Al contrario de lo que se supone, la Argentina no ha establecido ni renovado en años recientes un acuerdo nuclear con la mayoritariamente chiita República Islámica de Irán, sino que ha firmado y desarrollado uno con el mayoritariamente sunita Reino de Arabia Saudita. En 2011, la Argentina y Arabia Saudita suscribieron el Acuerdo de Cooperación en los Usos Pacíficos de la Energía Nuclear, ratificado por el Congreso en 2012. Con ese telón de fondo, en marzo de 2015 ambos decidieron profundizar sus vínculos en el campo nuclear mediante la creación de una empresa, Invania, en la que confluyen la saudí Taqnia y la argentina Invap.

El estrechamiento de los lazos se inscribe en un contexto más amplio. En enero de 2014 se conoció el Programa de Aumento y Diversificación de las Exportaciones (Padex), en el que Arabia Saudita se identificó como uno de los 15 destinos principales para incrementar las ventas al exterior. En febrero de 2014, en la primera visita de ese tipo, partió para aquel país una delegación encabezada por el canciller Héctor Timerman y un grupo de empresarios. Los datos comerciales lo corroboran: las exportaciones a Irán y Arabia Saudita en 2010 fueron, respectivamente, de 1453 millones de dólares y de 309 millones de dólares, mientras que en 2014 las cifras correspondientes fueron 967 millones de dólares y 878 millones de dólares, respectivamente.

El acercamiento a Arabia Saudita no puede interpretarse sólo en clave comercial. La aproximación a Riad se dinamizó más después de que se estancó desde mayo de 2013 el Memorándum de Entendimiento con Irán sobre la Comisión de la Verdad. Es posible que la relación con el reino saudí pueda verse como el intento por desplegar una política más activa en el cambiante tablero de Medio Oriente en el que los reacomodos estratégicos y los sucesos críticos tienen efectos inesperados en nuestro país. Es posible también localizar la relación con Arabia Saudita en el marco de la política nuclear internacional de la Argentina, en un entorno mundial en el que la no proliferación nuclear pende, de algún modo, del éxito o fracaso del acuerdo nuclear del P5 (Estados Unidos, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia) + 1 (Alemania) con Irán.

Sin embargo, e independientemente de la racionalidad que ha marcado en tiempos recientes la política exterior argentina hacia Riad, es importante destacar que hay varios ámbitos en los que las diferencias de intereses y prácticas son claras. Así, en materia de derechos humanos la situación en Arabia Saudita es desastrosa y las posturas internacionales de los dos países son bien distintas. Por ejemplo, en materia de reconocimiento de derechos LGBTIQ (lésbico, gay, bisexual, trasvesti, transgénero, transexual, intersexual y queer) la Argentina es un país pionero, al tiempo que en el reino saudí no sólo esos derechos no son reconocidos, sino que la homosexualidad está criminalizada.

La reciente operación militar liderada por Arabia Saudita contra Yemen constituye una violación del derecho internacional humanitario. Para la Argentina el respeto a los principios del derecho internacional ha sido una piedra angular de su política exterior desde el reinicio de la democracia. Asimismo, Arabia Saudita se ha convertido hoy, según la prestigiosa publicación británica IHS Jane's, en el primer comprador mundial de armas, mientras que la Argentina es uno de los países de tamaño medio que menos armas han adquirido en las últimas dos décadas. El reino saudí ha jugado el rol central para hacer bajar los precios del petróleo con el objetivo, entre otros, de frenar la expansión de la producción petrolera, por medio de fracturación hidráulica, en Estados Unidos. Eso, a su vez, ha afectado la atracción de inversión para Vaca Muerta, la mayor riqueza en petróleo y gas no convencional que tiene la Argentina.

En síntesis, Buenos Aires necesita, en sus relaciones con Riad, así como respecto de otras relaciones bilaterales aparentemente tentadoras según ciertas coyunturas, esclarecer su estrategia de vinculación, balancear las metas alcanzables y los medios disponibles, precisar sus necesidades y aspiraciones de mediano y largo plazo, ponderar las oportunidades y los retos actuales y potenciales, y evaluar los contextos y las dinámicas geopolíticas en las que está inserta su contraparte. En particular en lo que hace a Medio Oriente, la Argentina debe evitar la sobreactuación y valorar la paciencia, pues todo lo que allí sucede, sea ello promisorio, problemático o peligroso, está, de hecho, fuera del control del país.

(*) Director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella