En los medios

Ñ
8/03/24

Vidas públicas y privadas de primeras damas modernas y poderosas

Paula Bruno, profesora de las Licenciaturas en Historia y en Ciencias Sociales, escribió sobre la creciente gravitación política de la figura de la primera dama en el mundo.

Por Paula Bruno


Eva Duarte de Perón junto a Golda Meier ex primera ministra de Israel en 1951.


El éxito de ventas de la obra autobiográfica de Michelle Obama, Mi historia, el impacto del documental The Lady Bird Diaries (sobre la esposa de Lyndon B. Johnson) realizado por Netflix, y la buena recepción de la película Jackie (acerca de la vida pública de Jacqueline Kennedy) protagonizada por Natalie Portman son solamente algunas pistas que muestran el interés que la figura de la primera dama presidencial genera en amplias audiencias americanas. En países en los que las monarquías no tienen un rol en la vida pública, de alguna manera, las figuras de primera dama reemplazan en la agenda de noticias y chismes a las princesas, reinas y otras mujeres de las cortes reales.

En América Latina, la relevancia de la figura de las primeras damas a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX es un tema que no ha concitado atención extendida. Existen algunos textos preliminares, pero pocas mujeres presidenciales de esta época han sido abordadas por los especialistas.

Para la segunda parte del siglo XX, quizás haya sido Eva Perón la esposa presidencial que ha llamado más sistemáticamente la atención y ha funcionado como modelo de inspiración para otras mujeres que ocuparon el mismo rol en décadas posteriores a la de su trayectoria, como muestra el libro Se hace la Evita: Las otras primeras damas peronistas, compilado por Carolina Barry (2021).

La atención en las primeras damas se consolidó luego de la Primera Guerra Mundial. El conflicto bélico abrió una nueva etapa para la irrupción de las mujeres en la escena pública a escala transnacional. Presentes en las primeras líneas del frente en roles del servicio militar, esposas de soldados que luchaban en distintos territorios, pacifistas o antimilitaristas, y trabajadoras que fueron incorporadas a mercados laborales carentes de hombres, devinieron visibles en espacios de la vida pública y relacional que antes no habían contado con ellas.

Las mujeres de la belle époque, sus códigos de conducta y roles de género parecían haber quedado atrás en el período de posguerra para dar paso a las “mujeres modernas” que bregaban por derechos políticos de participación y reivindicaban nuevos modelos de femineidad.

Durante la guerra, también el rol de mujeres públicas asociadas a la vida política de las naciones se transformó. En los circuitos diplomáticos, por ejemplo, se abrieron posibilidades para el ingreso de las mujeres a los servicios exteriores. Asimismo, las esposas de diplomáticos, presidentes y primeros ministros asumieron otro tipo de visibilidad. Edith Wilson, primera dama de Estados Unidos entre 1915 y 1921, y Louise Poulain d’Andecy, esposa de Henri Poincaré, entre otras, comenzaron a captar la atención de los medios de prensa, a ser fotografiadas en conversaciones diplomáticas y situaciones afines.

Como puede constatarse en periódicos y revistas de época, antes de la contienda bélica las fotografías oficiales y de circulación mediática de la diplomacia tenían predominancia masculina. Después del conflicto, sin embargo, el cambio es notorio: primeras damas, esposas de diplomáticos y otras figuras fueron puestas en escena para contrarrestar ideas sobre la masculinidad y la violencia como motores de la contienda. La guerra dio paso también a un protagonismo femenino altamente asociado a la caridad y a las labores de enfermería y asistencia de mujeres públicas en los frentes de guerra. Las primeras damas se sumaron al reforzamiento de este protagonismo femenino y devinieron en ocasiones referentes de la Cruz Roja, entre otras acciones.



Eleanor Roosevelt sostiene un cartel con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948).

