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Bastión Digital
15/08/17

Sin romance: América Latina ante la política exterior de Estados Unidos

Según la profesora de Ciencia Política de la UTDT, si bien la administración Trump "no fijó un plan para América Latina", "en estos ocho meses de gestión se pueden señalar algunas políticas en relación con la región"

Por Rut Diamint
Antes que Obama asuma la presidencia, el Council on Foreign Relations encargó un trabajo a una serie de especialistas de EEUU para que recomendaran políticas correctas para tratar con América Latina. U.S.-Latin America Relations, A New Direction for a New Reality, de mayo de 2008, reconocía que la influencia dominante de Estados Unidos sobre América Latina había terminado, mientras otros países extendieron sus relaciones, especialmente a China. Sugería que para revertir esa tendencia se debía encarar una diplomacia creativa. Se abría una nueva etapa de las relaciones de Estados Unidos y el hemisferio. El Council reconoció que este documento de 104 páginas influenció a la administración Obama.

Si el Council hubiera realizado un documento similar antes de la asunción presidencial de Donald Trump, seguramente su respuesta hubiera sido: “Who cares”. Si hay un primer signo del estilo presidencial es la idea que no le interesan los antiguos compromisos, ni legados. Algo que resulta extremadamente incómodo para la tradición conservadora de Estados Unidos. Además, Trump no fijó un plan para América Latina. No obstante, en estos ocho meses de gestión se pueden señalar algunas políticas en relación con la región.

Primero, varios artículos sobre los iniciales tiempos de Trump sugieren que él privilegia las relaciones bilaterales sobre las multilaterales. En una negociación bilateral el peso de la potencia gana influencia. No se alcanzan los beneficios de la reciprocidad asimétrica, tal como recordaba Richard Feinberg en 2003. Para el presidente de Estados Unidos pesa lo doméstico sobre lo internacional resumido en su frase “America First”. Lo que preocupa de este enfoque no es tanto una retirada de Estados Unidos de la escena internacional como el rechazo de Trump a las normas del sistema internacional. Política nuclear, terrorismo, medio ambiente, ciberespacio, refugiados, son cuestiones en las que el presidente está demostrando una conducta negligente y provocativa que desestima los acuerdos multilaterales. El sistema internacional de Justicia sufre los embates.

Las directivas de Trump se enmarcan en una filosofía opuesta a la administración Obama en el campo internacional. El precoz reconocimiento de Obama como premio Nobel de la Paz condicionó su estrategia internacional. En cambio, Trump, comenzó su presidencia con una reafirmación no sólo del poder de Estados Unidos, sino también de la defensa acérrima del principio de soberanía.

Esto tiene un impacto directo en América Latina. Uno de los avances más logrados de los últimos años en la región fue un leve debilitamiento de la noción de soberanía. UNASUR, Alianza del Pacífico, CELAC, incluso Mercosur, creaban un ejercicio de aceptación de la regionalización, cediendo, por cierto muy tibiamente, algo de soberanía.

Por el contrario, Trump refuerza un supuesto aislamiento y considera a la globalización como un enemigo que debilita a la Nación. La renuncia a la Alianza Transpacífico y a los acuerdos sobre Cambio Climático expresan claramente su posicionamiento internacional.

Además, Trump tiene una clara predilección por fortalecer Estados Unidos por medio del poder militar. El ministro de defensa James Mattis es un general. También es un general retirado Michael Flynn, Consejero de Seguridad, aunque tuvo poca suerte, duró menos de un mes en funciones. John Kelly general del Cuerpo de Marines fue Secretario de Seguridad Nacional desde el inicio de la presidencia y desde fines de julio fue nombrado Jefe de Gabinete de la Casa Blanca. Por cierto, el general Kelly es de todo su gabinete quien mejor conocer América Latina, ya que en los últimos cuatro años fue el jefe del Comando Sur y antes estuvo destinado en Guantánamo. Trump ha mostrado confianza en la maquinaria militar para engrandecer al país con los bombardeos y vuelos irregulares sobre Corea del Norte y las operaciones contra Yemen. El incremento presupuestario también indica que el uso de la fuerza es un recurso privilegiado de su política. La decisión de enviar hombres a Marte reinstala la competencia sobre el espacio, algo que preocupa especialmente a China y Rusia. Displicentemente reunido en su club de golf, amenazó con desatar la furia contra Kim Jong-un, rápidamente corregido por su ministro de Defensa que confía en el poder de la diplomacia. En concordancia, su secretario de Estado, Rex Tillerson, declaró que “los estadounidenses deberían dormir bien por la noche, y no preocuparse por este tipo de retórica”.

En cuanto a nuestra región, Sergio de la Peña es el Subsecretario Adjunto de Defensa para Asuntos del Hemisferio Occidental, o sea, quien se ocupa del resto de las Américas. Anteriormente era consultor y empresario para negocios de venta de equipamiento militar a nuestra región. De la Peña, militar retirado después de 30 años de servicio, mexicano de origen, fue agregado militar en Venezuela, jefe de la sección militar en la embajada en Chile, y especialista en conflictos de baja intensidad. Detalles que alimentan el temor a una remilitarización de las relaciones y que es un perfil muy diferente al de Rebeca Chávez, la anterior subsecretaria durante la administración Obama.

