En los medios

Clarín
23/03/24

Camila Perochena: “En los usos políticos de la historia hay una distorsión del pasado que pretende iluminar el presente”

Camila Perochena, profesora de las Licenciaturas en Historia y en Ciencias Sociales, fue entrevistada sobre los usos de la historia en los discursos políticos argentinos.

Por Damián Toschi

De Alfonsín a Milei. “Hay dos regímenes memoriales: uno de consenso. Otro cimentado en el conflicto“, dice Perochena. Foto Maxi Failla´


En este diálogo con Clarín, la historiadora Camila Perochena reflexiona sobre la utilización de la historia en los discursos políticos argentinos. También analiza las interpretaciones del pasado que hicieron los presidentes desde 1983 hasta hoy.

-¿Cómo interviene el relato histórico en el discurso político argentino?

-Creo que se debe hacer una distinción entre historia y memoria, es decir, una cosa es la representación del pasado que hacen los historiadores, las interpretaciones del mismo a las que recurren, que está más relacionado con lo que podríamos llamar la historia. Ahí hay reglas metodológicas, uso de fuentes, chequeo de información. Tiene una aspiración de verdad. Otra cosa son las representaciones del pasado que hacen los políticos desde el discurso. La gran mayoría de los políticos hacen usos del pasado, utilizan la historia, hablan sobre representaciones del pasado. Cuando lo hacen, no aspiran a lo mismo que un historiador, es decir, no buscan una verdad o dar una interpretación correcta del pasado, sino que tienen un objetivo más emocional, identitario. Pretenden generar identificaciones. Hay una aspiración más militante e identitaria, que caracteriza a ese uso del pasado, y podríamos denominar memoria. Ya desde el siglo XIX se puede ver cómo los políticos han recurrido a usos de la historia para poder gobernar.

-Y ese uso de la que los políticos hacen de la historia ¿en cuánto iluminan o distorsionan los hechos?

-Distorsiones hay necesariamente porque son discursos que no aspiran a una verdad. No están hechos para una tribuna de especialistas, sino para una audiencia de seguidores o para las personas con las que se quiere confrontar. Al ser discursos históricos que están hablándole al presente, dicen mucho más del presente que del pasado. En ese sentido, no iluminan el pasado histórico, no permiten, necesariamente, conocerlo mejor. Más bien, dejan ver cómo esos políticos entienden el presente y la política. Lo que ellos nos dicen de la historia habla mucho más sobre sus concepciones sobre la política, la democracia, la libertad, que del pasado en sí mismo. Hay, entonces, una distorsión del pasado que busca iluminar el presente.

-En esa resignificación de la historia ¿qué pasó desde Raúl Alfonsín a Javier Milei?

-Alfonsín reivindica el momento fundacional de la Constitución Nacional de 1853. Eso se debe a que gobierna en un contexto de transición democrática. Por eso también recita el preámbulo constitucional. Trata de diferenciarse del período de las guerras civiles del siglo XIX, buscando rescatar y revalorizar la democracia como procedimiento. En ese sentido, el Estado de derecho y la Constitución son normas fundantes para la convivencia entre los argentinos. Además, para Alfonsín la Argentina “se jodió” con el golpe de Estado de 1930. A su juicio, ese fue el punto de quiebre. Había ahí un uso del pasado en clave democrática, constitucional, que busca ir a los consensos. Alfonsín es un pluralista memorial. Si miramos a Carlos Menem, después de asumir, decide repatriar los restos de Juan Manuel de Rosas. También se abraza con el Almirante Isaac Rojas, participante del Golpe de Estado de 1955. En el uso del pasado que hace Menem, la idea de reconciliación es muy fuerte. Eso se ve cuando habla del siglo XIX y, por supuesto, con los indultos a los militares. Esto cambia radicalmente con el kirchnerismo. De hecho, hay dos regímenes memoriales: hasta 2003, uno conciliador, de consenso. Después empieza otro cimentado en el conflicto, que se inicia con Néstor Kirchner y se profundiza mucho más con Cristina Kirchner, a partir de 2008. Ella va a buscar a sus amigos y enemigos del presente en la historia argentina. Pretendiendo una ruptura con el pasado, va a asociar a los grandes medios de comunicación y al Poder Judicial con las dictaduras; a los sectores agroexportadores con la argentina del centenario. Al mismo tiempo, buscando una continuidad histórica, asocia al kirchnerismo con los revolucionarios de mayo de 1810. También reivindica al rosismo y, de igual manera, a la juventud militante de los años 70’. En todos los casos, el pasado se divide entre buenos y malos. Se trata de rastrear la polarización del presente en el pasado. Frente a eso aparece Mauricio Macri, cuya reacción es inversa: no habla de storia. En su mirada ideológica, para refundar la Argentina hay que dejar el pasado atrás. Algo así como romper con el antiguo régimen. Alberto Fernández, al no tener en claro su identidad, hizo un uso del pasado muy volátil. Por su parte, Javier Milei hace un uso muy fuerte de la historia. La reivindicación está puesta en la segunda mitad del siglo XIX y hasta 1916.

-¿El Presidente tiene idealizada la Argentina de ese período?

-La Argentina del siglo XIX es un país que logra un crecimiento económico muy importante, pero no es la primera potencia mundial como dice Milei. En aquel tiempo, los líderes políticos e intelectuales tuvieron un discurso basado en el consenso liberal. La Argentina era liberal pero no libertaria. Y fue así porque todos los liberales de ese momento eran conscientes de que tenían que construir el Estado, armar una burocracia estatal, un sistema impositivo y ejercer el poder. Hay otra diferencia con el libertarianismo: para aquellos liberales, la escuela pública era el motor del progreso. En eso acordaban Sarmiento, Avellaneda, Roca. Entonces, aunque no lo dice, Milei debe tener dificultades para tratar entender el lado estatalista que tenían los liberales del siglo XIX. Pero hay otro punto central en el uso del pasado que hace Milei: dice que la Argentina “se jodió” en 1916.

-Curiosamente cuando por primera vez surge un presidente electo por el voto universal…

-Sí, el voto universal, secreto y obligatorio. Ahí existe una tensión. Lo que Milei está queriendo decir es que no hay compatibilidad entre la democracia de masas y el liberalismo. Es decir, el único momento en el que se pudo construir una Argentina liberal fue cuando las masas no habían entrado todavía, mayoritariamente, a la política. Esta concepción antidemocrática también puede verse en su interpretación de la última dictadura y la transición. En el debate presidencial sostuvo que no se trató de terrorismo de Estado sino de una “guerra”. Esa visión rompe con el consenso del “Nunca Más” inaugurado en la transición democrática.

-¿Es un nuevo revisionismo histórico?

-No diría que lo de Milei es un nuevo revisionismo. Ahora, desde la transición democrática hacia atrás, su interpretación del pasado, hecha desde el poder presidencial, sí resulta novedosa en términos históricos.