En los medios

La Nación
24/04/17

Una oportunidad para aprovechar

"Si hubiera una ocasión en la que la política exterior de Cambiemos debería mostrar mayor pragmatismo positivo, sería la del diálogo entre los presidentes Mauricio Macri y Donald Trump", afirma el profesor plenario de la Di Tella. "La cita Macri-Trump no debe exagerarse y todo respalda la necesidad de implementar un pragmatismo positivo", comenta

Por Juan Gabriel Tokatlian

Si hubiera una ocasión en la que la política exterior de Cambiemos debería mostrar mayor pragmatismo positivo, sería la del diálogo entre los presidentes Mauricio Macri y Donald Trump. Esta afirmación se apoya en tres tipos de razones; una conceptual, una histórica y una empírica. Conceptualmente, hay dos tipos de pragmatismo; uno malo y otro bueno. Siendo el negativo el que supone adaptarse obedientemente a los constreñimientos externos; acoplarse, por falta de estrategia propia, a una potencia determinada; confiar en exceso en el bilateralismo entre actores con atributos de poder muy disímiles; y desdeñar el papel de los valores a la espera de circunstanciales beneficios de corto plazo. El pragmatismo positivo evita las posturas dogmáticas e hiperideologizadas, procura acumular poder aprovechando los intersticios que ofrece un escenario internacional en mutación, entiende el valor de defender principios básicos, y apunta, estratégicamente, a modificar la asimétrica distribución de poder prevaleciente.

En términos históricos no hay nada que justifique un nuevo ciclo de sobreactuaciones. Bajo gobiernos militares y civiles se pretendió desarrollar una "relación especial" con Washington, lo que produjo resultados deplorables y fallidos. Un pésimo cálculo confundió la plena identificación de los intereses nacionales y los de Estados Unidos con el cabal fortalecimiento de los propios, con la esperanza de superar nuestro prolongado declive regional y mundial y convertirnos, ahora sí y otra vez, en una Argentina potente. No hay milagros: la política exterior no puede garantizar lo que la política interna no logra.

Empíricamente, la agenda argentino-estadounidense es acotada, aunque no es sencilla. Seguramente el presidente Trump, con su énfasis pro exportación, estará satisfecho con el gobierno de Cambiemos en materia comercial. En 2016, las exportaciones estadounidenses a la Argentina fueron de US$ 8569,5 millones y el saldo de intercambio favorable a Washington ascendió a US$ 3919 millones. Sería poco razonable que Macri no insistiera en que Estados Unidos abriera más su mercado y no impusiera más restricciones a productos nacionales. También es importante que el mandatario esté en conocimiento de que la administración republicana tiene en estudio una nueva estructura impositiva -lo que se conoce como Border Adjustment Tax- que impone más restricciones a bienes y servicios del exterior y aumenta los subsidios para las exportaciones estadounidenses. No será fácil conversar sobre el futuro del G-20 debido a que el gobierno de Trump no tolera ninguna crítica a su postura proteccionista y Macri no puede aparecer como el paladín de un neoliberalismo que hoy está severamente cuestionado urbi et orbe.

Temas como la migración no afectan sustantivamente a la Argentina, como sí ocurre en la relación entre México y Estados Unidos. Pero es inadmisible la idea de elevar un muro entre esos países y que lo paguemos los latinoamericanos, y en ese sentido es bueno saber que en el Congreso de Estados Unidos se tramita un proyecto de ley -Border Wall Funding Act- mediante el cual se propone un cargo de 2% sobre cada remesa o transferencia que se realice hacia 42 territorios latinoamericanos y caribeños -incluida la Argentina-, con el fin de construir el infame muro.

En asuntos sensibles para ambos, como la no proliferación de armas de destrucción masiva, las coincidencias, por años, entre Buenos Aires y Washington han sido importantes. En ese ámbito, la continuidad es valiosa. Sin embargo, en cuestiones como la "guerra contra el terrorismo" la Argentina no debería prestarse a alianzas. La administración Trump ha optado por un curso de acción más agresivo que el de su antecesor y nada indica que ello haga más seguro a Estados Unidos ni a sus principales aliados: la idea de ser tan aleve como el adversario en el contexto de un conflicto asimétrico sine die degrada a Washington y muestra el equívoco de creer que el despliegue del mayor músculo bélico brinda más legitimidad a la lucha antiterrorista. No existe "eslabonamiento temático" entre inversiones y terrorismo: seguir a Washington en lo segundo de ningún modo asegura recibir las primeras. Sólo una buena política interna contribuye a la prosperidad.

Es muy factible que las cuestiones latinoamericanas estén presentes en la conversación. El tema Venezuela será ineludible. La Cancillería ha manejado prudentemente el asunto y esa línea debería preservarse. La cita Macri-Trump no debe exagerarse y todo respalda la necesidad de implementar un pragmatismo positivo.

Profesor plenario, UTDT