas de estímulo directo para incentivar la escolarización y terminalidad?

Creo que en ese punto hay dos familias de políticas que pueden garantizar el alcance de la escolaridad. La primera es la capacidad efectiva del Estado de exigir la obligatoriedad escolar. Esto es nada menos que la contracara de un derecho que no tiene otra forma de ser exigido por parte del chico. Y la segunda está ligada a lo que podríamos llamar un liderazgo social. Me refiero a la valoración positiva de los bienes derivados de la escolarización y la capacidad que cada sociedad tiene para ponderar estos logros.

En torno al nivel docente y la calidad educativa, las investigaciones sugieren un alto nivel de correlación entre capacitación del maestro y performance educativa. A la luz de la creación del Instituto de Evaluación Docente y el conflicto que esto suscitó en los sindicatos, ¿cuál creés que es el rol de estas organizaciones en torno a la mejora de la educación? ¿Son un escollo para implementar las medidas necesarias?

Primeramente creo que no hay que buscar culpables. Entiendo al maestro de grado como el principal agente de cambio en el sistema educativo de nuestro país. Es el líder en este cambio. Pero también hay un mix de responsabilidades. Muchas veces se les exige a los maestros un montón de cosas que ellos no pueden ni tienen que hacer. Cuestiones intrínsecamente ligadas como inseguridad en el aula, condiciones de pobreza del alumnado, falta de material didáctico, condiciones paupérrimas de infraestructura, todo eso ligado a un bajo salario. Hay que trabajar a nivel nacional sobre la recomposición del salario docente y sus condiciones de trabajo. Y claro, también hay que mejorar la carrera docente y evaluar el modo de seleccionar el ingreso a la carrera.

Creo que en este sentido la Ciudad de Buenos Aires ha hecho muchas cosas por la recomposición salarial y las condiciones de trabajo. Y ahora estamos avanzando sobre la capacitación y la evaluación docente.

Carlos, ¿cómo hacer para coordinar ciertos aspectos de la carrera docente en medio de una estructura federal? Es decir, ¿cómo evitar que tu nivel educativo esté seriamente condicionado por la provincia en la cual naciste?

            Es uno de mis temas favoritos. Salud y educación son cuestiones eminentemente federales, y más allá de la posibilidad de una intervención puntual, solo es posible alcanzar una política común a nivel nacional por la vía de acuerdos. Y esto creo que es una limitante. Porque las políticas más efectivas son, en estos ámbitos, las universales.

Aquí juegan dos cuestiones. La primera es el reconocimiento de los particularismos y lo importante de su inclusión a nivel regional. Pero eso tiene una contracara que, indirectamente, aparece como negativa. No podés dejar librada la producción de un bien social tan importante como la educación a las posibilidades del entorno en donde el chico vive, porque tal vez sea insuficiente. La educación requiere de relaciones eminentemente cooperativas. Roberto Mangabeira Unger, en La alternativa de la izquierda, plantea esto mismo como un hecho clave de equidad a nivel mundial: no dejar librada la producción de bienes sociales a pequeñas jurisdicciones, generar políticas globales. Y para reducir estas inequidades hace falta mucho liderazgo. Con Macri presidente (risas).

En términos regionales, América Latina ha incrementado su gasto en la última década y sin embargo ningún país termina de despegar cuando observamos la calidad. ¿Mejorar en términos de calidad e inclusión como política regional aparece en el horizonte?

            Creo que América Latina tiene la virtud de ser la región más homogénea del mundo. Incluyendo la cuestión idiomática pero contemplando también las diversas realidades que nos toca vivir. Sería un gran avance para la integración regional generar programas educativos comunes que refuercen la cuestión americana y que tendrían una fuerte repercusión económica. Tanto Asia como Europa tienen a sus principales socios comerciales dentro del bloque, por qué no apuntar a reforzar ese aspecto en nuestra región.

Volviendo al plano doméstico y a la cuestión de la eficiencia del gasto, para el último PISA (Programme for International Student Assessment) la Ciudad solicitó una evaluación particular más allá de la nacional. Era previsible que fuera a despegarse de los malos resultados siendo uno de los distritos que más invierte por alumno. ¿Fue un baldazo de agua fría no haber logrado una puntuación muy diferente?

            No, de ninguna manera. El ministro Esteban Bullrich tuvo la idea de solicitar una medición PISA a nivel Ciudad siguiendo la tendencia de las grandes metrópolis del mundo. Son sistemas que tienen un funcionamiento muy particular y en donde se evita la dispersión propia de una evaluación nacional. Pero “despegarse de la nacional” no fue un objetivo, eso está claro. Y con respecto a la ineficiencia del gasto, creo que debemos reconocer que, más allá de las tragedias educativas del NEA y el NOA (con estándares educativos muy bajos), las provincias están todas muy bajas en inversión. La crisis educativa concentrada en los sectores más pobres de los grandes centros urbanos requiere de un nivel de inversión que las jurisdicciones, al día de hoy, no pueden solventar. Y ojo, la Ciudad de Buenos Aires concentra niveles sociales muy desarrollados. Hay que ser realistas, el promedio oculta que hay provincias en donde la realidad social es muy generalizada.

Es sabido que los retornos sociales de la educación mejoran con la educación temprana. Siendo la Ciudad uno de los distritos con mayor cobertura en educación inicial, ¿cómo evaluás las falencias en el sistema de vacantes que se hizo público luego de la inscripción online?

            La Ciudad de Buenos Aires alcanzó el 100% de cobertura en salas de 4 y 5 años. Para sala de 3, ocurre que el distrito puede ofrecer vacantes al 100% de los residentes en la Capital, pero dependiendo de la zona tenemos entre un 20% y un 30% de alumnos llegados desde Provincia. Y el esfuerzo que nos propusimos es el de brindar educación a todo aquel que lo desee. Además, con el correlato de que las escuelas de la Ciudad están mucho mejor que las de la Provincia, el corrimiento aumenta. Por eso mencionaba antes la importancia de políticas globales.

Y en distritos en donde la universalidad de la sala de 3 parece una utopía lejana, ¿cómo ves el escenario?

            El problema es que en esos distritos eso constituye una prioridad, pero difícilmente sea la primera. Estamos hablando, por ejemplo en la Provincia de Buenos Aires, de contextos de organización muy complejos, escasos recursos edilicios, la necesidad de la recomposición de la carrera docente, problemas de terminalidad, de violencia, de accesibilidad y también, claro, de cobertura, no solo en el nivel inicial sino también en la escuela media. Faltan vacantes en la escuela media en muchos distritos.

Volviendo a una vieja discusión a la luz de haber asumido la Gerencia Operativo de Educación y Trabajo, ¿formar para el mercado de trabajo es igual a mercantilizar la educación?

            Es imposible escindir la formación y el modo de producción en una sociedad. No se trata de mercantilizar, sí de adquirir habilidades, conocimientos y conductas requeridas socialmente. Claro que una cosa es la educación obligatoria y otra es la batería de conocimientos más específicos que uno pueda adquirir en un programa de capacitación laboral, que está más ligado al mundo del trabajo, sujeto a una dinámica muy particular. A eso intentaremos abocarnos en la Gerencia, a imprimirle a la formación profesional el dinamismo que esta requiere.

Hace un rato hablaste de centralizar ciertas políticas educativas y hoy la tendencia aparenta ser la contraria, se suele destacar lo local. ¿Te parece que se está yendo en la dirección incorrecta?

            Creo que lo importante es la generación de un bien social elevado distribuido equitativamente. Centralizado o descentralizado, lo importante es no partir de prejuicios sobre cómo debe ser el Estado. Entender nuestro contexto social y ver el peso de la herencia educativa; la movilidad es prácticamente nula en un país con una finalización secundaria del 50%, es algo terrible. Somos profundamente inequitativos. Y creo que debemos mirar a China, Corea del Sur y Japón como ejemplos, algunos centralizando y otros descentralizando. Incluso el modelo norteamericano hace un esfuerzo por incorporar a minorías, con peores resultados que algún país europeo. Pero si uno mira a Europa, ellos generan políticas para los europeos y no son inclusivos de las minorías que habitan su suelo. Es arcaico ese sistema. Por eso repito: debemos entender el contexto social en el cual estamos y saber a dónde queremos ir.

