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10/06/16

Contra una política exterior binaria

Pareciera que la Argentina no puede manejar simultáneamente relaciones balanceadas y positivas con referentes de Occidente y Oriente, con actores de distinta orientación ideológica o con los pares cercanos y lejanos de la región.

Por Juan Gabriel Tokatlian

La relación entre la Argentina y Venezuela podría convertirse en un caso testigo que trascienda la coyuntura? Mauricio Macri como candidato y como presidente ha dicho que está dispuesto a solicitar que el Mercosur le aplique su Carta Democrática a Venezuela. Procuró siempre ubicar el tema de Venezuela en un lugar visible y demostrar que su llegada a la Casa Rosada implicaba un cambio notable en materia internacional. El gobierno de Nicolás Maduro reaccionó con calificativos despectivos mientras la oposición alababa cada expresión de Macri. Sin embargo, cuando el secretario de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, con un gesto grandilocuente y sin respaldo plural en el continente, pidió aplicar la Carta Democrática de la OEA a Venezuela, la cancillería argentina buscó una salida alternativa, aceptable para Caracas, con el objetivo de no afectar la frágil estabilidad en aquel país. Ahora la oposición venezolana profirió reproches al presidente Macri. Rápidamente, el gobierno argentino aclaró que no hubo "ningún giro".

Entonces ¿estamos ante lecturas distintas en la Presidencia y la Cancillería? La postura actual ¿obedece a la búsqueda de apoyo para la candidatura de la Ministra Susana Malcorra a la Secretaría General de la ONU en momentos en que Venezuela está en el Consejo de Seguridad? La postura en la OEA ¿es apenas una táctica circunstancial? ¿O es algo más revelador?

Para responder estas preguntas es útil remitirse a un contexto más amplio y a un análisis menos superficial de la política exterior argentina. Diversos asuntos y enfoques han concitado interés a los efectos de precisar sus constantes y discontinuidades. Una de las cuestiones que han merecido más atención, por su persistente repetición, tiene que ver con los procesos de transición global y las disputas entre potencias y su vinculación con el mapa cognitivo de las elites nacionales. Las transiciones remiten a los reacomodos que se producen como resultado de la redistribución mundial de poder. Las disputas (sean o no ideológicas) son confrontaciones que involucran distintas dimensiones y se producen entre actores de peso con intereses y proyectos opuestos y cuyos efectos irradian a la política mundial. El mapa cognitivo implica la existencia de una representación mental en la que un conjunto de ideas, creencias, experiencias y conceptos contribuyen a forjar una visión de la realidad nacional y mundial y a actuar en consecuencia.

El paulatino ascenso de Estados Unidos que acompañó el declive de Gran Bretaña y el gradual avance de China ante la gradual erosión del poder de Estados Unidos son ejemplos de transición. La competencia entre Washington y Moscú durante la Guerra Fría y las crecientes tensiones entre Occidente y Oriente de las últimas décadas son casos de disputa profunda con reverberaciones internacionales.

En ese contexto, es bueno subrayar un rasgo del mapa cognitivo de la dirigencia nacional: por lo general ha primado una racionalidad binaria. Esto es, escoger A o B, ya sea para mantener el statu quo interno e internacional o para comprometerse con el reformismo adentro y afuera. Se han esgrimido distintos argumentos que han procurado justificar, por ejemplo, el prolongado lazo con una declinante Londres y el tardío reconocimiento de Washington como gran potencia. Más allá de la pertinencia de algunas tesis explicativas, lo cierto es que el poderío relativo de la Argentina no aumentó.

En los noventa, el fin de la Guerra Fría derivó en la sorprendente certeza de una perenne condición de unipolaridad en favor de Estados Unidos. Esto llevó a un abrazo desproporcionado con ese país, que no se inmutó ante la crisis de 2001-02. En años recientes la esperanza se centró, no sin ingenuidad, en todos los beneficios inequívocos que generaría un lazo estrecho con China, al tiempo que se supuso que la decadencia de Occidente era inminente. En el último cuarto de siglo el poderío relativo del país continuó decayendo o se estancó, según los años de comparación que se evalúen. Ahora bien, si se observan las relaciones de la Argentina con la región, se nota también la fuerza del pensamiento binario: oscilamos entre el "latinoamericanismo" y el "suramericanismo" como si no fuera posible concebir una diplomacia de círculos concéntricos que se suceden, amplían y yuxtaponen. Propugnamos la amistad plena con Brasil, pero nos tienta el oportunismo para lograr presuntas ventajas individuales. Asumimos una postura pro Mercosur y a distancia de la Alianza del Pacífico o viceversa sin valorar nuestra localización geopolítica y la necesidad de fortalecer el Atlántico Sur. Nos movemos de la apertura al proteccionismo y de vuelta a la apertura sin descubrir un justo medio.

Desde principios del siglo XX el país conoció diferentes modelos de desarrollo y distintos regímenes políticos. Modelos tales como el primario-exportador, el de la industrialización a través de la sustitución de importaciones, el neoliberal y el neodesarrollista han marcado la centuria. Regímenes autoritarios y democráticos con diversas coaliciones sociales y políticas en el gobierno han caracterizado la vida institucional. El hilo conductor que, mayormente, recorre el siglo transcurrido es la reincidencia de una racionalidad binaria que ha sido más disfuncional que benéfica para los intereses nacionales.

Ahora, con un nuevo gobierno, habrá que observar si esa racionalidad se acentúa o no. Hay que esperar unos años y examinar distintos temas y relaciones para efectuar un balance ponderado. Sin embargo, surge un dato inicial que lo asemeja a los gobiernos, militares y civiles, de los últimos cincuenta años: el gobierno del presidente Mauricio Macri parece tener ambiciones refundacionales. La conocida referencia a una nueva "inserción de la Argentina en el mundo" expresa, en gran medida, algo que no deja de ser una afirmación cándida, básicamente para consumo interno. Aseverar que, por fin, nos hemos "reinsertado" no significa tener una estrategia; es sólo el eslogan habitual que se viene repitiendo cada comienzo de mandato. Y por supuesto se invoca -como ha sido proverbial- la existencia de un "fracaso" previo que obliga a "recuperar" nuestro hipotético lugar en la política mundial.

Asimismo, es importante destacar el énfasis en Occidente, en general, y en Estados Unidos. en particular, como las contrapartes que epitomizan la "vuelta de la Argentina al mundo". Occidente ha sido fuente de ilusiones temporales, gestos excesivos y frustraciones recurrentes. Son ya tantos los "retornos" a Occidente y con expectativas desmesuradas nuestras -no de Estados Unidos ni de Europa- que debiéramos extraer alguna lección práctica.

En ese contexto, el desafío de las elites argentinas -de las que hoy gobiernan y las que eventualmente, y con un signo político diferente, gobernarán en el futuro- es cómo eludir la mencionada racionalidad binaria en un escenario global muy turbulento en el que los equívocos se pagarán caros. No es un ejercicio sencillo pues se trata de un fenómeno de cultura política arraigado: pareciera que la Argentina no puede manejar simultáneamente relaciones balanceadas, positivas y en beneficio propio con poderes menguantes y emergentes, con referentes claves de Occidente y Oriente, con actores de distinta orientación ideológica o con los pares geográficamente cercanos y lejanos de la región. Entre nosotros, y en política exterior en particular, la conjunción disyuntiva -la o- es una guía; la conjunción copulativa -la y- es casi inconcebible. Por lo tanto: ¿cómo localizar el tema Venezuela? ¿Significa la recuperación del rol prudencial de la Cancillería, el peso de una exigencia momentánea o un episodio marginal? ¿O expresa algo potencialmente distinto? Si, como asegura con mucha prisa el Gobierno, todo sigue igual, se habrá perdido (otra vez) la ocasión para empezar a reconsiderar la onerosa racionalidad binaria que nos ha caracterizado.

*Profesor de Relaciones Internacionales de la UTDT

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Fuente: Ranking Teaching, Research and International Policy (TRIP) International Relations Survey, 2014.
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(Fuente: QS World University Rankings 2023)


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