En los medios

Fortuna
5/10/15

Con la ayuda de Duhalde y viento de cola

Lejos de haber recibido una Argentina en declive, como la Presidenta se empeña en afirmar, la administración kirchnerista asumió el poder en 2003 en un país en pujante recuperación. ¿Qué hicieron con él?

Con una mano en el corazón, les pido a todos los argentinos que piensen: ¿están un poco mejor que en el 2003 o están peor que en el 2003? Y esto va para todos: trabajadores, empresarios, comerciantes, estudiantes, investigadores, intelectuales, artistas”.
Los bombos atronaban en cada resquicio del discurso que la Presidenta ofrecía en la Plaza de Mayo.
Era su último 25 de Mayo como jefa de Estado, y Cristina (la mirada encendida, la melena al viento) volvía a resaltar los logros de la gestión K de doce años buscando retomar el impulso para encarar el tramo final de su mandato. Es claro: fijar como punto de partida el momento en que Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada le permitía disimular que las principales mejoras de los indicadores económicos y sociales se dieron en los primeros años del kirchnerismo en el poder, y no en los últimos. Para peor, el país debe lidiar ahora con problemas que entonces no existían: gasto público desmadrado, inflación solapada, coyuntura internacional adversa.
Pero, ¿qué Argentina recibió Kirchner cuando llegó a Balcarce 50? Veamos: la recuperación de la actividad económica se había iniciado en el segundo bimestre de 2002 y encadenaba una media docena de bimestres en alza, algo que no se veía desde 1997. Los sectores vinculados con los bienes transables apalancaban el repunte del PBI.
Desde marzo de 2002 a septiembre de 2003, la producción industrial había acumulado un 21,3% de crecimiento.
A un ritmo inusitado, sectores como la industria textil y la metalmecánica levantaban cabeza después del mazazo de 2001, según los datos del Ministerio de Economía de aquel momento.
Tras ocho períodos seguidos en rojo, la inversión se recuperaba fuerte desde el último trimestre de 2002. La confianza de los consumidores había mejorado, en sintonía con el crecimiento del Producto.
También porque la estabilidad en ciernes había sofrenado la inflación de bolsillo (0,6% en octubre de 2003 contra 10,4% de abril del año anterior). En el sector externo, reaccionaron las importaciones por la recuperación en el nivel de actividad y mejoró el saldo de la balanza comercial. Se redujo notoriamente la fuga de capitales privados.
Hasta el día en que Kirchner ganó las elecciones, el Banco Central llevaba 16 meses acumulando reservas, en un contexto de bajas tasas de interés.
“La Argentina creció desde 2003 a 2011 por encima del 7% anual y las variables sociales han mejorado, aunque no tanto como reflejan las estadísticas oficiales”, admitió Eduardo Fracchia en un informe de la Escuela de Negocios del IAE de agosto de este año. “La tasa de desempleo cayó a niveles promedio al comparar con la historia reciente del país, y el Banco Central cuenta ahora con una cantidad importante de reservas. La posición fiscal, sin embargo, es actualmente más vulnerable que la de 2001”.
Primera señal de alarma.
LEGADO. Para el economista Juan José Cruces, ex decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Di Tella, “la ocurrencia simultánea de la política kirchnerista y la mejora respecto de 2003, no necesariamente implica que lo primero haya causado lo segundo”. En una reciente columna de opinión atribuyó el repunte de varios in dicadores económicos a un coctel de “bonanza externa, un buen stock de capital heredado del menemismo y el alto tipo de cambio real que dejó el duhaldismo”.
Un reporte del Centro de Economía Internacional dependiente de la Cancillería permite una comparación más ajustada de algunos datos económicos. El PBI se expandió de u$s 153.282 millones en 2003 a u$s 539.053 millones el año pasado, con un alza acentuada en 2010, del 9,5% interanual. El PBI per cápita pasó así de algo más de u$s 4.000 a u$s 12.649 entre un extremo y otro de la gestión kirchnerista.
La deuda externa total se redujo de u$s 164.778 millones en el inicio de la era K a u$s 147.457 millones en 2014. Y las reservas del Banco Central se duplicaron, dando un salto desde u$s 14.119 millones en 2003 a u$s 31.443 millones el año pasado, luego de alcanzar un pico de u$s 52.145 millones en 2010.
No obstante, Fracchia advierte sobre la situación en materia de deuda pública, que “si bien no es tan comprometida como la de 2001, requiere atención. El Gobierno debe afrontar vencimientos importantes, lo que demandará un esfuerzo para recaudar los fondos necesarios. Probablemente se recurra a las reservas del BCRA ante el complicado panorama de pagos en dólares que se presenta”, señaló.
Asimismo, el economista le presta especial atención a la coyuntura internacional, complicada por las situaciones que atraviesan Brasil y China. No es para menos si se tiene en cuenta que el saldo comercial favorable cayó de u$s 16.088 millones en 2003 a u$s 6.687 millones en 2014, con exportaciones que no lograron seguir el ritmo de las importaciones.
El alza del tipo de cambio (de $ 3 a $ 8,10 entre 2003 y 2014) hace temer también por las consecuencias de un inevitable levantamiento del cepo, con el riesgo, además, de que se produzca una fuga de capitales como la de 2008-2011.
Cruces elige medir la evolución de la economía local analizando el valor de las empresas. Una compañía que antes de la asunción de Néstor Kirchner valía $ 100, a fines del año pasado valía $ 227, ajustados por la inflación real. No estaría mal haber más que duplicado el valor de base, si no fuera que en ese mismo lapso una empresa de similares características de Brasil, Chile, Colombia, Perú o México pasó de $ 100 a $ 427. Este atraso respecto de la región, concluye, “refleja una opinión muy negativa sobre nuestra política económica por parte de quienes hacen inversiones”.
MALES. La pérdida de credibilidad de las estadísticas oficiales es una herencia ominosa de la (extendida) década ganada. Y el país suma además otros males alumbrados durante la gestión kirchnerista.
“Uno de ellos es la inflación (28% anual en 2015, prevé el IAE), que genera limitaciones importantes en la libertad para ejercer políticas contracíclicas si es que se quiere evitar el riesgo de caer en una estanflación severa”, sostiene Fracchia.
“Por otro lado, el excesivo gasto público (42% del PBI contra el 30% de 2001) en los últimos años ha tenido como consecuencia que la capacidad del país para aplicar políticas fiscales compensatorias sea limitada”.
La percepción social respecto de la pobreza dista mucho de los datos oficiales. Tanto como que la Presidenta ubicó en junio último al primero de esos índices por debajo del 5%, dando a entender que la situación local es mejor que la de algunas de las economías más desarrolladas del mundo, como Finlandia o Dinamarca.
Estimaciones privadas elevan la pobreza al 25%, equivalente a casi 10 millones de personas.
En cuanto a la desocupación, Fracchia la posiciona cinco puntos arriba de la del aciago 2001: 15% previsto para 2015 contra 10% de entonces. Para la mayoría de las consultoras privadas ronda el 10%. El Indec vive en su mundo: calculó un 6,9% en el cuarto trimestre de 2014, con 9,1% de subocupación, totalizando 2,7 millones de argentinos sin trabajo estable.