Por el lado del Departamento de Estado poco puede decirse sobre quién y cómo se manejarán las relaciones exteriores con la región porque la mayoría de los puestos están vacantes. Paco Palmieri es el Sub Secretario interino de Asuntos Hemisféricos, en comisión hasta que se nombre a su sucesor.

Trump ha sermoneado sobre la identidad nacional y los valores estadounidenses. En un artículo del diario The Washington Post, del 22 de marzo pasado, una nota comparaba a Juan Perón y Donald Trump. Anunciaba que lo que ambos presidentes tienen en común debería preocupar a la ciudadanía estadounidense. Los autores se preguntaban si Trump era fascista, totalitario, autoritario o algún tipo de populista. Según la nota podía asimilarse a la experiencia argentina bajo los primeros gobiernos de Perón: “La Argentina de Perón siguió siendo una democracia populista autoritaria” . El estilo de Trump –consideran- es mucho más similar a los fundadores del populismo moderno de América Latina, específicamente al de Juan Perón. Ese populismo invoca a un solo pueblo, una unidad eterna, sin instaurar una dictadura o imponer altos niveles de represión y violencia. Trump, se representa a sí mismo como la encarnación del espíritu americano.

Thomas Carothers, Vicepresidente del The Carnegie Endowment for International Peace, alertaba, refiriéndose a Trump que “Es difícil de saber cuan profundamente este estado dañado de la democracia estadounidense y la continuación de acciones antidemocráticas por parte de Trump -como como su abierta burla de los medios de comunicación independientes- rebajará la credibilidad y la legitimidad de la política estadounidense relacionada con la democracia en el exterior”.

Entonces, ¿cuáles son sus planes concretos hacia la región? Hasta ahora se ha visto que Trump tenía, desde su campaña política, una propuesta para México y Cuba. Recientemente, ha tomado decisiones respecto a Venezuela.

México es el país que enfrenta mayor tensión, no tanto por el muro de 3000 kilómetros, que sería una barrera también para guatemaltecos, salvadoreños y hondureños, resecuritizando la frontera, como por la posibilidad de finalizar el NAFTA y cobrar un porcentaje a las remesas. Pese a que análisis económicos demuestran que NAFTA no mejoró la distribución de la riqueza en México, es indudable que el Tratado de Libre Comercio dio un notable impulso a su economía, pero depende en un 80 por ciento de sus exportaciones a Estados Unidos y Canadá, mientras que el 70 por ciento de la inversión extranjera proviene de Estados Unidos. El discurso estigmatizante del presidente de Estados Unidos atribuye todos los males a los mexicanos. Los números de la economía dejan al gobierno de Peña Nieto parece sin mucho margen de acción.

La virulencia de Trump contra México logró que incluso el presidente Juan Manuel Santos, firme aliado de Estados Unidos tal como ratificó en su visita oficial a Washington en mayo pasado, cuestionara la política del muro de Donald Trump.

Respecto de Cuba, la normalización de las relaciones acordadas durante la presidencia de Obama no se revirtió. Tampoco avanzó. Pero el estilo y los discursos de Trump contribuyeron a que el gobierno de Raúl Castro reavivara los resentimientos históricos hacia los Estados Unidos. Nuevamente es el enemigo invasor.

Por cierto, con la introducción de restricciones para hacer negocios con el conglomerado de empresas militares agrupadas en el Grupo de Administración Empresarial, S.A. (GAESA), el emporio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que controla el 60 por ciento de la economía cubana, especialmente en los rubros de turismo y finanzas, las expectativas nacidas con Obama se han diluido rápidamente. Es impensable que pueda abrirse la economía sin la participación del primer conglomerado económico de la isla ´manejado por las FAR.

Algunos dudan que Trump evite hacer negocios con Cuba. Un equilibrio entre su retórica simbólica y su especulación pragmática. Pero muchos de sus electores esperan una política dura. En un artículo de Foreign Affairs de 2010, Abraham Lowenthal decía que la política de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe no está determinada por consideraciones estratégicas, sino por la interacción continua de diversos grupos de presión internos, que tienen más facilidad para influir, de las que tiene el gobierno estadounidense para coordinarlas o controlarlas. Ello supone dar poder a actores con capacidad de veto. Y el lobby anti-cubano ha demostrado tener amplia influencia.

A ello se suma el perfil de los funcionarios encargados de la relación con el régimen de Raúl Castro. Por ejemplo, Yleem Sarmiento de Poblete, nombrada por el Presidente Trump como integrante del Consejo Nacional de Seguridad, seguramente aumentará la presión sobre Cuba. Anteriormente, Poblete fue Jefe de Personal y Directora de Personal del Comité de Asuntos Internacionales presidido por la Diputada Ileana Ros-Lehtinen (R-FL), de origen cubano, anticastrista acérrima y que estuvo envuelta en el golpe de estado en Honduras. En el Departamento de Estado sigue vacante el nombramiento del Enviado Especial para el Cierre del Centro de Detención de Guantánamo. No tiene ningún apuro.

