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Apertura revista
1/10/15

Viento de frente

El contexto adverso del próximo gobierno se resume en tres puntos: desaceleración de China, debilidad de las commodities y fortalecimiento del dólar. El costo de la Década Gastada.

Así como los sucesivos gobiernos kirchneristas gozaron de un viento de cola la mayor parte de sus más de 12 años y medio en el poder, el gobierno que asuma el próximo 10 diciembre afrontará, desde el inicio, un viento en contra que, cada vez, sopla más fuerte y complica, seriamente, a la Argentina y a las economías emergentes.

Ese viento de frente se expresa en la desaceleración de la economía china; la debilidad del precio de las commodities (en buena medida, derivada de la ralentización de China, su principal demandante), que pega, de lleno, en el valor de las exportaciones de los países en desarrollo; y el fortalecimiento mundial del dólar (contracara de la baja del precio de las commodities), que, a su vez, empuja la fuga de capitales de los mercados emergentes y la devaluación en cadena de sus divisas.

El debilitamiento de las monedas emergentes se había insinuado con fuerza, aunque brevemente, en la crisis financiera 2008/09 y se revirtió luego, hasta 2013. Pero, desde entonces, fue continuo y tuvo momentos de aceleración, como el que está viendo ahora Brasil.

El fenómeno alcanzó a todos los países del bloque BRICS (Brasil, Rusia, la India y Sudáfrica), excepto China. De 2010 a mediados de septiembre de 2015, por caso, el valor del dólar aumentó 120 por ciento respecto del real brasileño, un 129 por ciento contra el rublo ruso, 98 por ciento comparado con el rand sudafricano y 43 por ciento respecto de la rupia india. En el lapso, la moneda estadounidense se apreció 18 por ciento en relación con el euro. Las únicas monedas que, en ese quinquenio, más o menos, mantuvieron su valor respecto del dólar fueron el franco suizo, la libra esterlina y el renminbi (RMB, o yuan).

Por eso, en agosto, el derrumbe de la Bolsa de Shanghai y la primera devaluación del yuan en 20 años conmocionaron a los mercados financieros y sembraron dudas sobre la capacidad de la burocracia china, considerada, hasta entonces, de las mejores del mundo, de reorientar el modelo de crecimiento y lograr un aterrizaje suave de la economía.

Para mensurar la importancia de lo que está en juego, basta decir que, según calculó Morgan Stanley, por cada punto que China desacelera, la economía mundial crece medio punto menos.

"La devaluación de RMB era algo esperable porque estaba pegado al dólar, que se apreció contra la mayoría de las monedas. Además, el RMB pasó de 8,276 a fines de 2004 a 6,12. O sea que, versus el dólar, se dio una apreciación del 35 por ciento en 10 años. Una devaluación del 5 por ciento no puede sorprender a nadie. Pero se produjo en un momento inoportuno, de explosión de la burbuja accionaria, que el Gobierno no pudo evitar y que, después, no supo manejar", explica Horacio Busanello, CEO del grupo Los Grobo y autor de "China, el gran desafío", un reciente libro sobre el gigante asiático, en el que estuvo varias veces y cuya economía y política estudia hace varios años.
Se trata de la primera crisis interna de China desde el inicio de las reformas, a principios de los ' 8 0 . En clave política, Rosendo Fraga pregunta, por ejemplo, si el Primer Ministro, Li Kekiang, podrá absorber el costo y evitar el desgaste del Presidente, Xi Jinping, o si el nuevo titular del Banco Central, Zhou Xiaouchuan, que debió vender US$ 300.000 millones de reservas (bajaron 9,25 por ciento, de US$ 4 billones a US$ 3,7 billones) tendrá suficiente capacidad y respaldo político.

Todo dependerá, en definitiva, de si los campesinos siguen o no hallando trabajo en las urbes y si el nivel de vida de la clase media -a la que, en 30 años, China incorporó nada menos que 300 millones de habitantes- se ve o no resentido.

El todopoderoso dólar 

"El viento de frente nos afecta de varias maneras. Por un lado, el fortalecimiento global del dólar (primero, por el boom del shale, que redujo su déficit de cuenta corriente; ahora, por la salida de capitales de los emergentes) nos pega, justo, debajo de la línea de flotación: la Argentina tiene atraso cambiado y no hará nada al respecto hasta diciembre. Y, como hace 10 años que no hacemos política monetaria, el traslado a precios de una corrección cambiaría, hoy, es muy alto, por lo cual, no podemos flotar sin profundizar la estanflación", dice Eduardo Levy Yeyati, titular de la consultora Elypsis. "Por otro lado -continúa-, por la suba del dólar y por la desaceleración de China, caen las commodities, lo que implica más escasez de dólares, y el boom del shale, al que llegaremos tarde por falta de inversión".