En Estados Unidos, estas figuras han sido objeto de estudio desde hace varias décadas. En el mercado editorial se publican, de hecho, numerosas biografías y autobiografías de esposas de presidentes. En el mundo académico, existen desde 1980 contribuciones que han propuesto estudiar a las “primeras damas modernas” como Eleanor Roosevelt, Helen Taft, Ellen Wilson y Florencia Harding y analizar algunos roles más ligados a la Casa Blanca redecoración de ambientes, restauración de muebles y cuestiones afines y otros más asociados a la vida política: como los de asesoramiento a sus maridos en temas de organización del gabinete, de política doméstica e internacional.



El flamante presidente Néstor Kirchner y la primera dama Cristina Fernández en 2003. Foto: DYN

Lewis Gould, un estudioso de los matrimonios presidenciales, ha destacado la necesidad de estudiar también las percepciones de los contemporáneos sobre estas mujeres, refiriéndose a cuestiones que a simple vista pueden parecer anecdóticas (como cuando el presidente Harry S. Truman llamaba a su esposa Bess Wallace Truman “la Jefa”) para poder acercarse al reconocimiento de los roles clave que podían tener en la definición de ciertas agendas políticas.

Este autor propuso dejar de lado expresiones como misterio, silencio, “influencia fuera de la vista del público”, y “vidas eclipsadas” para, en cambio, dar paso al estudio de la participación de las primeras damas y pensarlas más allá de sus roles simbólicos y analizarlas como compañeras y socias de los presidentes. También puso el acento en la necesidad de evaluar la trayectoria de figuras que ejercieron roles públicos bien definidos, como Eleanor Roosevelt.

Ella, en particular, encaró varias acciones políticas e inauguró una tradición que los autores llaman “tradición activista” de algunas primeras damas, entre las que se contaría la esposa del presidente Lyndon B. Johnson, Claudia Alta “Lady Bird” Johnson.

Los estudios sobre primeras damas se han enriquecido con los análisis de la “cultura de la celebridad” retomando el concepto del historiador del cine Richard Schickel, ya que las primeras damas devinieron “celebridades políticas” al calor de la ampliación de acceso a la información en revistas de amplia tirada, el cine y la radio en la primera mitad del siglo XX. Así, la atención mediática alcanzó que alcanzó a las actrices y deportistas, llegó también a las primeras damas.

En la misma dirección, autoras como Betty Weinfeld han incitado a pensar a las primeras damas casi como una “invención” de los medios masivos y ha propuesto una tipología de las mismas basada en la forma en que se cubrían sus perfiles, acciones y movimientos. Esta autora propone pensar en la evolución desde el rol de escort, protocolar y sin independencia en el que las primeras damas podían encarnar rasgos de virtuosismo o moral ejemplar asociado al siglo XIX a un perfil definido de primera dama con agencia y agenda propias para el siglo XX.

En suma, el campo de estudios sobre primeras damas y matrimonios presidenciales está abierto y presenta una agenda que podría desplegarse. En ocasiones, se atribuye a estas mujeres roles secundarios, ligados al protocolo, e incluso “decorativos”. Sin embargo, algunos casos muestran el peso determinante de mujeres que ocuparon el rol de esposas presidenciales pero que contaban con una carrera política propia, consolidada al calor del alto grado de exposición pública mientras sus maridos desplegaban sus mandatos, este es el caso de mujeres como Cristina Fernández y Hillary Clinton.

Si se comenzara a pensar de manera más sistemática en la agencia y la agenda de estas mujeres públicas, podrían pensarse las dinámicas del poder desde perspectivas menos sesgadas y limitadas al mundo masculino. El drama político House of Cards, de hecho, ya ha sugerido de qué manera la agenda política de Claire Underwood hacía ver a la de su marido, presidente antes que ella, como limitada y asociada a la “vieja política” en clave nacional, mientras que la suya era audaz hasta la incomodidad y echaba mano de alianzas inesperadas, ciberataques, y otras estrategias más inscriptas en las formas geopolíticas del siglo XXI.