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25/02/18

Las trampas en el discurso político

En "Malversados", del profesor de la UTDT Ezequiel Spector, quedan al descubierto quince falacias muy usadas en los debates políticos argentinos, que dañan a la democracia y la ciudadanía.

Por Nicolás Munilla

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Hace años que en la Argentina se critica la falta de argumentos en las discusiones políticas, desde charlas de café entre amigos hasta debates legislativos en el Congreso de la Nación, lo que refleja una carencia discursiva que excede ampliamente a los ámbitos académicos e intelectuales y supone una muestra del bajo nivel de maduración democrática de nuestro país, ya que el debate político es uno de los pilares esenciales de la institucionalidad y la ciudadanía.

Dicha problemática está centralizada en la utilización cotidiana de las ‘falacias lógicas', aquellas trampas argumentativas que distorsionan la verdad y los hechos en pos de facilitar una desviación del discurso y en evitar el ejercicio dialéctico del que puedan surgir conclusiones satisfactorias.

Malversados libro

Con esa concepción, el abogado e investigador Ezequiel Spector revela en Malversados(Sudamericana) los recursos retóricos engañosos más habituales y peligrosos que se expresan en los debates políticos del país, y además proporciona las herramientas necesarias para identificarlos, como también para dejar al descubierto a quienes buscan embaucar a los ciudadanos con sus artimañas.

A través de explicaciones teóricas sólidas y consistentes, ejemplos didácticos y sencillos, y un lenguaje práctico y lúcido, en este ensayo político-sociológico quedan expuestas quince falacias que se ‘apoderaron' del debate político y desviaron los discursos de la lógica de la argumentación. Entre algunas de ellas encontramos la falacia contra la persona, la falacia del falso dilema, del razonamiento blindado, de la apelación a la fe, de la ambigüedad y del espantapájaros.

Spector señaló a MDZ que "el debate público en Argentina tiene serias falencias, que se acentuaron en los últimos años", aunque aclaró que "no es un fenómeno propio de nuestro país, sino que es un rasgo común de las democracias modernas".

De hecho, en Malversados, Spector esgrime que los debates contribuyen enormemente a la vida política. Sin embargo, también pueden sacar a la luz nuestras miserias. [...] No es sorprendente, entonces, que ellos pongan en evidencia las deficiencias de la práctica argumentativa de un país.

Para el investigador y profesor de Derecho en la Universidad Torcuato Di Tella, el bajo nivel del debate público causado por la proliferación de las falacias es una preocupación a la que debería prestarse atención por fuera de los ámbitos intelectuales: "Cuando un debate se encuentra impregnado de falacias, habrá serias confusiones acerca de qué políticas públicas son mejores para el país. Si las propuestas que triunfan no son las mejor respaldadas por evidencia, sino sólo las más atractivas, la calidad de vida de la gente será tarde o temprano afectada".

"Cuando un político da un discurso utilizando engaños retóricos y logra convencer al pueblo de lo que quiera, queda el camino allanado para que el político pueda hacer prácticamente lo que desee sin que el pueblo se queje", advirtió.

Más allá de que el uso de las falacias esté vinculada a comportamientos intencionados por parte de los políticos y sus asesores (conductas que se repiten en militantes, formadores de opinión y gente común) o sea consecuencia de una degradación del debate frente a otros métodos comunicativos más simples, cuya frecuencia e intensidad tal vez dependa de las circunstancias específicas del exponente, Spector consideró que este problema es "propio de un sistema educativo que no le da mucha importancia a la lógica y la argumentación" y a su vez subrayó que "en general, las escuelas y universidades no entrenan a los estudiantes en el arte de la argumentación clara, y en identificar errores lógicos en los discursos que dan otros", lo que "genera debates políticos que ciertamente dejan mucho que desear".

El éxito de las falacias

Que las trampas argumentativas sean fervorosamente explotadas en los coloquios de índole político quizás es menos llamativo que su eficiencia a la hora de tentar y convencer a los ciudadanos; incluso aquellas falacias que son escandalosamente obvias pueden persuadir a no pocas personas y atraerlas a espacios o ideologías partidarias que no necesariamente estén en sintonía con los estándares democráticos aceptables.

