Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales

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El Cronista
20/07/12

La cadena de Cristina: malhumor y costo político

Por Micaela Pérez

El "show de Cristina" en su formato nac & pop parece destinado a dejar su huella en la televisión argentina. Los excesos discursivos de la Presidenta fatigando la cadena nacional (tres en la semana que pasó con mensajes cargados de autoelogios y ningún anuncio concreto) se han convertido a estas alturas en la prueba irrefutable de que el vértigo político de la Argentina no se detiene un minuto, atraviese o no el país un año electoral.

Que lo diga si no el estoico gobernador bonaerense Daniel Scioli, vapuleado una y otra vez por la Presidenta en sus últimas y locuaces intervenciones en tevé por haberse tomado el atrevimiento de blanquear -nada más y nada menos- que sus aspiraciones de cara a las presidenciales de 2015.

Es que amén de haber desvirtuado el verdadero objeto de la cadena nacional explicitado en la ley de medios que los K tanto bregaron por sancionar como parte de su cruzada anti Clarín, planificadamente o no, la Presidenta ha ingresado en una dinámica tan peligrosa como agotadora en la batalla que libra por su supervivencia política. 

Según los especialistas consultados por WE, este particular modo de comunicar -sin la intermediación de la prensa que, se sabe, tanta irritación le genera a la jefa del Estado- y, más aún, el llamativo tono coloquial y hasta agresivo que han adquirido sus mensajes en los últimos tiempos, no la dejan precisamente bien parada frente a la opinión pública.

Lo paradójico, quizás, es que una de las principales fortalezas de Cristina siempre ha residido en su capacidad oratoria y buen manejo de la escena (han corrido ríos de tinta en estos años sobre el histrionismo presidencial y su envidiable habilidad para hablar durante horas sin perder el hilo discursivo y, sobre todo, sin necesidad de apoyarse en la lectura). El problema es que esa conocida fortaleza parece hoy estar jugándole una mala pasada, al punto de transformarse en una peligrosa debilidad. De hecho, no es la primera vez que le ocurre. Antes de la muerte de Néstor Kirchner, CFK también era criticada por el tono autosuficiente y acusatorio de sus mensajes (el dedito levantado que ahora copió el vice de Economía Axel Kicillof, por caso). Pero después pasó a una mayor moderación que ya no es tal. 

"El ráting es muy explícito, estas intervenciones están cansando y un porcentaje importante cambia de canal, en un país donde el 70% tiene televisión por cable y otras opciones para ver", afirma a WE Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

Para Fraga, "cuando la situación es favorable, Cristina aparece como buena comunicadora, en cambio, cuando enfrenta situaciones desfavorables, tiende a perder esta cualidad y a ser dominada por el enojo y el exceso discursivo. Así sucedió hace exactamente cuatro años en 2008, durante el conflicto con el campo, y vuelve a suceder en 2012, cuando la economía se ha complicado y la Presidenta ha visto disminuir su imagen positiva en la opinión pública".

En efecto; según las encuestas a las que refiere Fraga, la curva negativa que Cristina viene sufriendo desde el arranque de 2012 se sigue acentuando. Más aún, en su pelea con Scioli, tampoco gana. La disputa afecta la imagen de ambos, pero Cristina cae más.

Mariel Fornoni, de Management & Fit, que sigue de cerca estas mediciones, coincide con Fraga: "Más allá de los sondeos, lo que uno ve en los focus group es que la gente siente que hay un discurso de Cristina que está ahora un poco fuera de eje, que habiendo sido el fuerte de ella justamente, el tener un eje discursivo interesante, hacerlo sin lectura y demás, hoy aparece como una debilidad. No se sabe con qué va a salir, utiliza un tono poco formal, se muestra enojada, con cuestiones que no son propias del discurso de un presidente", enumera Fornoni.
Sin ir más lejos, la semana pasada, Cristina cruzó los límites de lo esperable para la investidura que ostenta, cuando demostró que, de considerarlo conveniente, hasta está dispuesta a utilizar a la AFIP como método de castigo para los que no piensan como ella y, encima, hacen públicas esas posiciones. La víctima en este caso fue un empleado de la inmobiliaria de Jorge Toselli que, solo por haber dado testimonio del parate del sector a causa de las restricciones oficiales a la compra de dólares, fue sancionado por evasión fiscal y la firma sufre ahora la inahibilitación para seguir operando en el mercado. 

Otro escrache público, aunque no tan drástico, claro, había sufrido un par de meses atrás el "abuelito" al que Cristina calificó de "amarrete" por haberse animado, en este caso, a presentar un recurso de amparo para que la AFIP le permitirera sortear el cepo cambiario y comprar 10 dólares para regalarle a sus nietitos. 

