Por Carlos Pérez Llana. UNIVERSIDADES SIGLO 21 Y T. DI TELLA
Tribuna.
Deben conocerse y debatirse las posiciones de los candidatos sobre la inserción internacional de nuestro país, prestando atención a lo que sucede en el Mercosur; particularmente con la economía brasileña.
Normalmente los partidos y los candidatos durante las campañas electorales no aluden a los temas internacionales. Una equivocada lectura de la política dividía esta esfera en dos dimensiones: interna y externa: la interna al alcance de todos y la externa para pocos. Mientras duró el ciclo optimista de la globalización este pensamiento binario se consolidó con mayor densidad ideológica: negar este proceso o endiosarlo. En otras palabras, falsas opciones: aislarse o poner a la política exterior en piloto automático, sintonizando exclusivamente las tendencias de los mercados.
En la cultura política argentina existe la tradición de soslayar la relación país/mundo. Sin embargo, gran parte de las demandas y necesidades internas están asociadas a las posibilidades que ofrece la política internacional.
Por esa razón, una buena diplomacia consiste en arbitrar inteligentemente necesidades y posibilidades. Decididamente, estar en el mundo es un imperativo y el ciudadano debe saber qué gramática utiliza la clase política para entenderlo.
El conjunto de temas involucrados pueden sintetizarse en dos capítulos; global y regional. Globalmente es necesario cambiar la mirada oficialmente consagrada hasta el 2013. Parece aconsejable introducir nuevos marcos de referencia. Concretamente, los países emergentes -que nunca constituyeron un bloque -han dejado de ser los motores que traccionan la economía mundial. Eso ocurrió entre el 2008 y el 2012, cuando los EE.UU. y Europa sufrieron el impacto de la crisis financiera.
China, que evitó la crisis inyectando enormes recursos en su economía, oficialmente reconoce que crecerá al 7%, diagnóstico compartido por el FMI.
Pero atención, no pocos economistas advierten que esa cifra no es sostenible: el rebalanceo que se avecina supondrá tasas de crecimiento inferiores.
India se estima que crecerá al 4,8% y otros BRICS, como Rusia y Brasil, lo harán al 2,5%. En paralelo las monedas muestran el nuevo rostro: se han devaluado un 10% respecto del dólar y la inflación es el reflejo de sus nuevos problemas. Otro emergente como Turquía vió caer su moneda, y de crecer al 9% en el 2011, pasó al 2% en el 2012.
La conclusión es obvia: la Argentina se verá afectada por las nuevas tendencias y habrá que revisar el discurso basado en potencias decadentes vs. emergentes. La agenda regional también sufre las consecuencias del nuevo ciclo económico mundial. Ciertos gobiernos entienden que momentáneamente cambió el viento, otros observan que se trata de un cambio estructural.
En estas nuevas circunstancias llama la atención la escasa importancia atribuida a los cambios sistémicos. Algunos no advierten que la crisis del 2008 sigue abierta, otros se equivocan identificando erróneamente a ganadores y perdedores.
Si las Reuniones Cumbres latinoamericanas sirven todavía para algo es para evaluar cómo se está gestionando la política exterior en nuestra región.
Dos eventos diplomáticos recientes
deberían concitar reflexiones profundas. En el UNASUR, el encuentro de Presidentes celebrado en Cochabamba en solidaridad con Evo Morales, luego de la bochornosa prohibición de uso del espacio aéreo europeo, mostró un balance de ausencias y presencias de Jefes de Estado más que elocuente.
No se puede ocultar que subyace una crisis que no se superará apelando a discursos de circunstancia.
Decididamente en Sudamérica existe una fractura ideológica que en cierta medida está asociada a la lectura que cada subconjunto de gobiernos hace respecto de las tendencias globales que atraviesan el sistema económico y político internacional. Las necesidades de todos los países son las mismas: conquistar mercados, captar inversiones, potenciar la relación con el Asia, todo al servicio del desarrollo y el bienestar.
Pero no existen coincidencias a la hora de encarar acciones conjuntas.
En el MERCOSUR los problemas son graves, porque entre países que han decidido integrarse económicamente debería existir un piso común.
En la reciente Cumbre de Montevideo las diferencias políticas fueron notorias, de economía casi no se habló, a pesar de los problemas comerciales que existen entre Brasil y Argentina.
La desacertada política de ingreso abierto -cuando se debería discutir previamente la naturaleza de las negociaciones comerciales externas que el bloque debe encarar, v.g con Europaexplica el ingreso de Venezuela sin respetar el marco jurídico que establece la necesidad del acuerdo de todos los socios. Sin la presencia del Paraguay se apeló a un atajo que ahora se transformó en crisis: el nuevo gobierno de Asunción cuestiona esa metodología.
Es comprensible la actitud paraguaya: sus socios le aplicaron la política de los hechos consumados, violando el Derecho y abriéndole un espacio a la agitada historia del siglo XIX.
Concluyendo, en la campaña electoral deben discutirse y conocerse las posiciones de los candidatos acerca de la inserción internacional argentina.
Ojalá miren al mundo sin velos ideológicos y observen con atención lo que sucede en el MERCOSUR, particularmente con la economía brasileña.