En los medios

BAE - Buenos Aires Económico
26/12/16

Anuario 2016: El estilo de comunicación le ganó a la política

El Gobierno termina como empezó: con un discurso de campaña electoral

El primer año de gobierno de Mauricio Macri termina como empezó: con un discurso más parecido a una campaña electoral, la economía en la pendiente y la alianza que lo llevó a la Casa Rosada, sin modificaciones.

El estilo de comunicación del macrismo fue el ancla que le permitió mantener al Presidente una alta aceptación pública que rondó en forma pareja el 50 por ciento. Sin políticas descollantes ni empatía con sectores sociales ni económicos claros -curioso para el heredero de un gran lobista como Franco Macri- el Gobierno dependió más de su capacidad por sostener la expectativa positiva que de los resultados concretos. Aún en los momentos en que pudo exhibir logros, como el cierre del conflicto con los holdouts al principio de la gestión, dilapidó la nota positiva en 24 horas.

Esa estrategia comunicacional fue el sostén para no desbarrancar cuando tomó medidas desacertadas en lo institucional, como la iniciativa de nombrar a dos miembros de la Corte Suprema en comisión, o la implementación de los aumentos de tarifas que parecía que iba a costarle el puesto a Juan José Aranguren. El Gobierno demostró una alta capacidad para surfear los escándalos con daños menores, desde los Panamá Papers hasta las internas económicas entre Federico Sturzzenegger y Prat Gay. Ni la política, ni la economía. Es la comunicación, debería reformular Bill Clinton.

El Congreso fue también un alimento de digestión lenta. Con una minoría parlamentarias notable en ambas cámaras, la alianza gubernamental Cambiemos se montó sobre la dispersión del Frente para la Victoria para captar grupos de apoyo eventuales. Su gran espada política, Emilio Monzó, fue desautorizado varias veces desde la Casa Rosada cuando era uno de los pocos que le garantizaba un puente con la oposición. Ese rigor lo sufrió hasta fin de año, cuando ningunearon la posición del presidente de la Cámara de Diputados en el encuentro de Chapadmalal. La reelección de Monzó en la Cámara baja fue más celebrada por los no macristas que por los de PRO. Algo similar le pasó en la última semana a Isela Costantinien Aerolíneas Argentinas. El gradualismo y el consenso no parecen ser muy bienvenidos.

Aún con las dificultades que tuvo que atravesar, el Congreso fue un gran campo de pruebas. El politólogo de la Universidad Di Tella, Javier Zelanik, en un artículo publicado en el sitio Bastión Digital con un muy interesante análisis acerca de la actuación parlamentaria este año, destaca que “si se pone el foco en los 23 proyectos importantes (que envió el Gobierno al Congreso) encontramos que el 96% fue modificado”. Y agrega en forma complementaria que “el 97% de los proyectos que obtuvieron media sanción en el Senado y el 90% de los que la obtuvieron en Diputados obtuvieron el apoyo de más del 66% de los legisladores presentes”.

La necesidad de acuerdos y compensaciones fue clave para eso. El último ejemplo fue la modificación de la normativa del impuesto a las Ganancias. Fue enviada sin negociación previa, rechazada por una mayoría opositora en la que Sergio Massa sobreactuó el rol de liderazgo del Frente Renovador, y luego se volvió a los carrilles usuales: negociación y acuerdo.

Así como el Congreso le permitió al Frente Renovador sacar pecho, el Frente para la Victoria apareció más desconcertado a medida que pasaba el año. A la escisión inicial del FpV y la presencia mediática de la ex presidenta Cristina Fernández por causas judiciales, se sucedió un reacomodamiento de los tres órdenes del partido que gobernó 12 años el país: En el Congreso, la dispersión de bloques peronistas; en el partido, la búsqueda de recuperar la organicidad perdida para definir en la forma más contenedora posible a las figuras que puedan ser taquilleras en 2017 (¿Florencio Randazzo, Daniel Scioli, la propia Cristina?) y en el caso de la ex Presidenta, la búsqueda de un espacio como líder política, con apariciones cada vez más espaciadas y presencia en redes sociales para marcar puntos de continuidad con lo que fue su Gobierno y “dar letra” a sus seguidores. Como lo hacía antes desde la Casa Rosada, ahora desde el llano.

El primer año de gobierno de Mauricio Macri termina como empezó. Es probable que ese status quo no se mantenga. Con la necesidad de mostrar hechos y no promesas con un año de gestión a cuestas; recuperar la actividad y el consumo en un año electoral y de cerrar filas replegándose en una estrategia más PRO es probable que en 2017, esas tres cosas cambien.