¿Alguna reflexión sobre el estado de la educación universitaria?

            Hay que entender los altísimos retornos sociales que la educación universitaria tiene sobre un país. Hoy un chico argentino que comienza la escuela tiene 7% de probabilidades de graduarse en la universidad. En Japón, alrededor del 60%; en Estados Unidos, 50%; y en algunas partes de Europa, 40%. Tenemos mucho por mejorar, sobre todo en el medio. Y dotar a la Argentina de bachilleratos universitarios para formar capacidades de comprensión en el mundo del trabajo podría ser una gran política.

¿Es un problema la falta de datos por alumno a la hora de diseñar una política pública?

            No lo creo. La información que el Ministerio podría brindarle a cada alumno para su propio conocimiento sí sería de gran utilidad para cada ciudadano implicado, pero de ninguna manera es un impedimento para diseñar una política pública. Con datos censales y con muestreos correctos, uno puede diseñar políticas públicas de calidad.

Hay quienes dicen que publicar los números de cada escuela podría llevar a una estigmatización de las instituciones que rindan peor. ¿Qué opinás al respecto?

            Esteban Bullrich siempre dice que una de las claves es sincerar los números. No es la única ni la principal solución al tema de la calidad. Pero es muy importante entender y asumir dónde está cada uno. Después hay que sopesar las expectativas al momento de rendir con índices de vulnerabilidad más complejos, eso me parece correcto. Pero tampoco se puede estigmatizar de por vida a ciertos sectores sociales. Creo que uno se tiene que poner objetivos, tratar de nivelar a partir de la educación a aquellos chicos que vienen de los mejores hogares y a aquellos otros que tuvieron dificultades. Si no, renunciamos al objetivo primordial de la educación: una sociedad igualitaria.

¿Qué le podemos pedir y qué no a la educación?

            Creo que las políticas de salud y de educación son los ejes de cualquier política de desarrollo social. Si vos ves, no hay tantos países desarrollados en el mundo. Pero, invariablemente, todos ellos están basados en fuertes sistemas públicos de educación y salud.

Por tu experiencia en diversas estructuras burocráticas y a la luz de la importancia que la gestión de la Ciudad suele atribuirle a la modernización del Estado, ¿cuáles creés que son las claves para una efectiva modernización de la estructura administrativa?

Yo creo que la vieja administración pública está íntimamente relacionada con la vieja política. En la Ciudad primero cambió la política, y luego se implementaron cambios en las burocracias. Y cuidado porque estas estructuras también han conservado riquezas que de otra forma se hubiesen avasallado. La protección de los bienes públicos, los organismos de control, la obligatoriedad del proceso administrativo y muchas cuestiones ligadas a derechos procedimentales han sido conservadas al día de hoy gracias a las burocracias. Es decir, se necesita modernizar el Estado, sí. Hoy en la Ciudad el papel cede lugar frente a la informatización. Pero la administración es más dinámica si la política imprime esa dinámica. Y siempre respetando la institucionalidad. Porque cuando falla la burocracia uno se da cuenta de lo importante que es. Yo no soy tan enemigo de las burocracias.

Por último, 180 o 190 días de clase, ¿cómo lograr el objetivo?

Antes que nada, quiero remarcar lo necesario de cumplir estas metas. Sobre todo en sectores de mayor vulnerabilidad, en donde la escuela implica un plus muy fuerte con respecto a la realidad de cada chico. Creo que es complejo para cada distrito, pero depende básicamente de tres factores que hay que manejar muy bien: la política sindical, la política salarial y, claro, la política laboral. Hay que lograr que el maestro esté en el aula.

Carlos, muchas gracias por tu tiempo.

Muchas gracias a ustedes por invitarme.

Encuentro realizado el 30 de septiembre de 2014.

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