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13/04/12

"Estados Unidos está aislado en el tema Cuba"

El analista Juan Gabriel Tokatlian evalúa el modo de interacción entre la región y América Latina, en el contexto de la Cumbre de Cartagena

Por Cecilia Escudero
Sociólogo y especialista en política internacional, Juan Gabriel Tokatlian recibe a Debate en su oficina de la Universidad Torcuato Di Tella, en la víspera de la VI Cumbre de las Américas, que se celebra este sábado 14 y el domingo 15, en Cartagena de Indias, Colombia. En esta entrevista, Tokatlian contextualiza el encuentro entre los mandatarios de la región y el presidente norteamericano Barack Obama. Entre otros temas, advierte sobre el peligro de la preeminencia del componente militar en la relación entre los gobiernos de América Latina y Estados Unidos. 

¿Cuál es el foco que congrega más intereses entre los países latinoamericanos de cara a la Cumbre?
La cuestión exige remontarse a 1994, cuando se produjo el primer encuentro, que fue celebrado en un contexto de auge del paquete de políticas del Consenso de Washington. Es decir, en un marco internacional de desregulación, liberalización y apertura. La reunión original tuvo, entonces, el propósito de llegar a 2005 con la firma del Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA). En consecuencia, las sucesivas cumbres tuvieron un nivel de conversación muy genérico, con un punto focal centrado en ese tratado, para crear las condiciones para la concreción de esta negociación hemisférica. Pero desde que en 2005 fue sepultada la iniciativa, la Cumbre perdió su foco central, su eje temático. Y ese hecho no obedece sólo a la negativa latinoamericana, sino a la menor disponibilidad interna de parte de Estados Unidos, con un poder legislativo muy reacio a ratificar nuevos compromisos comerciales.

¿Entonces?
El corazón de la agenda interamericana quedó debilitado y así se llegó a 2009. El encuentro en Trinidad y Tobago expresó tanto una expectativa como una frustración. En teoría, iba a ser la Cumbre que mostrara el talante a favor de un nuevo diálogo entre la región y Estados Unidos, promesa representada en la figura de Barack Obama. Se esperaba que esa reunión inaugurara una agenda más promisoria. Sin embargo, las sesiones abiertas de diálogo entre mandatarios mostraron una diversidad de criterios que difícilmente podían ubicarse en un plano de mínimo consenso. Obama llevó una idea que no prosperó, que consistía en promover un nuevo esquema de seguridad energética, tratando de identificar un nuevo punto focal de las cumbres. Pero la idea del mandatario fue tan vaga como los apoyos que encontró.

¿También significó un modo de abrir el juego para encontrar otras ofertas de petróleo y así debilitar a Venezuela?
Creo que tenía dos objetivos. El primero era mostrar que Estados Unidos tenía ideas atractivas para presentar a la región. Una de las cuestiones clave de 2005, además del fracaso del ALCA, fue la pérdida de capacidad del entonces presidente George W. Bush de encauzar y liderar a los países de la región. El segundo, efectivamente, apuntaba a abrir el compás de interés de Estados Unidos en la cuestión energética. Es decir, por un lado, se pretendía profundizar la relación energética con México, y por otro, con Brasil. Los descubrimientos de los yacimientos de la costa brasileña implicaron que el país vecino jugaría en el futuro un papel significativo. De algún modo, Washington buscaba crear una sintonía con Brasilia, con el fin de acordar algo que los beneficiara mutuamente.

En la Cumbre actual, ¿qué estrategias se pondrán en marcha?
Ésta va a ser una Cumbre notablemente anodina. Por lo tanto, no hay que tener grandes expectativas. Pero puede haber elementos de cierta sorpresa. Dudo de que provenga de parte de Estados Unidos, sino que vendrá de parte de los países de la región. Por ejemplo, qué va a pasar con el tema de Cuba, o qué va a pasar respecto del paradigma vigente en materia de la lucha contra las drogas.

Que se planteen temas que ponen a la defensiva a Estados Unidos, ¿implica cierta madurez en la autonomía de la región?
En el caso del cuestionamiento hacia las políticas represivas contra el narcotráfico, diría que, más que osadía, lo que se ve en Centroamérica y en países de América del Sur, como Colombia, es una doble sensación de frustración y fatiga. Además, el enfoque crítico tiene consenso porque lo que se denominó como "guerra a las drogas" tenía su epicentro en la región andina, pero hoy es un tema que cubre toda la región. Actualmente, las secuelas de las políticas coercitivas, punitivas, draconianas, que en su mayoría han sido estimuladas por Estados Unidos, y aplicadas por los gobiernos, muestran rendimientos cada vez más decrecientes. En consecuencia, la realpolitik de la región demanda colocar este tema en el centro de la agenda, a pesar de Washington. Asimismo, no creo que el gobierno de Obama quiera reemplazar aquel foco que se perdió con el ALCA por el tema drogas.

¿Por qué no es conveniente para Estados Unidos?
Porque detrás de este tema aparecerían otros asuntos que son muy complicados y que tienen que ver con los métodos utilizados para combatir el narcotráfico. Por ejemplo, la depredación ambiental, producto de las políticas de fumigación a los cultivos ilícitos; la militarización en el combate contra las drogas que involucra cada vez más a las fuerzas armadas; las violaciones sistemáticas de los derechos humanos como consecuencia de las acciones de represión y coerción. Entonces, el tema de la droga no es simplemente un tema vinculado a una sustancia ilícita, sino que si la discusión realmente se abriera, generaría una polémica mucho más honda.
Por otra parte, se instaló la idea de que ésta iba a ser la última Cumbre sin la presencia de Cuba. 
Sí, el grado de irracionalidad con que Estados Unidos ha mantenido su política hacia Cuba es reconocida no sólo por la región, sino globalmente. Las resoluciones anuales que se presentan en la ONU en contra del bloqueo ya son abrumadoras, con más de 180 países que votan consistentemente desde hace años contra una política que sólo tiene razón de ser en Estados Unidos y que es producto de los lobbies domésticos, regionales y estaduales, como los de Florida, Nueva Jersey, o de minorías como los cubanoamericanos. Sin embargo, esa política norteamericana no tiene sentido ni practicidad ni horizonte de ser. En este tema, Estados Unidos está genuinamente aislado.

