En los medios
El delicado papel de la Argentina
"Lanzar a los militares en la lucha contra el terrorismo es injustificado, disfuncional y peligroso", afirma el profesor plenario de la UTDT.
El triunfo legislativo de Cambiemos parece querer llevar al presidente Mauricio Macri a acelerar una serie de reformas que durante el último semestre se fueron anunciando de modo dosificado. La ampliación de las misiones de las Fuerzas Armadas, incluyendo su activa participación a nivel interno e internacional en el combate contra el terrorismo, es una de ellas. El mensaje de altos funcionarios de Pro ha sido que existe la voluntad política de establecer primero decretos y modificar leyes después para borrar la estricta frontera entre la seguridad y la defensa que ha sido un pilar del consenso democrático desde 1983. Una parte, aún minoritaria, de la UCR -el partido que fue uno de los arquitectos de las leyes sobre defensa, seguridad e inteligencia- estaría interesada en revertir lo acordado social, política y jurídicamente entre 1988 y 2001. Algunos militares activos, oficiales retirados y expertos civiles están entusiasmados con la iniciativa.
Por supuesto que no se trata de ser pasivos ni ingenuos frente al tema. Es claro que se deben adoptar desde el lado de la diplomacia, la seguridad y la inteligencia las medidas que prevengan y desmantelen operaciones terroristas. Sin embargo, lanzar a los militares en la lucha contra el terrorismo es injustificado, disfuncional y peligroso. Primero, en la Argentina aún están impunes los dos atentados sufridos en 1992 y 1994; el país está en la lista de "países principales" en cuanto al lavado de dinero (útil para narcotraficantes y terroristas) según el informe de 2017 del Departamento de Estado, y ha hiperpolitizado su sistema de inteligencia. Los problemas del pasado vinculados a la permisividad para la acción terrorista no se resuelven ahora introduciendo a las Fuerzas Armadas en funciones que no son de su competencia: se necesitan una inteligencia técnica, unos cuerpos de seguridad reformados, una justicia despolitizada, una estructura financiera realmente regulada y una diplomacia sin vaivenes costosos ni estridencias estériles.
Tercero, es factible que los que aspiran a que los militares "salgan a la calle" para perseguir presuntos terroristas también pretendan sacarlos al exterior para combatirlos. Eso se enmarca en un gradual cambio de las misiones de paz de la ONU, que se están convirtiendo en operaciones ofensivas contra el terrorismo y también en el pedido de Estados Unidos y la Unión Europea (Francia, en particular) de enviar tropas a Malí y la República Centroafricana: dos naciones africanas que viven sangrientos conflictos armados cruzados por motivaciones religiosas y prácticas terroristas. ¿Por qué sumarse a dos escenarios que ya han conocido la baja de cascos azules de la ONU y en los que no hay ningún interés vital en juego? ¿Se trata de asignar labores a militares argentinos en el exterior mientras en lo interno se ajusta el presupuesto de defensa y el reequipamiento de las Fuerzas Armadas se dilata en el tiempo?
Profesor Plenario, Universidad Di Tella