En los medios

El Cronista
30/11/17

La creación de empleo en el centro de la política

En el Suplemento Líderes 2018, el decano de la Escuela de Gobierno repasa el futuro del mercado de trabajo en Argentina. En el tope de las prioridades: la formalización, la educación y la reducción de costos

Por Eduardo Levy Yeyati


El 2018 dará un bienvenido respiro al empleo. Si la demanda de trabajo sigue, como es habitual, al nivel de actividad, es de esperar que continúe creciendo, con al menos tres aspectos diferenciadores a considerar: el lugar, el sector y la modalidad de empleo. 

Entre diciembre de 2013 y agosto de 2015, el empleo asalariado privado se cayó y se recuperó, con una ganancia neta de 142.000 puestos. Entre diciembre de 2015 y agosto de 2017, el empleo se cayó y se recuperó, pero el neto fue negativo: 16.000 empleos menos. La diferencia se debió principalmente a dos sectores: Construcción e Industria. 

Pero, mientras la Construcción es hoy uno de los motores de la recuperación y seguirá generando puestos de trabajo formales —y, por las características del sector, también informales—, es improbable que suceda lo mismo en la Industria, donde la competitividad se basa en parte en una mayor productividad laboral. a expensas del empleo industrial concentrado en el Gran Buenos Aires. Así, el empleo probablemente crecerá más en el interior, y en la Construcción y en el Comercio, más propensos a la informalidad y al cuentapropismo. De ahí la importancia de poner la formalización laboral al tope de la agenda política. 

Esta esperada recuperación se combina con una tendencia subyacente: un desplazamiento de la demanda de empleo entre sectores (de la Industria a los Servicios) y dentro de cada sector, inducido por cambios de precios relativos, apertura comercial e innovación tecnológica.

Este desplazamiento, hoy incipiente, será central en las decisiones de política comercial para proteger a actividades intensivas en mano de obra. La decisión ya no es cuánto integrarse al mundo, sino qué tan rápido hacerlo. La evolución del empleo reflejará este timing.

Pero, más allá de este reflejo defensivo y transitorio, la tendencia del empleo dependerá de las "políticas de oferta" orientadas a mejorar la empleabilidad del trabajador. La primera de estas políticas podría resumirse en “más educación”. Por un lado, la educación de los actuales estudiantes (que serán los futuros trabajadores), actualizando los programas de estudio, acercándolos al mercado laboral, y reduciendo el abandono para que nadie quede a medio camino. Por otro lado, la educación de los actuales trabajadores (que ya no volverán a la educación formal y que son los más expuestos al cambio), repensando la formación profesional como aprendizaje permanente e integrándola a los beneficios laborales. Con la lentitud propia de los grandes cambios culturales, la Argentina comienza a moverse en esta dirección, con el sistema de créditos y trayectorias cortas universitarias o las prácticas profesionalizantes en empresas, y con una eventual agencia tripartita de capacitación laboral, todas iniciativas cruciales en el mediano plazo.

La segunda de estas políticas de oferta podría llamarse: "menos costo", que no es lo mismo que menos salario. Acá entran, por ejemplo, los subsidios al empleo (que abaratan el empleo viejo, pero inhiben la rotación) o, quizás más adecuados en nuestro caso, los subsidios a la conversión (que abaratan el empleo nuevo, estimulando la rotación) como los que hoy se están ensayando para sectores reconvertidos. Acá también se insertan las discusiones laborales sectoriales, de las cuales podría surgir un impulso adicional al empleo.

Educación y reducción de costos, sin embargo, no son balas de plata. Una de las conclusiones recurrentes en los encuentros organizados en el mareo de Argentina 2030 es que los programas de promoción del empleo suelen ser menos efectivos de lo que se espera, en línea con lo documentado por estudios internacionales. De este debate surgen posibles explicaciones: la capacitación es de mala calidad; la oferta de habilidades no siempre crea su demanda; los buenos maridajes laborales no abundan (colocaciones "exitosas" de las oficinas de empleos son pronto abandonadas); los nuevos empleos subsidiados duran lo que el subsidio.

Todo esto no implica que las políticas de oferta deban ser abandonadas. Por el contrario, lo más sano es ensayarlas a todas y, dado que muchas adolecen de un diseño defectuoso, evaluarlas y calibrarlas cuidadosamente. Pero lo que estos debates señalan, adicionalmente, es algo que no peo es menos relevante: para crear empleo hay que crear empleos. Se puede crecer sin generar empleo, si los sectores más dinámicos no demandan trabajo, o si este es sustituido por la tecnología. Por eso, lo que esta recomendación "obvia" nos dice es que para generar empleo no basta con políticas de oferta. Hay que estimular una demanda genuina de empleo a través de la promoción del crecimiento de empresas (como con el recientemente lanzado PotenciAR) o de actividades intensivas en mano de obra (como el turismo, la educación, los cuidados, los servicios del conocimiento).

Por todo esto, 2018 será un año bueno, pero también será un año bisagra, de reforma y de experimentación, que cifrará las condiciones para que el crecimiento del empleo consolide su primera racha ascendente en muchos años.