Más inexplicable aún y rayano con los límites del buen gusto fue la reciente referencia presidencial al actual ministro de Economía español, Luis de Guindos, a quien Cristina calificó como el "pelado ése", (y hasta se burló de su parecido físico con Domingo Cavallo), un comentario que -hay que decir- estuvo bastante alejado de la imagen de "estadista" que la propia Presidenta pretende dar de sí misma. Fue un derrape tan poco feliz como gratuito que -obviamente- generó malestar en la Madre Patria. 

Al respecto, Fornoni analiza: "El fanático lo ve bien. Pero Cristina exacerba los ánimos. Llegamos a un punto en el que necesitamos un manto de paz y tranquilidad".

Y algo de eso evidentemente hay. El tono coloquial y confrontativo cada vez más frecuente en sus discursos, así como el uso y abuso de la cadena nacional, llevan a preguntarse si existe en el ánimo de la Presidenta el objetivo de emular a su colega Hugo Chávez, quien todos los domingos "entretiene" a los venezolanos con su ya emblemático programa Aló Presidente. 

"Tiene algo que ver con lo de Chávez en el sentido de que en presidencias muy fuertes y donde se hace un culto de la personalidad, la presencia mediática del líder es muy importante, independientemente de la forma que adopte", sostiene Carlos Gervasoni, profesor de la UTDT. 

Sobre este punto, Fraga matiza: "Cristina no está imitando el Aló Presidente de Chávez, pero a medida que el modelo cristinista se va acercando más al venezolano, se va dando también una actitud similar en materia de comunicación. Las dos versiones de populismo tienden a asemejarse más en los últimos meses".
Con todo, tanto Fraga como Fornoni concuerdan en que el uso intensivo de la cadena nacional por parte de Cristina es más consecuencia de la dinámica de los hechos políticos que de una estrategia oficial predeterminada.

Para Gervasoni, en cambio, algo de estratégico hay. "Creo que hay cierta racionalidad en estas intervenciones, en el sentido de que le sirven para mantener el control de la agenda", sostiene. Se entiende; aunque a la Presidenta le restan aún 40 meses de mandato -una eternidad en política- las complicaciones económicas y políticas ya se hacen sentir y, sin sucesor a la vista- Cristina no quiere que el declive natural que experimentan los mandatarios que no tienen reelección por delante le complique demasiado la gestión. Más cuando no está claro si está dispuesta a buscar una reforma constitucional para conservar el poder. 

Pero más allá del control de la agenda que bien apunta Gervasoni, ¿qué le aporta a CFK en términos de imagen esta metodología discursiva? De nuevo; no demasiado, dicen los expertos.

"Es cierto que al núcleo muy duro del kirchnerismo, que no representa más del 25%, el discurso duro sí le gusta. Pero gran parte de la gente que manifiesta haberla votado en octubre no está de acuerdo. En lo que hace a su imagen, insisto, no lo veo como estratégico", marca Fornoni.

"Los discursos de Cristina van dirigidos a la opinión pública, pero en los hechos, se terminan dirigiendo a los militantes convencidos", completa Fraga.

A modo de cierre, Gervasoni introduce el costado quizá más polémico del discurso presidencial: "Una función de estos mensajes tiene que ver con infundir miedo y esto no es nuevo. Desde el inicio, Kirchner usó el atril para castigar a los que no apoyaban sus políticas. Le pasó a Shell, a Coto, a los empresarios españoles...", rememora. "Está instalado que expresar una opinión disonante puede tener un castigo", agrega.
Es que en las buenas o en las malas, el espíritu confrontativo está en la naturaleza misma de los Kirchner. Así ha sido desde 2003 a la fecha. Y no parece que vaya a cambiar. z we

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Excesos verbales

l 26/06 Palos para Scioli: "Deben cesar las operaciones. Esta Presidenta no se deja operar. Deben aprender todos a gestionar los recursos con la misma responsabilidad que lo hace la Presidenta".

l 11/07 España: "...Recibo entre todos los diarios locales, El País, de España. Miren lo que era la tapa: 'La UE pone bajo tutela a España', miren al pelado ése (Luis de Guindos) Me quedé con la tostada atragantada". 

l 11/07 Más para Scioli: "No hay manera de sobrevivir ni como político ni como empresario si uno no administra ni gestiona. La realidad no se hace con operaciones".

l 11/07 Contra Toselli: "Un diario hablaba de tres historias de la desaceleración de la economía. Una conocida inmobiliaria decía que ya no entraba nadie a raíz de las medidas del BCRA con respecto al dólar. Quise averiguar por esta pobre gente y llamé a Etchegaray a la AFIP y este señor no presentaba declaraciones juradas desde 2007".

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