¿No hay entonces ningún frente positivo? "Donde, todavía, tenemos espacio es el margen financiero -dice el autor del reciente libro "PorVenir", en el que explora las posibilidades de desarrollo de la Argentina-. Pero, tampoco, podemos tapar todos los déficits con deuda.

El próximo gobierno tendrá poco tiempo para reaccionar y ninguna excusa para la complacencia".
Ergo, quien asuma deberá actuar rápido y bien. Desperdiciar un año, un semestre o, incluso, los primeros 100 días puede significar el fracaso de una gestión.

La única consecuencia eventualmente positiva de los problemas chinos es que la Reserva Federal de los Estados Unidos postergue de septiembre a diciembre -al cierre de esta edición, aún no lo había hecho- el inicio de un ciclo de aumento de las tasas de interés, ya disipado el riesgo de recesión interna y con la tasa de desempleo en 5,1 por ciento, la más baja desde abril de 2008 y cercana a lo que los economistas consideran, realísticamente, "pleno empleo".

La tasa de interés en los Estados Unidos, el alcance de la crisis en Brasil y el precio de la soja son, para el economista Martín Tetaz, los tres factores externos que definirán el corto plazo. "El más relevante y de mayor impacto inmediato es Brasil. Y es, también, el más incierto", dice.

Hasta hace pocos años, el fuerte aumento del PBI en dólares de la economía brasileña ejercía una fuerte tracción sobre la Argentina. Brasil no crecía demasiado pero el real se revaluaba y su poder adquisitivo se notaba hasta en los outlets porteños. Ahora, en cambio, el Petrolao, un escándalo de corrupción que involucra a Petrobras, a las grandes constructoras brasileñas y a funcionarios y legisladores de los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, se combina con recesión, devaluación y un profundo malestar de la clase media.

Según el estudio Broda, el PBI brasileño caerá 2,5 por ciento este año y el consenso es que volverá a caer, al menos, medio punto en 2016. El real, que llegó a valer US$ 0,60 en 2009, cotizaba, al cierre de esta edición, poco más que US$ 0,25 y su depreciación puede pro fundizarse tras la reciente pérdida de la calificación de "investment grade" de la deuda brasileña. La extrema debilidad política de Dilma, cuya popularidad se desplomó a poco de asumir su segundo mandato (algunos, incluso, dudan que pueda concluirlo), no es, por cierto, un factor estabilizador.

Algo más previsible es la debilidad del precio de las commodities. El mercado espera que estos niveles duren, por lo menos, un par de años. Son buenos, pero no son los de 2008 o 2013, distingue Tetaz. El tercer factor, concluye, es la expectativa de suba de tasas en los Estados Unidos, que, amén de fortalecer aún más al dólar, hace que los capitales se retiren de los países subdesarrollados y vuelvan al Primer Mundo.

"Puesto que el financiamiento externo es un elemento clave de cualquier programa para la Argentina en 2016 (gane quien gane), no es una buena noticia que persista una expectativa de suba de tasas en los Estados Unidos. Además, hay un efecto indirecto vía Brasil, porque nuestro vecino depende, fuertemente, de las inversiones externas. Y, si los capitales vuelan a calidad, la recuperación de Brasil puede demorarse o, incluso, profundizar la crisis", explica el autor de "Psychonomics" y "Casual Mente", dos libros en los que explora la relación entre la conducta de las personas y los problemas económicos cotidianos. A largo plazo, resume Tetaz, "el desafío es diversificar exportaciones y destinos, para que no nos rumbe la caída de un precio (soja) ni la recesión de un país (Brasil)".

Con todo, el factor clave del viento de frente será lo que ocurra con China. "El temor es que desacelere más rápido de lo previsto y esto impacte fuerte, primero, en las economías emergentes que dependen de las commodities y, finalmente, en el mundo desarrollado, ya que todas las economías están estrechamente interconectadas", dice Busanello. "China está pasando de un modelo basado en las exportaciones, la industria y la inversión, que da síntomas de agotamiento, a otro, fundado en el consumo, los servicios y la generación de productos de alto valor agregado. Un camino similar al seguido por Japón y Corea del Sur. El nuevo modelo implica ser más eficiente en la utilización de materias primas, mano de obra y cuidado del medioambiente", explica.

Los recientes bloopers de la burocracia china hacen dudar de su capacidad de lograr un aterrizaje suave, hacia un crecimiento anual del 7 por ciento.