Spector señaló a MDZ que "una falacia por definición es persuasiva", dado que "apela a ciertos aspectos de la psicología humana para nublar la razón". En ese sentido, "tienta a la mente a pensar no en términos de evidencia, sino de otras consideraciones".

Intratables

Un ejemplo de ello es la falacia contra la persona (ad hominem), dado que "se aprovecha del hecho de que la gente tiende a confundir la calidad de un argumento con la persona que lo esgrime. Entonces se señala algún rasgo negativo de la persona para que la audiencia no le otorgue valor a lo que dice", indicó. En el libro, el autor señala que la desacreditación es una estrategia psicológicamente efectiva, sobre todo cuando se apela a hechos de la vida privada de los individuos. Es un recurso que funciona, pero [...] es completamente engañoso.

De todas formas, la efectividad de las falacias es más notoria en lo relacionado con lo gubernamental, mientras que en otros ámbitos su efecto es muy limitado y, en muchos de esos casos, termina siendo contraproducente para quien lo usa. Spector aborda este escenario al analizar la denominada 'falacia de Perogrullo', es decir, la trampa de expresar ideas vacuas pero con el énfasis propio de quien dice algo importante: "La pregunta que me hago es por qué nos dejamos seducir por estos mensajes vacíos de contenido cuando provienen de un político, pero no cuando vienen de un médico o del administrador de un consorcio".

"Si un candidato nos dice 'Desde nuestro espacio político proponemos un plan integral de seguridad que requerirá un esfuerzo conjunto entre las provincias y la nación', se lo dejamos pasar e incluso podríamos tomarlo como algo sensato. Ahora, si vamos al médico con ciertos síntomas sabiendo que tenemos alguna enfermedad, y después de hacernos estudios éste nos manifiesta 'Tenés una patología que está afectando tu salud. Te curaremos con un plan integral que incluirá el trabajo de varios médicos', pensamos ‘este tipo me está tomando el pelo; ¿por qué no me habla de forma más precisa?'", ejemplificó.

Quizás se trata de una cuestión relacionada con la individualidad y el egocentrismo natural de los seres humanos. Sobre los motivos de esas diferencias, Spector explicó que, posiblemente, "en el ámbito político uno tiene menos incentivos para analizar lo que dice un candidato, porque en última instancia el voto de uno no determina en absoluto el resultado final de la elección. Al no ser decisivo, la preocupación por un análisis detallado disminuye", mientras que "en la vida cotidiana de las personas es todo lo contrario: la decisión de con qué médico atenderme, qué auto comprar, qué departamento comprar o alquilar, etcétera, sí determinará nuestro futuro. Ahí sí nuestras decisiones son las que determinan el resultado".

La falacia que enciende el populismo

Si hay algo sobre lo que la sociedad argentina conoce muy bien es la idolatría a sus líderes políticos, un fenómeno acentuado por la centralidad institucional del poder que recae en los jefes ejecutivos (presidente, gobernadores, intendentes), la verticalidad de los espacios partidarios, y la injerencia y manipulación sobre aspectos socioeconómicos que facilitan dicha tendencia.

Pero lo que termina marcando el pulso del ‘populismo' es la oratoria del líder. En esa línea, la falacia de la apelación a la fe, marcada por Spector en su trabajo literario, es un componente crucial: busca el factor emocional en los ciudadanos y tiende peligrosamente a construir un discurso de índole populista.

Esta trampa argumentativa elabora una 'cadena del discurso único' que conlleva a la futbolización de la política, según plasmó el letrado en su ensayo: La pasión, la fe y el optimismo son todo lo que se necesita. No importa cuántas evidencias de mal desempeño o de corrupción haya. La idea es que hay que apoyarlos. Por eso mucha gente dice: ‘yo lo banco', pretendiendo que ésa sea una respuesta relevante ante las críticas. Tampoco importa, por supuesto, lo que hagan figuras o agrupaciones políticas rivales. La premisa es siempre estar en su contra, aunque ello implique utilizar afirmaciones mentirosas.

