En los medios

El Economista
9/06/17

Emilio Espino: “Para prosperar hay que tener disciplina fiscal, baja inflación y una inserción global inteligente”

Según el profesor del Departamento de Economía, esas son las “condiciones sine qua non para cualquier economía que intente progresar”

Por Alejandro Radonjic

No hay que inventar nada ni buscar la cuadratura del círculo. Hay que estudiar y, sin dudas, adaptar las lecciones heredadas que son diversas, para bien y para mal. Y tener disciplina. “Hay condiciones sine qua non para cualquier economía que intente progresar: disciplina fiscal, baja inflación y una estrategia inteligente de integración con el mundo”, dice Emilio Espino, profesor del Departamento de Economía de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). ¿Estamos hoy ante un modelo más sustentable, bajará la inflación como pretende el Gobierno y por qué es tan volátil Argentina? Sobre esos temas, y más, Espino dialogó con El Economista. Pase y lea.

El Gobierno dice estar avanzando hacia un modelo económico más sustentable y menos volátil. Más allá de su declaración y su intención, ¿cree que eso está ocurriendo y se están sentando las bases para un modelo más sólido?

Vamos por partes. Si sustentabilidad lo interpretamos como medidas para consolidar una economía que se encamine a una senda de crecimiento sostenido, creo que el Gobierno y su equipo económico están haciendo un esfuerzo para que esto suceda. Las tareas por delante, sin embargo, requerirán un esfuerzo titánico. Voy a mencionar solo una por cuestiones de espacio. Existe consenso en que tanto la estructura tributaria como el nivel de presión tributaria requieren una reforma integral. Las sospecha (y esto en sentido soy crítico porque no conozco estudios profundos que cuantifiquen los costos de la estructura impositiva) es que se cobra mucho de malos impuestos. Mucho porque la presión tributaria ha ascendido en más de 15 puntos como porcentaje del PIB (de aproximadamente 15% a principio de los ‘90 a algo más de 32% en la actualidad), superando en 10 % al promedio de América Latina y el Caribe. Esto no significaría nada si se viera reflejado en la provisión de bienes de calidad por parte del estado. Pero esto evidentemente no sucede. La calidad del gasto público es muy cuestionada, la infraestructura se ha deteriorado no sólo en términos relativos sino también absolutos, etcétera. Malos porque son ineficientes aunque quizás fáciles de recaudar o políticamente aceptados (por ejemplo, Ingresos Brutos e Impuesto Al Cheque, respectivamente). O sea, es necesaria una reforma integral. Pero esto es una cuestión delicada. Por un lado, Argentina es un país federal donde las provincias son las dueñas de gran parte de los recursos fiscales de acuerdo a la Constitución y han delegado a la Nación la recaudación de ciertos de estos impuestos. Entonces, deben acordar con ellas cualquier reforma significativa. Y esto sin mencionar que creo que es absolutamente necesaria una discusión seria de una nueva Ley de Coparticipación que defina con claridad los derechos de propiedad de los recursos tributarios. Si se logra diseñar un ley de estas para que provea los incentivos correctos, creo que solucionaría la mayoría de los temas presupuestarios. Sin embargo, esto último es una discusión incomprensiblemente postergada, por lo menos que yo sepa, y me parece poco conveniente que no se incluya en la discusión de la reforma integral impositiva de la que habla el gobierno. Son parte de lo mismo. Para cerrar el tema de la sustentabilidad, déjeme mencionar que los niveles de pobreza que hay (que afortunadamente ahora podemos registrar) son inaceptables. Cualquier programa de gobierno tiene que tener como objetivo medidas que la reduzcan drásticamente. Esto ya no es una cuestión ideológica, sino te diría una cuestión moral prioritaria. El Gobierno ha expresado que lo tiene como una de sus prioridades, esperemos que sea genuino y no sólo un slogan.  Por último, en términos de volatilidad, creo que lo mismo que puede generar una economía más moderna y diversificada, puede hacerla menos vulnerable y así menos volátil.  Por otro lado, las economías como la nuestra dependen sensiblemente de factores externos y la recomendación obvia  es tener una economía ordenada con una situación fiscal que permita cierta flexibilidad. Ahora, además, tenemos un nuevo régimen cambiario flexible, y la evidencia sugiere que permite absorber más fácilmente los shocks externos. Básicamente, la intuición es que los ajustes se hacen por cantidades y también por un precio flexible: por ejemplo, si es necesaria una depreciación real, esto implicaría una suba del tipo de cambio nominal versus la necesidad de una caída relativa del precio de los no-transables (relativamente inflexibles a la baja) en régimen cambiario fijo.

El BCRA tiene un régimen de metas de inflación para llevar la inflación a 5% en 2019. Hay algunos que sostienen que, por motivos que van desde la inercia hasta el elevado déficit fiscal y el ajuste de precios relativos, es un objetivo demasiado ambicioso. ¿Usted qué cree?

