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7/03/24

Javier Milei, los gobernadores y el dilema del prisionero

Pablo Benegas, director del programa Negociación, de Educación Ejecutiva, analizó el proceso de negociaciones entre el Gobierno Nacional y los gobernadores provinciales y lo comparó con el "dilema del prisionero".

Por Pablo Benegas

Javier Milei, los gobernadores y el dilema del prisionero

Presidente Javier Milei. Foto: EFE


Los recortes actuales son un escenario en el cuál ese dilema aparece para el Ejecutivo Nacional y el Provincial con mucha
claridad. ¿Cómo tomamos nuestras decisiones? Muchas veces pensamos en nosotros mismos como decisores racionales. Escarbando un poco podemos descubrir que no es tan así: nuestras emociones alteran las preferencias que tendríamos si fuésemos estrictamente racionales (por ejemplo, el deseo de dañar al otro en represalia puede hacer que nos perjudiquemos a nosotros en el camino o el miedo paralizar una acción necesaria).

A esto podríamos sumarle un segundo nivel donde ubicamos sesgos o mecanismos internos (la aversión al riesgo que puede hacernos elegir algo sub-óptimo, o la necesidad de cuidar nuestra energía mental nos lleva a decidir por automatismos). Ahora, si lográsemos atravesar esta jungla de potenciales descarriladores, en el claro de la decisión racional todavía nos espera un problema: entender el sistema de incentivos y las consecuencias de tomar uno u otro camino.

Por eso hay un área de la matemática aplicada llamada “teoría de juegos” que trata de analizar las interacciones entre estructuras formalizadas de incentivos (los “juegos”). Para decirlo más sencillamente, qué pasa cuando nuestro sistema de toma de decisiones (que hago en esta situación, que hago si el otro hace esto…) se encuentra con el sistema de otro. ¿Cómo se combinan esos sistemas? ¿cuáles son los resultados de acuerdo a cómo sean las decisiones de cada parte? Por eso, en el corazón de la teoría de juegos se encuentra el famoso “dilema del prisionero”, planteado en los años 50, que básicamente describe una situación en la cuál dos prisioneros deben tomar la decisión de si acusarse (no colaborar) o no acusarse (colaborar) en un ámbito en el que no pueden comunicarse entre sí y el resultado del tiempo de condena surge de la combinación de la decisión de cada uno. 

En los 80, un profesor llamado Robert Axelrod vio que esa formulación tenía un límite: se trataba de una única decisión en una interacción única, lo que no refleja muchas de nuestras experiencias, en las que hacer una cosa u otra o responder de una u otra manera afecta las siguientes interacciones con el mismo interlocutor. Si un proveedor se aprovecha de una posición dominante, eventualmente lo cambiaré cuando tenga una alternativa; si una persona me responde preocupándose de detalles que no formaban parte del acuerdo, es probable que confíe en él cuando tenga un proyecto de otras características. Por eso planteó lo que se llamó el “dilema del prisionero iterado”, que es la formulación que nos interesa.



Este viernes todos los gobernadores más el jefe de Gobierno porteño fueron invitados a Casa Rosada, por el "preacuerdo" del Pacto de Mayo. 

Supongamos que un banquero le ofrece a 2 personas darles 3 monedas a cada uno si ambos colaboran y una sola si ninguno colabora. Ahora, si uno de ellos colabora y el otro no, el que no colabora se queda con 5 monedas, mientras que el que colabora no se lleva nada.

Para visualizar el dilema, las opciones quedarían así:

                                                 COLABORA            NO COLABORA

  • COLABORA                          3|3                            0|5
  • NO COLABORA                   5|0                            1|1


¿Qué conviene hacer entonces?

A priori, parece que la opción no colaborativa es mejor: me asegura que -independientemente de lo que haga el otro- yo nunca pierda, e incluso gane. En el peor escenario saco uno donde hubiese sacado cero; y en el mejor gano 5 en lugar de 3. Lo que no contempla esta elección, es cómo el otro va a reaccionar a mi no colaboración. Si no inmediatamente, en las siguientes oportunidades. Si la no colaboración nos lleva a un escenario de una moneda para cada uno, afecto mis intereses, porque podría de forma sustentable llevarme 3 monedas en cada juego. Cuando este ejercicio se repite por 200 jugadas, como propuso Rapaport,
los resultados de ir por un camino o el otro generan diferencias de valor siderales (en un sistema competitivo, los participantes se llevan entre 200 y 250 monedas; mientras que en uno colaborativo, si no llegan al óptimo de 600 monedas, es probable que se ubiquen por arriba de las 450-500 con seguridad).


