En los medios

El Cronista
17/10/17

Una bala y cuatro frentes: el BCRA pierde credibilidad y no por culpa suya

"Las principales reformas que esta nación requiere todavía ni siquiera han comenzado", opina el director de la Maestría en Finanzas

Por Germán Fermo

Decir que errar la meta inflacionaria del 2017 por 5% es irrelevante, resulta en una afirmación sumamente incorrecta. El primordial objetivo de este gobierno es la consolidación política a través de la provisión de populismo blando, con un preocupante sesgo keynesiano, apalancado en deuda externa e interna. En este entorno, el BCRA parecería quedar sólo en su quijotezca batalla antiinflacionaria. Por momentos, me planteo si no estaremos cometiendo el error de implementar política monetaria “a lo Suiza”, pero sumergida en un sistema altamente keynesiano y populista más parecido a Uganda que al primer mundo. Permanentemente pretendemos ser lo que no somos, cuando en esencia seguimos siendo un pequeño principado africano con ínfulas de grandeza y cortoplacismo alarmante, siempre dispuesto a ser sobornado electoralmente con un shock de consumo. No cometamos esta vez el recurrente error que el triunfalismo político suele acarrear en Argentina. Las principales reformas que esta nación requiere todavía ni siquiera han comenzado y el rebrote inflacionario es sólo un pequeño síntoma de un país inherentemente inviable, esto lo digo a pesar del rebote económico, de las licuadoras y de las cafeteras consumistas que se vienen y ganarán elecciones para Cambiemos. La expansión económica que ya estamos viendo no es sana, proviene de esteroides keynesianos a pleno, con mucha palanca soberana y privada, pero sin reestructuraciones claves todo corre el riesgo de ser efímero como siempre lo fue y sumamente distorsivo, el momento para concientizarse es ahora, inmersos en un positivo momentum político y cuando hay tiempo prudencial para pensar y eventualmente volantear. Todo político que afirme que lo peor ya pasó, miente descaradamente porque si fuese cierto, desterraría la hipótesis del descalabro K, 12 años K no pueden borrarse sólo con un par de rebotes económicos, la larguísima lista de cosas por hacer para retornar a la Argentina al sendero de la normalidad todavía sigue pendiente y nos costará treinta años de esfuerzo.

Los argentinos piden gradualismo en todo y al mismo tiempo claman por desinflación acelerada: como con Messi, criticamos lo mejor que tenemos. Existe una abrumadora inconsistencia entre una política fiscal sumamente expansiva y una política monetaria que intenta ser restrictiva con una sola bala: tasa de interés para un país con limitado desarrollo de su mercado de capitales que debilita incluso, el impacto de dicho instrumento. Con esta sola herramienta el BCRA intenta hacer frente a cuatro ondas expansivas, todas con una raíz común, endeudamiento externo e interno, y con un único objetivo, seguir ganando elecciones. Primero, resulta evidente observar el claro plan keynesiano de obra pública que actualmente se viene ejecutando, los efectos expansivos de esta medida serán elocuentes al menos, por los próximos años, el tiempo dirá si podremos pagarlo. Segundo, el populismo blando sigue estimulando algo que vimos mucho durante el kirchnerismo: consumo; se vienen entonces años en donde el argentino confundido en ideología premiará con su voto, comprarse tres licuadores en vez de una, sin comprender, como siempre es el caso, los mecanismos que financian dicho proceso. Tercero, y potencialmente contundente, estamos inmersos en una clara estrategia de expansión a escala de crédito hipotecario, buscando rebote económico y un rédito político elocuente: “Macri me dio la casa”; en este contexto no me sorprendería observar una intensa “burbujita de real estate” que lleve a los precios actuales muy por encima de su fair value. Cuarto, los agregados monetarios se vienen expandiendo por encima del 25%, incorporando un poco más de rosca a todo el frente expansivo. Siempre hemos sido una sociedad que festeja los rebotes económicos y los shocks de consumo y a la que le gusta desentenderse de las razones que los alientan, lo que hoy estamos viendo no es muy diferente a nuestro pasado peronista. Lo cierto es que detrás de estos cuatro frentes expansivos tenemos deuda externa e interna, aspecto que hoy no es dramático, pero de no corregirse en el mediano plazo probablemente culmine por estrangularnos.

A estos precios, ya no creo en bonos largos a tasa fija. Seis meses atrás comprar un bono argentino a tasa fija que excediera el plazo de un año no me hubiera preocupado, creía firmemente en que el problema inflacionario comenzaría a desvanecerse con el paso del tiempo. Y aclaro, no me preocupa el desvío en la meta del 17 el cual como caso aislado sería anecdótico, sino la desaceleración del sendero desinflacionario que probablemente ocurra a futuro. En esta Argentina del rebote, tengo la sensación de que, trascendiendo a las Lebacs, los bonos a tasa fija están caros y no descuentan un sendero de desinflación que probablemente será bastante más lento del que esperábamos en un pasado no tan lejano y aseguran, por lo tanto, tasas nominales y reales altas por un periodo de tiempo mucho más largo. Como todo en economía, nada es gratis, implicando que la ralentización del proceso desinflacionario estira a la vez un sendero de déficit cuasifiscal que a esta altura es al menos, preocupante. Podríamos incluso considerar al aumento marginal del cuasifiscal como el “precio sombra de la desinflación lenta”. Una cosa era desinflacionar en recesión y otra aparentemente muy distinta, es hacerlo en el contexto de expansión económica actual.