Los cambios de autoridades en el BCRA y los consecuentes cambios en política monetaria (y cambiaria) son, para mí,  la mejor noticia desde el cambio de gobierno. Las políticas monetarias y cambiarias eran no solo insostenibles sino también muy dañinas. Simplemente impedían pensar en una economía con un funcionamiento razonablemente normal. Ahora bien, el año pasado fue muy peculiar porque se liberó el tipo de cambio desde el perverso cepo cambiario y luego se decidió corregir el precio de ciertos servicios que estaban sensiblemente  atrasados. Dada la manera que se computa el nivel de precios y su evolución, esto impacto de diversas maneras. En  particular, por un lado aumentó el nivel de precios, que estaba artificialmente bajo. Por ejemplo, la provisión de una unidad de electricidad con un precio bajo su costo se financiaba de una manera que, por otro lado, no impactaba directamente en el índice de precios. ¿Es este salto en el nivel de precios “inflación”? Yo no lo llamaría así, pero no entremos en un problema semántico. El tema sensible es la tasa de variación del nivel de precios que mide el Indec y esto es, entendemos, el objetivo que tiene BCRA: una senda decreciente de tasas de inflación que se aproximen a 5% al final del mandato del actual Presidente. Para esto ha decidido utilizar una política de esterilización mediante Lebac y así absorber una fracción de los pesos emitidos de más como consecuencia de la necesidad de financiar una parte del déficit del Gobierno. Para este año el objetivo es estar por debajo del 17%. El objetivo es muy ambicioso. No hay dudas. Concretarlo no será una tarea sencilla, por errores de cálculo del BCRA y también por factores externos. Ahora bien, ¿qué es peor? ¿Qué un banco central intente lograr un ambicioso objetivo de inflación y no lo logre por 3 puntos sobre 17, o que a causa de las complicaciones hubiera cambiado su objetivo? No tengo dudas que esto último hubiera sido un golpe durísimo a la credibilidad de una política monetaria que busca guiarse por objetivos de inflación. Si bien hay cierto consenso en que la política monetaria (y más en general la económica) ha dado un giro muy positivo (es cierto que partimos de un nivel muy bajo dado que los encargados de hacerlo en la década anterior fueron simplemente vergonzosos), ciertos analistas económicos o consultores son críticos. Y eso es tanto válido como sano. Lo que me confunde, entre otras cosas, es el razonamiento simple y diría vacío de economía de algunas de estas críticas. Muchos de estos argumentos se basan en hechos contables, que son seguramente útiles para guiar sobre los temas en los que tenemos que estar alerta. Pero eso no quiere decir sirvan para hacer un diagnóstico y proponer correcciones concretas porque a lo contable le falta lo más difícil: la economía del problema.

¿Por ejemplo?

Doy uno: la política de Lebac del BCRA es cuestionada porque se argumenta que aumenta el stock de deuda, básicamente. ¿Pero cuál es la alternativa mejor? Si bien uno puede no estar seguro que sea necesariamente lo óptimo, no es obvio que es mejor que ello dado el contexto. Por ejemplo, un reciente artículo de Rody Manuelli publicado en la St. Louis Fed sugiere que la política del BCRA es consistente con la predicción de política monetaria óptima en un modelo donde hay lo que se llama “dominancia fiscal” y ciertas restricciones de consistencia. Entonces creo que, para realmente aportar y no dejar que la ideología empañe el análisis, hay que ser más precisos y más serios académicamente. Habiendo dicho esto, creo que el objetivo requerirá un gran esfuerzo por parte del BCRA y también dependerá de factores externos. La monetización anunciada para 2017 es de $150.000 millones, y por encima de ello el Gobierno debería imprimir deuda. Por otro lado, la demanda real de dinero depende de cuánto finalmente se expanda la economía y así entonces la tasa de inflación.

¿Hay algún modelo de desarrollo que Argentina debe mirar y analizar con particular atención?

No me parece que haya un modelo general de desarrollo a seguir, o por lo menos no tengo una opinión al respecto. Podemos hablar de ciertos políticas a considerar e incluso analizar si imitar, pero no en general. Canadá y Australia tienen economías similares a la nuestra hace algo menos de un siglo. Ya no lo son. Corea del Sur es una economía con características muy diferentes. El mundo está cambiando muy rápido, hay que pensar el modelo de desarrollo para el próximo siglo, que será muy diferente a lo que hemos vivido y, por lo tanto, la experiencia pasada es de una utilidad muy limitada. Pero, por otro lado, nos da una nueva gran oportunidad. De cualquier manera, considero que hay condiciones sine qua non para cualquier economía que intente progresar: disciplina fiscal, baja inflación y una estrategia inteligente de integración con el mundo que incluya la apertura de la economía tanto al flujo financiero como de comercio.

Para terminar, una pregunta fácil. ¿Qué explica la volatilidad en la performance de la economía local? El PIB, y otras variables, son como un electrocardiograma…

No hay una única respuesta correcta a esta pregunta, ni mía ni (me atrevería a decir) de nadie. Mi única convicción es que una de las condiciones necesarias, como mencioné, es que Argentina tiene que acomodar prontamente las cuentas públicas y así reducir el déficit fuertemente. Y esto no puede esperar mucho más. Esta es una de las cuentas pendientes del Gobierno. Veremos cómo lo soluciona.