¿Por qué me parece iluminador este ejercicio?

Vemos en la actualidad una tensión entre el Javier Milei y los gobernadores provinciales por la distribución de los recursos en un contexto de recortes al gasto público. El recorte que se propone Milei implica no sólo que el Estado Nacional se ajuste, sino que también lo hagan las provincias. Los gobernadores imaginan que ese curso de acción termina con ellos posiblemente cuestionados por sus votantes, y tratan de mantener los recursos. La coparticipación de ciertos impuestos y el apoyo legislativo parecen ser las cartas con las que ambas partes juegan a este juego. De nuevo, aparece el dilema para cada parte de esta ecuación. Quiero recordar que, en el dilema, colaborar cuando el otro no colabora puede llevar a grandes pérdidas.


¿Qué sería que Milei se lleve 5 y los gobernadores 0?

El Gobierno Nacional ejecuta su programa íntegro “ganándole a los gobernadores de la casta que se oponían al cambio” y los
gobernadores capitulan pagan un costo político por el ajuste y por la pérdida de imagen. ¿Qué sería que los gobernadores ganen 5 y Milei 0? Se les concede todo lo que piden en términos de coparticipación, no hacen ningún cambio estructural en sus provincias y se intenta hacer el ajuste sólo en aquellos conceptos que se le puede achacar “al insensible Gobierno Nacional”. Pero es
poco probable que eso pase porque, ante una contraparte que no colabora, yo pierdo el incentivo a colaborar. ¿Cuál es el escenario más probable?: judicialización de los aumentos o recortes, parálisis legislativa, ahogo financiero, acusaciones directas por distintos medios, movilización social, desconfianza en la capacidad de la política, riesgo país más alto... Pero cada uno lo cuenta desde su lado: la casta es más casta; la motosierra vino por todos. Uno a uno.

¿Podrán generar un sistema de 3 monedas para cada uno? ¿un sistema donde no se llevan todo lo que podrían pero que, al ser sustentable, les permite acercarse más a sus objetivos en el mediano y largo plazo?


Para ese camino, el dilema del prisionero nos deja algunos aprendizajes:

  1. No mirar como suma cero lo que no lo es: muchas veces se compara la política con el ajedrez, donde cada uno debe ver cómo mover las piezas, pensando en cómo las va a mover el otro, sabiendo que el objetivo es ganarle. Pero el ajedrez es un juego de suma cero, donde todo lo que gana uno lo pierde el otro. Pero la política dista de ser un juego de suma cero y se asemeja más al dilema del prisionero: lo que hace una parte genera una reacción de la otra. Hay sistemas más efectivos y menos efectivos. Lo que vemos es que un sistema donde no exista colaboración es poco efectivo; cada parte está peor de lo que podría estar, aun cuando “le gane a la otra” por algunos puntos.
  2. La colaboración no nace necesariamente de la amistad: uno puede colaborar no necesariamente porque sea más generoso o mejor persona, sino porque tiene una mejor comprensión de su propia necesidad. Cuenta Axelrod que en la primera guerra mundial se desarrolló en la primera línea de trincheras el sistema de “vive y deja vivir” que consistía en no tirar a matar, esperando que el enemigo entendiese el mensaje e hiciese lo mismo. El otro podía aprovechar la situación para generar más bajas en el ejercito enemigo, pero el sistema se rompía y al final iba a tener más bajas propias que en el sistema inicial. Aun en el más violento de los conflictos, enemigos directos desarrollaron un sistema que veían como más beneficioso para ambos (aunque estuviesen desobedeciendo las ordenes de sus propios altos jefes).
  3. Los escenarios no siempre “se dan” sino que se construyen: las propias acciones pueden generan imitación o reacción y por eso se puede proponer dinámicas; que uno puede ganarle al otro pero ganar menos de lo que hubiese ganado en otro sistema. Y que es importante a veces que el otro pueda visualizar los costos de la no colaboración para que colaborar forma parte de su sistema de incentivos. 

Planes que no contemplan lo que el otro va a hacer para defender sus intereses son malos planes y el resultado final de una interacción es de valor variable, de acuerdo a lo que hagan los que forman parte de la negociación. Esperemos que los involucrados en la toma de decisión de estos tiempos tan difíciles así lo entiendan.



Pablo Benegas.