Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales

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Revista TURBA
21/06/16

Drogas: La prohibición vigente

La idea de “guerra contra las drogas” comienza a cuestionarse. Una política que generó grandes costos con muy pocos resultados y hoy empieza a perder consenso. El enfoque represivo actual tiene aterradores efectos en aquellos países donde esta guerra continúa. En América Latina, el narcotráfico es un problema de gobernabilidad. La actual prohibición se opone a una posible regulación que haga eje en las personas y no en las sustancias.

Por Juan Gabriel Tokatlian
Según Naciones Unidas, el narcotráfico ha crecido en varios aspectos en los últimos años. Aumentó la variedad de oferta para el consumo; hoy existen en el mundo 246 millones de consumidores de todo tipo de sustancias psicoactivas, mientras que sólo 27 millones de personas (un 0.36% de la población mundial) son clasificadas como “consumidores problemáticos” (consumidores que abusan). Creció la producción; el año pasado se obtuvo el segundo record mundial desde los años 30: se produjeron 7.554 toneladas de heroína;  entre 670 y 802 toneladas de cocaína; y con respecto a la marihuana y su componente THC, en el año 1993 en Estados Unidos el componente THC era 3.7 mientras que en el 2013 aumentó a un 12.6.  Asimismo, se incrementó el volumen de activos generados por el narcotráfico; según Naciones Unidas el lavado de dinero surgido del mercado ilegal de drogas representa entre el 3% y el 5% del Producto Bruto Mundial. Por su parte, América Latina lavó una cantidad de dinero del narcotráfico equivalente al 7% del Producto Bruto Regional. La guerra contra las drogas incrementó también la militarización sin con ello frenar el crecimiento del narcotráfico; Afganistán producía en el año 2001 –cuando aún estaban los talibanes- 185 toneladas de heroína; en 2015 estando ocupado por la OTAN, el país produjo 6.400 toneladas de heroína, 35 veces más. Por último, creció el número de condenados por el prohibicionismo y la política de castigo; el año pasado en Estados Unidos se detuvieron por algún delito vinculado a las drogas a 1.500.000 personas. Entre los 33 países que tienen pena de muerte vinculada a las drogas, el año pasado se ejecutaron por estos delitos a 900 personas.

Las repercusiones negativas del narcotráfico y los modos de hacerle frente, han recaído especialmente en los países productores y de tránsito y no tanto en los países consumidores (centrales) que han impulsado un enfoque decididamente represivo para interrumpir la producción.

Los costos y los impactos negativos de la aplicación de este tipo de políticas, se han distribuido en el mundo de manera desigual. Las repercusiones negativas del narcotráfico y los modos de hacerle frente, han recaído especialmente en los países productores y de tránsito y no tanto en los países consumidores (centrales) que han impulsado un enfoque decididamente represivo para interrumpir la producción. La debilidad institucional y la limitada presencia estatal en los países más afectados ha sido agravada por intervenciones que han privilegiado la represión del mercado de drogas por sobre la salud y el bienestar de los ciudadanos. Para las elites políticas, fuerzas del orden local, la estrategia represiva ha resultado funcional. En América Latina se ensayó de todo. Todos los países de la región han hecho un esfuerzo formidable para combatir el narcotráfico, ninguno es un desertor, ni Colombia ni México. En términos de encarcelamiento existe una política totalmente adictiva, las cárceles de la región están pobladas masivamente por jóvenes, pobres y mujeres. Por su parte si bien se han desmantelado cárteles, hoy en día la criminalidad aparece como sistemas más reticulares y complejos. Una criminalidad más transnacionalizada.  Mientras tanto, existe en la mayoría de los países una privatización de la seguridad, una erosión de la frontera entre seguridad y defensa. La participación de las FF.AA en la erradicación de cultivos ha sido un desastre. La participación de las FF.AA en terrenos urbanos como México, El Salvador y Honduras, son atemorizantes. El Salvador es la capital más violenta del mundo hoy, con unidades especiales entrenadas para combatir el crimen organizado. ¿De qué estamos hablando cuando decimos que hay que militarizar e involucrar a las FF.AA? ¿De qué hablamos cuando hablamos del derribo de aviones? Supuestamente disuade ¿Qué disuade? ¿A quién? ¿Cómo? Este no es un problema ideológico. Bolivia y Venezuela, dos países bolivarianos, tienen política de derribo de aviones. Venezuela el año pasado batió el record regional en bajar aviones y aún así es un colador: por allí pasa toda la droga para Europa y para el sur de los Estados Unidos. Entonces ¿De qué sirve anunciar políticas de derribo de aviones? En Argentina, los pocos estudios realizados demuestran cómo el tráfico de drogas se ha adaptado al transporte fluvial y al transporte terrestre, aún así se insiste en que es bueno tener una ley de derribo de aviones.