Más recientemente, se han tomado decisiones que conllevan a la asfixia económica y política de Venezuela.

El gobierno de Estados Unidos tomó represalias contra funcionarios del gobierno venezolano, congelando los bienes y cancelando las visas de 13 prominentes integrantes o ex miembros del gobierno bolivariano, las fuerzas armadas, y la compañía estatal de petróleo. Entre las personas sancionadas se encuentran Elías Jaua, ex vicepresidente entre 2010 y el 2012, y ministro de relaciones exteriores entre 2013 y 2014; Néstor Reverol, ministro de Relaciones Interiores; Sergio Rivero Marcano, comandante general de la Guardia Nacional Bolivariana; y Franklin García Duque, ex director general de la Policía Nacional Bolivariana.

Estas acciones plantean un dilema. El ahogo financiero dio buenos resultados con Irán. Todas las negociaciones para establecer un diálogo en Venezuela, la papal, la de Rodríguez Zapatero, la de UNASUR, ¿la de Mercosur?, tuvieron resultados negativos. Si Estados Unidos decidiera rechazar el petróleo venezolano sus efectos recaerían directamente sobre los sectores sociales más desposeídos. ¿Queda otra alternativa? Varios coinciden que el puente sólo lo puede establecer Cuba, pero es muy dudoso que Donald Trump quiera solicitarle a Raúl Castro una mediación para frenar la violencia en Venezuela.

El acento de la relación con América Latina reside en su política migratoria. Durante la presidencia de Obama se practicaron muchas deportaciones Entre 2009 y 2015, su administración expulsó más de 2,5 millones de personas a través de órdenes de inmigración, que no incluyen el número de personas que fueron rechazadas o devueltas a su país de origen por la Aduana o la Protección Fronteriza. De hecho, Obama deportó más que la suma de todos los presidentes del siglo XX. “Los criminales, no las familias, los criminales, no los niños, los miembros de las pandillas, no una mamá que está trabajando duro para proporcionar educación a sus hijos”, dijo Obama en noviembre de 2014, al anunciar su acción ejecutiva sobre la inmigración. ¿Es de esperar que Trump supere a Obama en las deportaciones masivas? Por ahora anunció la contratación de 5000 nuevos agentes para control fronterizo y un programa para reducir a la mitad las inmigraciones no calificadas.

Finalmente, ¿Qué puede hacer América Latina? Recuerdo un texto de 1990 de Jorge Castañeda quien hablaba de la africanización de América Latina. Con ello Castañeda alertaba sobre el desinterés del gobierno estadounidense que podría relegar a la región al ostracismo. Ello generó un debate entre su planteo y quienes sostenían que el desentendimiento de los Estados Unidos era beneficioso para la región. Hoy podría repetirse ese interrogante. América Latina está más fuerte que en los noventa, más diversificada. En los últimos años todos los países ampliaron y diseñaron políticas más agresivas para conquistar mercados. Aumentó incluso el comercio intra región, aunque muy lejos aún de los parámetros de comercio interno de la Unión Europea. ¿Alejarse de Estados Unidos depara beneficios?

Desde su asunción como Ministro de Relaciones Exteriores, Rex Tillerson realizó 17 viajes al exterior. De ellos, sólo uno a nuestra región: fue a México, en febrero. Se espera que Trump viaje a América Latina, a Lima, en marzo de 2018 para la Cumbre de las Américas y a Argentina en noviembre para la Cumbre del G20. Los diarios informan de una misión comercial de los Estados Unidos del vicepresidente Mike Pence que incluirá Panamá, Colombia, Chile y Argentina. ¿Es un indicio de que la región tendrá mayor atención? Hasta ahora esta administración ha puesto más barreras que puentes y una misión comercial de este tipo puede sólo significar beneficios para empresas norteamericanas.  

Por otra parte, vale recordar que la división de la región se está atenuando, primero, por los cambios presidenciales, incluyendo a Ecuador; segundo, por el fracaso de Venezuela para aglutinar una alternativa al capitalismo occidental. Pero hoy no hay liderazgo regional. No hay un gobierno que tenga en su agenda como prioridad reforzar las relaciones regionales. Tal vez es Colombia el único país en el cual se ve una vocación por congregar a la región. Recordemos la convocatoria a 12 líderes de la región luego de firmar el acuerdo con las FARC en septiembre de 2016. En esa ocasión el presidente Juan Manuel Santos clamó que la paz en Colombia une a toda América Latina. Por lo demás, el convencimiento de la mayoría de los miembros por actuar conjuntamente en las instancias de cooperación regional se nota muy diluido. En América Latina también lo doméstico consume lo internacional.

Colombia inauguró la paz con un acuerdo que une a toda América latina.

En fin, al menos, todavía Trump no decretó una Orden Ejecutiva que impida a los latinoamericanos a viajar a los Estados Unidos, como hizo con seis países musulmanes (Irán, Libia, Siria, Somalia, Sudán y Yemen), ni tampoco su secretario de prensa se complació que Videla o Pinochet no usaran armas químicas, tal como sí señaló sobre Hitler.