Punto de quiebre 

El umbral a partir del cual las cosas se pueden poner muy mal es el 5 por ciento.
Un problema es que la falta de transparencia de los datos de China y un proceso de decisiones que es una caja negra para el resto del mundo tensa la situación y genera dudas en torno de cuál es, hoy, la verdadera tasa de crecimiento.

"Los analistas desconfían de las estadísticas oficiales porque la venta de autos, la generación de electricidad, los despachos de cemento, el volumen de las importaciones están bien por debajo del 7 por ciento y esto genera mucho nerviosismo", señala Busanello. ¿Cuál es el riesgo? "Una reducción de crecimiento a una tasa del 5 por ciento generaría otra ola masiva de reducción en los precios de las commodities. Esto puede llevar a una espiralización a la baja del crecimiento mundial. La necesidad de un aterrizaje suave de China es clave para evitar una desestabilización de la situación económica-financiera mundial", responde.

De concretarse el peor escenario, el mayor impacto sería sobre el petróleo y los metales. En commodities soft, como los granos, la historia es diferente, dice el actual CEO de Los Grobo y ex de Monsanto y de Syngenta, pues China motoriza la demanda no sólo en soja sino en los forrajeros como sorgo y cebada, donde se convirtió en el mayor importador global. "Los precios bajos de granos seguirán un par de años más hasta que la creciente demanda china se iguale con la súper oferta a nivel global. Asimismo, la caída del precio de la tonelada de soja de U$S 450 a U$S 320 hace que sea más barata en China que el año pasado, a pesar de la devaluación del RMB", precisa.

Serán un par de años moviditos pero no el fin de la promesa de las economías emergentes ni de los BRICS, motores del crecimiento mundial en la primera década del siglo XXI, dice Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas y autor de "The rise ofthe Global South", publicado en 2014, y de "Paralell worlds", un libro que saldrá a principios de 2016. Es cierto, concede, que China puede pasar, en los próximos dos años, a crecer la mitad de su ritmo habitual pero no será para quedarse ahí. Los actuales problemas no deben hacer olvidar, machaca, que, cuando Jim O'Neill, economista de Goldman Sachs, acuñó en 2001 el acrónimo BRICS (que, entonces, no incluía a Sudáfrica), las proyecciones eran que su PBI conjunto sería de U$S 8,7 billones en 2013. Pues bien, pese al menor crecimiento reciente, será de U$S 15 billones en 2015.

Según Stuenkel, quienes comparan el actual trance de China y los BRICS con el estancamiento de Japón desde fines de los '80 olvidan que las economías china, india, brasileña y un nutrido lote de países entre grandes y medianos están casi condenados a volver a crecer, pues, aún, no se acercaron al PBI por habitante de los mercados desarrollados, como sí habían hecho antes economías como la japonesa y la surcoreana.

Pero no todo dependerá de lo que pase afuera. El desafío del próximo gobierno será, justamente, en medio de las turbulencias y con el viento de frente, corregir los desaguisados de los últimos años. Errores que se reflejan en la pérdida de valor de las empresas argentinas, ilustra Juan José Cruces, profesor de Economía y Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Esa pérdida de valor no fue solo respecto de las economías de mayor crecimiento, como China, sino, también, de las firmas de vecinos latinoamericanos.

Se acentuó a partir de 2007 y abarcó, por completo, los dos mandatos de Cristina Fernández.
Entre los desafíos inmediatos estará, por caso, el fin de la Ley de Emergencia Económica, que rige desde enero de 2002 y expira el 31 de diciembre, igual que el uso de las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importaciones (DJAIs), a las que el Gobierno prometió desactivar por completo a partir del 1 ° de enero de 2016, tras perder un panel de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Aberraciones como las DJAIs y el cepo, lejos de servir para defender las reservas del Banco Central, hicieron que se achicaran en USS 20.000 millones y aislaron cada vez más a la economía argentina.

Otro desafío inmediato será resolver el default, debido al conflicto con los fondos buitres. Para mensurar la cuestión, Cruces precisa que el 93 por ciento de los juicios iniciados por fondos buitres en distintas jurisdicciones internacionales son contra la Argentina. Y el 96 por ciento del valor de los fondos litigados es deuda argentina. No será gratis corregir esa anomalía. Pero los beneficios en baja de riesgo-país y acceso al crédito de largo plazo, imprescindible para empezar a revertir las carencias de infraestructura, superarán, pronto y largamente, los costos.
A mal tiempo, se pueden oponer buenas políticas. "Crisis es, también, oportunidad". Si hasta eso dicen que viene de China.