En los medios

El Tiempo de Colombia
7/07/17

La gran coalición a la colombiana para las elecciones de 2018

El profesor plenario de la Universidad Torcuato Di Tella (Argentina) propone un frente que reúna a las figuras más sobresalientes de la otra política

Por Juan Gabriel Tokatlian
La ‘gran coalición’ (große koalition en alemán) es típica de los regímenes parlamentarios y remite a los acuerdos entre partidos con ideologías diferentes con el propósito de gestionar una coyuntura excepcional y ante la imposibilidad de que uno solo goce de la suficiente mayoría legislativa para gobernar.

Retomo la idea de la große koalition para adaptarla a Colombia. Cuatro presupuestos subyacen a mi argumento.
Primero, con sus particularidades Colombia tiene su propia polarización. No es viable administrar un nuevo gobierno de cuatro años afirmando condiciones y retóricas polarizadas. El país está hoy atravesado por múltiples brechas y pugnas de diversa configuración social y expresión territorial: su perpetuación hará, más temprano que tarde, inviable la democracia. 

Segundo, la elección del 2018 será la más importante en décadas: expresará el intento de que el país ingrese al siglo XXI o quede atrapado en el siglo XX. Los cortes ideológicos siguen existiendo, pero en el fondo, el dilema es entre una Colombia que aspira a la modernidad y el cambio y otra que queda anclada en lo precario y parroquial. 

Tercero, es difícil encontrar un momento tan complejo en la historia contemporánea del país: hoy se entrecruzan asuntos y definiciones que tienen que ver con la efectiva sostenibilidad de la paz y las promesas de reforma; la desactivación de las fuentes de ilegalidad de diverso tipo; la superación de la expandida corrupción; la reestructuración de una economía que aborde, en serio, los temas de la desigualdad; entre otros. Esos retos no pueden ser emprendidos por un solo partido en el poder. 

Y cuarto, en ese contexto, el recurrente lugar de las ‘tercerías’ en las campañas electorales se irá difuminando con el correr de los meses, a pesar de que las encuestas, como es usual, promuevan nuevos candidatos circunstanciales que al momento del voto se desmoronan. Presumo que habrá, en esta oportunidad, dos alianzas o frentes con capacidad de llegar al gobierno. 

En esa dirección, el acuerdo entre Uribe y Pastrana establece un tipo de große koalition anticipada para triunfar en el 2018: no sería sorprendente que se vayan sumando otros actores en un diseño transversal de partidos políticos, corrientes ciudadanas, agrupaciones religiosas, líderes regionales, etc. Se trataría entonces, a mi entender, de ir gestando otra gran coalición con real probabilidad de victoria. 

En esa ‘otra’ große koalition deberían participar diversas fuerzas, organizaciones e individuos que hoy parecen dispersos. Sergio Fajardo, Claudia López, Jorge Robledo, Humberto de la Calle, Piedad Córdoba, entre otros, podrían ir construyendo esa alternativa; a la que se podrían sumar figuras del Gobierno que se sientan interpeladas por el proyecto, personas progresistas provenientes de grupos desmovilizados y desarmados, personalidades reconocidas y no contaminadas con la corrupción, movimientos juveniles que están esparcidos por los departamentos del país, organizaciones no gubernamentales comprometidas con los derechos humanos, la protección ambiental, las cuestiones de género y la transparencia institucional, entre muchos otros.

El acuerdo Uribe-Pastrana se ciñe a las antiguas “conversaciones entre caballeros” que señalara Alex Wilde y que mancomuna a componendas de cúpula entre sectores tradicionales. 

El acuerdo alternativo al que hago referencia es mucho más delicado y exige mayor sofisticación. Varios de los arriba nombrados ya son precandidatos presidenciales, encabezan movimientos heterogéneos, no tienen experiencia de gestión y parecen tener agendas de campaña diferentes. Por lo tanto, se requiere de mucho talento y paciencia para coaligarlos con un horizonte compartido, ambicioso y razonable. 

En ese sentido –y a falta de una mejor denominación– sería clave contar con ‘tejedores’ de la gran coalición: personas serias, de plena confianza de los involucrados, abiertas a la negociación y con talante pragmático que faciliten los acercamientos y convergencias.

Sería oportuno identificar, de entrada, una serie de objetivos básicos antes de cualquier compromiso formal. Por un lado, la meta es llegar al poder y no solamente obtener la presidencia. Ese conjunto de precandidatos potenciales de un frente reformista podría, una vez establecida la fórmula presidencial, procurar tener candidatos a alcaldías, gobernaciones, asamblea, consejos y al Congreso. 

Por otro lado, una meta fundamental es obligarse a una movilización masiva y múltiple: por ejemplo, apuntar a alcanzar el escrutinio con mayor participación en la historia reciente de Colombia. 

Por último, corresponde articular un pacto de gobernabilidad para cumplir y que recoja, auténticamente y de abajo hacia arriba, los clamores y necesidades profundas de la ciudadanía. 

En breve, una ‘gran coalición’ modernizadora y progresista es factible y urgente. Los desafíos por venir son monumentales, la necesidad de transmitir y concitar esperanza aún son mayores.