Lo que existe en el país en materia de drogas es una suerte de “Triple P”: pandillas que se están expandiendo, políticos locales que cada vez son más cooptados por el negocio y policías que cada vez son más autónomos

En nuestro país, el problema de las drogas es serio y exige políticas serias. Sin embargo, al igual que en otros ámbitos (típico, por ejemplo, en política exterior) se pasa de la subactuación a la sobreactuación, del desdén a la desproporción. Se utilizan analogías erradas, sin fundamento fáctico y sin tener en cuenta ninguna comparación. Durante buena parte de comienzo de siglo, los medios de comunicación, los observadores e incluso algunos expertos, hablaban de la “colombianización” del país. Actualmente, se pasó de ésta a una supuesta “mexicanización” (inclusive el Papa utilizó esa analogía). Como todo reduccionismo y estereotipo, estas analogías no sirven en nada porque principalmente no nos dicen nada acerca de la naturaleza específica del problema. Lo que existe en el país en materia de drogas es una suerte de “Triple P”: pandillas que se están expandiendo, políticos locales que cada vez son más cooptados por el negocio y policías que cada vez son más autónomos. Entonces, si no se entiende con exactitud la matriz de este fenómeno se continuará haciendo comparaciones equívocas con países con los cuales no existen puntos de comparación: el nivel de violencia en Colombia, la historia en la frontera entre Estados Unidos y México, el tamaño de los grupos organizados en esos países no tiene nada que ver con Argentina. Lo que se requiere en el tema es un diagnóstico para éste país y no el diagnóstico que a algunos sectores les gustaría vender para tener o más recursos, o más influencias, o más burocracia.

Para América Latina, el problema del narcotráfico, del crimen organizado, es un tema de gobernabilidad. En este sentido, debemos exigir un debate, abierto, franco y realista que acepte que para obtener medidas sostenibles de largo plazo es necesario modificar varias políticas actuales. En principio, se debe plantear una política alternativa que se base en algunos principios y propuestas concretas. Como primer principio se debe anteponer a las personas. Hay que empezar a  medir los resultados de una buena políticas antidrogas por el beneficio que les generan a las personas, no seguir insistiendo en que necesitamos datos de sustancias: cuánto se prohibió, cuánto se confiscó; esa no es una métrica que demuestre una solución del problema, eso es una métrica que dice que el problema continúa. En segundo lugar, se debe valorar el largo plazo pensando políticas sustentables en el tiempo. Tercero, plantear la erradicación del problema es una meta inalcanzable, la contención es preferible; contener, reducir, amortiguar, resulta ser más razonable y más realista. Finalmente, hay que procurar una regulación estatal. La clave aquí está en dos cuestiones: cuando se habla de regulación hay que entender que el eje no es la sustancia sino lo individuos. Por lo que hay que desfetichizar la sustancia y la condición humana. En ese sentido, lo que hay que propiciar en los debates es el vínculo entre drogas y desarrollo. Es decir,  acentuar el papel de la cohesión, de la justicia y el bienestar social como algo a promover, como el centro de la cuestión. De ese modo se ataca la cuestión de las drogas pero desde un lugar alternativo. En cuanto a las políticas concretas, se deben destinar más recursos a reducir la demanda. En argentina el 95% de los recursos en la lucha contra las drogas se destina a la oferta y tan solo el 5% se invierte en la prevención y en la educación. También, se deben establecer políticas activas en materia de coordinación e inteligencia con unidades especiales en inteligencia destinadas a cortar el vínculo entre la criminalidad y la política, el nexo y contubernio entre las elites económicas y la criminalidad. Es fundamental una reforma policial permanente a fin de confrontar de manera efectiva la realidad cambiante de los problemas. Por último, contemplar políticas experimentales. Contemplar, por lo menos la descriminalización, la despenalización y la eventual legalización de alguna de las sustancias psicoactivas.

La regulación requiere de un debate que ponga la ética en el centro de la atención para decir que hay otros valores éticos que están en juego: la autonomía de las personas, la justicia, el bienestar, la protección del ciudadano.

Lo que integra la discusión sobre el régimen internacional de políticas antidrogas es el debate sobre la prohibición y el debate sobre la regulación. Quienes defienden la prohibición se resguardan en razones morales, pero esto no la justifica. Quienes genuinamente estamos convencidos de que la prohibición es un error, un equívoco, un  problema, una inutilidad y una tragedia que debe ser superada por un paradigma alternativo, promisorio, humano, sensato, gradual, prudente, debemos introducir muy intensamente la cuestión de que la regulación también tiene bases éticas para sustentarse. La regulación requiere de un debate que ponga la ética en el centro de la atención para decir que hay otros valores éticos que están en juego: la autonomía de las personas, la justicia, el bienestar, la protección del ciudadano.

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