¿Qué puede pasar entonces?
Estados Unidos va a buscar que el texto final refleje algo vinculado a ciertas condiciones que Cuba debería cumplir para el ingreso a estas cumbres. No creo que Obama quiera abrir una brecha político-electoral con costos internos, porque se encuentra en un año de campaña, en el que el voto de Florida va a ser muy importante. Por otra parte, sería inconsecuente que Obama firmara algo que muestre un grado de liberalidad y apertura frente a Cuba en momentos en que su política exterior hacia la Isla no ha cambiado.

¿Es conveniente para América Latina estar fuera de los focos de atención más importantes de Estados Unidos?
Seguramente, esta no ubicación prominente en el radar de Estados Unidos amplía a los países de la región el margen de acción y de maniobra. Hoy, América del Sur en particular potencialmente goza de un margen de autonomía mucho más alto que en cualquier momento de la Guerra Fría y muchísimo más alto que en la década del noventa, cuando la mayoría de las políticas comerciales, y las de otro tipo, se ajustaban a las directivas de Estados Unidos. Ahora bien, este panorama también tiene consecuencias negativas.

¿Cuáles son?
Mientras la agenda política norteamericana dirigida hacia la región se ha ido limitando, porque hay grandes disensos como ocurre con el caso de Cuba y la agenda comercial tuvo un freno importante con la caída del ALCA; ahora, es el componente militar el que cobra importancia en la relación entre la región y Washington. Los actores que ganan visibilidad son, entonces, el Pentágono y, en particular, el Comando Sur.

¿Cómo se evidencia esa situación?
En primer lugar, en el caso de México y en la militarización creciente de ese país exigida por Estados Unidos. O en la decisión de restablecer, hace un par de años, la Cuarta Flota, que había estado desactivada desde 1950, y que no tiene estratégicamente ninguna razón de ser. También, en la idea más reciente de modificar la Junta Interamericana de Defensa en una línea problemática, en la que se borrarían las diferencias entre fuerzas armadas y defensa externa, y entre policía y seguridad interna. Además, en el hecho de que es más frecuente que en las agendas bilaterales se discuta si Estados Unidos desmantela o abre o cierra bases en tal o cual país. Entonces, si esos temas van a dominar la agenda estamos en un grave problema. La asimetría de poder en este sentido, como se sabe, es notable.

La Argentina buscará llevarse de esta Cumbre una declaración a favor de su reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas. ¿El tema puede adquirir una notoriedad renovada, en el contexto del trigésimo aniversario de la guerra?
Creo que no hay que esperar nada más allá de lo que han sido los pronunciamientos generales en el seno de la OEA, a los cuales se han atenido países como Estados Unidos y Canadá. Puede haber una actitud que propicie el diálogo, pero no creo que vaya a haber una resolución que remita a la militarización desenfrenada del Atlántico Sur. En síntesis, no creo que esta Cumbre sea el epicentro de un viraje en la concepción de la cuestión Malvinas. Lo que sí considero es que nuestro país va a tener una oportunidad más amplia desde el 1º enero de 2013, cuando la Argentina ocupe un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU durante dos años. Ése va a ser el caso testigo de cuán lejos el país puede llegar con el tema Malvinas en el ámbito internacional.


EL ROL DE OBAMA
Hace cuatro años Barack Obama representó una esperanza de cambio, que luego se vio frustrada. ¿Cómo analiza la relación actual entre Estados Unidos y la región?
Diría que el dato más elocuente e importante es más estructural que coyuntural, que no remite a las personas o a los mandatarios sino a las condiciones objetivas de largo plazo. Y es que Estados Unidos es cada vez menos central para nuestros países, que tienen hoy un grado de diversificación en sus vínculos económicos, comerciales, tecnológicos y militares que hace que no todo pase por Washington. Esta tendencia se observa mejor en el caso Sudamérica, aunque no tanto para Centroamérica. Otro elemento a destacar es que hay una suerte de constante y notable desinterés y desdén hacia América Latina. Tanto de parte de los republicanos como de los demócratas, durante el último siglo, con episódicos matices. Y esto no ha cambiado con Obama, pese a que se vive la paradoja de que Estados Unidos cada vez se latinoamericaniza más.

¿En qué sentido?
Por un lado, es muy importante la población migrante de origen latinoamericano que llega a los Estados Unidos. Además, es importante la forma en que la región y su cultura inciden en la vida cotidiana de los estadounidenses. Por otra parte, existe toda una red de empresas, actores sociales, ONG, que tienen muchísimos vínculos con contratantes en el país del Norte. También el voto latinoamericano en ciertos Estados es crucial. Con todo, América Latina no aparece en el radar de Estados Unidos. Ahora, la pregunta fundamental que nos tenemos que hacer es:

¿Necesitamos estar en el radar de Estados Unidos? Probablemente no.

¿Esa pregunta se podría aplicar a todos los países de la región?
Algunos países van a tener la presencia más directa de Estados Unidos, como es el caso de los que integran en la parte Norte de América del Sur, Centroamérica, el Caribe y México.
http://www.revistadebate.com.ar/2012/04/13/5305.php

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