"Hay un peligro grande en que los dirigentes de la política se conviertan en ídolos, a los cuales uno les cree independientemente de la evidencia que haya. Para que la democracia funcione hace falta un pueblo despierto, que valore la evidencia y no que se deje seducir por políticos carismáticos. El ciudadano debe controlar al político, no rendirle pleitesía", aseguró Spector a MDZ.

"Cuando la fe invade la razón, la democracia se deteriora. En el terreno político, la fe no puede reemplazar a la argumentación racional", remató.

Atento a las experiencias históricas, y sin dejar de resaltar que en la Argentina "ahora no estamos cerca de ese tipo de escenario", Spector aseveró que "ningún político nos va a traer la receta mágica". "No pasará nada grave por entonar un cántico a favor de un dirigente. Pero cuando esta actitud abarca a muchas personas, y se extiende en el tiempo, empieza a haber un peligro concreto para la democracia", agregó.

La falacia más violenta

Mencionada anteriormente, la 'falacia contra la persona' se ha ‘popularizado' en los últimos años y es sistemáticamente utilizada en los debates políticos. Su ímpetu e impacto en la opinión pública la convierte en una de las artimañas más violentas.

Es una de las pocas trampas argumentativas que requiere agredir, en mayor o menor medida, al interlocutor. Si estas falacias están notoriamente presentes (como de hecho lo están en la Argentina, y en general en Latinoamérica), entonces hay un clima de agresividad bien definido, señala Spector en su libro.

Un claro ejemplo que el autor de Malversados brindó a MDZ tiene como víctimas a los trabajadores de prensa: "Una acusación muy conocida hacia los periodistas críticos de los gobiernos es: ‘Lo que decís no merece ser ni considerado; vos no hablás desde una perspectiva neutral, sino que te paga un medio por hacer críticas'. Así de persuasivo como puede sonar, es completamente falaz. Un medio puede pagarle a un periodista por tener una actitud crítica, y esto es 100% compatible con que el periodista haga buenas críticas; tal vez porque es muy bueno encontrando defectos en decisiones gubernamentales; o quizás porque el gobierno hace las cosas muy mal y da muchas razones para criticarlo. Quién me pague es irrelevante a la hora de evaluar la solidez de lo que digo".

También esta falacia quedó muy en evidencia en la campaña electoral de las elecciones legislativas del año pasado: Lo que en ese momento se llamó ‘campaña sucia' consistió en operaciones políticas para desprestigiar, de diversas formas, a algunos precandidatos [...] Durante esos meses, fue usual que, lejos de debatir ideas y propuestas, varios políticos terminaran discutiendo sobre las características personales de sus oponentes.

La importancia de detectar y refutar

A lo largo de Malversados, Spector expresa continuamente la necesidad de contar con las herramientas y capacidades suficientes para reconocer las falacias lógicas en los debates políticos, por lo que el texto se convierte en una guía útil cuyo objetivo final es contribuir a mejorar la calidad del debate público y a fortalecer, en definitiva, los pilares democráticos.

Cada capítulo cierra con las consideraciones finales sobre la falacia expuesta, por lo tanto además de proporcionar un buen resumen de la trampa argumentativa, brinda algunas claves para aprender a detectarla en los discursos. De todos modos, los lectores terminarán entendiendo que el quid de la cuestión reside en aprender los conceptos teóricos y prácticos referidos a esas artimañas (ya expuestos en el libro) y en emprender un entrenamiento concreto para captarlas, tanto escuchando o asistiendo a los debates públicos como participando en foros y coloquios.

"Las herramientas para identificar estas formas de engaño en política son esenciales para hacer valer nuestros derechos. Por lo general, un gobierno que busca venderle a la ciudadanía gato por liebre quiere quitarle algo que le corresponde, algo a lo que tiene derecho. Que la gente tenga las herramientas conceptuales para darse cuenta de esto, la ayuda a ejercer sus derechos", destacó Spector.