Una mediocridad que ganará elecciones. Cuando se arranca de tan abajo, ser mediocre resulta en una estrategia estrepitosamente rentable desde lo político. Quizá el kirchnerismo recién ahora esté comenzando a comprender que todo el desastre económico que nos dejaron, a la larga está convirtiéndose en el mejor aliado del presidente Macri porque le da contraste, un contraste tan notorio que torna a la mediocridad actual en un equilibrio sumamente superador. Parecería que el reducido grupo más cercano al presidente tiene una vocación keynesiana en la que se basa su principal objetivo: rebotar muy fuerte y ganar las elecciones del 19. En medio de este proceso, si la velocidad de la desinflación termina siendo una víctima del fin supremo, “fortalecimiento político”, no creo que les importe demasiado. Esta mesa chica le ganó la primera gran elección nacional a Macri, y caballo que gana, no se cambia. El populismo blando está dando elocuentes resultados electorales y para una sociedad sumamente mediocre en la lectura de la coyuntura actual e imaginación de la dinámica futura, la ralentización del proceso desinflacionario parecería tener un limitadísimo costo político. En medio de todo esto parecería quedar atrapado un BCRA con excelente gestión, pero limitado sumamente por un objetivo que lo supera a escala: aumentar base política. En este entorno, el carry trade de Lebacs parecería revivir con un brío inesperado: se acercan varios años de tasas altas para una Argentina en donde la desinflación rápida parecería haber quedado relegada a un objetivo de menor rango. Quedarse entonces, amurado en Lebacs cortas y haciendo carry in eternum, parecería ser una estrategia simple y sumamente rentable en promedio. La buena noticia de todo esto es que al menos nos estamos sincerando: seremos gradualmente mediocres en todo, incorporando al club ahora, a la desinflación. Espero que el sendero final de este país pueda resumirse en tres estadios: caos K, mediocridad M y un camino final hacia algo diferente y superador, aunque dudo que ocurra, tengo la sensación de que estamos observando simplemente un cambio de moda: en 2011 era fashion aplaudir al Che, hoy ganan y por un rato, los globos amarillos; ojalá me equivoque. Los argentinos no votan ideologías, sólo votan shocks de consumo; mucho que hoy vota a Macri, ayer votó K, semejante salto de una vereda a otra sólo se explica mediante la hipótesis de suma confusión e incoherencia mental, las elecciones al final de cuentas en Argentina se definen con empleo y consumo.

¿Sistemáticamente por encima de las metas? Esta coyuntura no parecería ser neutral a la credibilidad de un BCRA que representa el único bastión ortodoxo del oficialismo. Errar la meta per sé no es un drama y le ocurre a muchos centrales. De esta forma, la pérdida de credibilidad a la que aludo no es responsabilidad directa de lo mejor que tenemos, el equipo monetario a cargo del BCRA, sino de un gobierno con muy poca vocación para la corrección fiscal y enteramente comprometido en ganar las elecciones del 17 y 19, así funcionan los terruños subdesarrollados. Quizá, ahora se comprenda mejor la aparente lentitud de la desinflación: sólo con la tasa de interés se intenta contrarrestar cuatro fenomenales frentes expansivos. Veo a mucho político de cuarta, ligeramente cuestionando el accionar del BCRA y me permito entonces preguntarles: ¿quieren desinflacionar más rápido?; entonces, ¿se bancan un ajuste fiscal? Pretender rebotar al 4% por varios años y desinflacionar aceleradamente al mismo tiempo, no solo es inconsistente sino, además, altamente improbable. Recuerden: seguimos siendo casi la misma Argentina estructuralmente inviable del kirchnerismo, esa Argentina a la que el oficialismo todavía no se anima a desafiar. En este entorno de reformas pendientes, la desinflación como todo lo demás, será gradual, reflejo del populismo blando y sumamente exitoso desde lo electoral, que ejecuta el presidente Macri. Sería importante sin embargo tener en cuenta que este rebote ganador de elecciones no nos nuble el árbol, sin reformas estructurales será sólo eso, otro rebote más en una larga secuencia de setenta años, peligrosamente apalancado con deuda externa e interna. En el fondo, seguimos siendo un país populista y ¿saben qué?: la desinflación se lleva muy mal con el populismo.

¿Recrudecimiento de la política monetaria? Escucho analistas que frente a la resiliencia que está mostrando la inflación anticipan a un BCRA poniendo mayor presión a lo largo de toda la curva de Lebacs. No creo que sirva para mucho, la pérdida de credibilidad del BCRA no es fruto de su correcto accionar sino del múltiple frente expansivo descripto. Parecería que la gestión del BCRA se diluye frente a un claro plan populista de comprar voluntades a fuerza de shock de consumo, obra pública y crédito hipotecario. Quizá el tiempo de la expectativa de una desinflación rápida ya fue, se viene ahora un oficialismo que se prepara para enfrentar la única elección que importa: 2019, derrotando claramente al peronismo el cual ha sido inoculado con su propio virus: patear la pelota hacia adelante, endeudarnos si podemos, rebotar todo lo que se pueda mientras aguante, evitando en lo posible el costo político necesario para desarmar las múltiples incoherencias estructurales de la economía argentina.