En los medios

La Nación
11/02/15

Deuda externa: los diez pecados capitales de la era kirchnerista

El Gobierno proclama la reestructuración de los pasivos como uno de sus mayores triunfos; sin embargo, la "década ganada" termina como empezó: con el país en default

Si el proceso de reestructuración de la deuda fue tan exitoso como afirma el Gobierno, no se entiende por qué la Argentina sigue en default a más de 13 años de la asamblea legislativa en la que toda la clase política aplaudió el repudio del pago de las obligaciones del Estado.

El presidente Néstor Kirchner y luego la presidenta Cristina Kirchner no se cansaron de señalar los canjes de 2005 y 2010 con los bonistas como un "modelo" que presuntamente provocó la admiración del mundo y luego un odio tal que llevó a que la justicia norteamericana castigara al país con el fallo judicial del pari passu a favor de losholdouts, en junio del año pasado.

Cabe preguntarse si en realidad en estos años la Argentina no cometió muchos más errores que aciertos, suficientes como para explicar por qué un gobierno que hizo dos canjes -y que ya pasó más de una década desde aquella declaración de default- se encuentra, una vez más, en un callejón en el terreno de su deuda. Y este problema se dio pese a que, en forma constante, el Gobierno se jacta de haber bajado el peso de la deuda del 140 al 44% en relación con el PBI desde 2003.

Existe, en definitiva, un decálogo de fracasos aplicado por el kirchnerismo en materia de la deuda desde que asumió:

1 En el canje de 2005 se dio uno de los mayores porcentajes de holdouts en la historia de las reestructuraciones soberanas (24%), como producto de la retórica agresiva hacia los inversores minoristas y de haber ofrecido el cupón del PBI -que no fue valorado por el mercado-, en lugar de un pago en efectivo mayor. Casi al mismo tiempo, Uruguay, Ecuador y Rusia negociaban sus respectivas reestructuraciones soberanas con aceptaciones superiores al 90%.

Juan José Cruces, experto en deuda pública de la Universidad Di Tella, dice que "se priorizó excesivamente el impacto político local y el corto plazo" por sobre el efecto en el clima de negocios y la reputación del país como destino de inversión. "Tras una relación con los acreedores que venía muy tensa por desafiar las formas habituales para estas negociaciones, se ofreció el cupón PBI. Pero los inversores no creyeron en ese cupón, aunque nos costó un ojo de la cara, de modo que fue un pésimo negocio." Como resultado de esta estrategia, agrega, "el país hizo una gran quita a los bonistas, lo que provocó una baja tasa de aceptación para los estándares internacionales, muchos litigios y poco alivio como deudores; si uno le regala rosas a una chica, pero la agravia mientras le entrega el ramo, las rosas se vuelven cardos: eso pasó con el cupón PBI en 2005".

Se manipularon las estadísticas del Indec desde 2007, entre otros motivos, con la intención de pagar menos deuda ligada a la inflación (ajustable por el coeficiente de estabilización de referencia, CER), pero el país comenzó a tener un costo creciente de acceso al crédito, a tal punto que en 2008 le pagó al "compañero y amigo bolivariano" Hugo Chávez una tasa de interés de 15%, casi similar a la que el gobierno de la Alianza pagó en el megacanje de 2001 y que mereció un largo proceso judicial. Por la cuestión del Indec, además, se perdió la posibilidad de generar un mercado de deuda en moneda local indexada de largo plazo, a diferencia de lo que ocurrió en el resto de los países de la región. Y así, la deuda, después de 2007, se redolarizó parcialmente.

3 El país perdió los pilares macroeconómicos del primer período de su recuperación, que le habían permitido un fuerte crecimiento económico: altos superávits gemelos, tipo de cambio competitivo y baja inflación, lo que había redundado en un mejor acceso al mercado hasta el escándalo del Indec.

El director de la consultora ACM, Maximiliano Castillo, sostiene que "las dificultades financieras del país no tienen que ver sólo con el manejo de la deuda, que definitivamente no fue el apropiado sobre la cuestión de los holdouts, sino más bien con la implementación de una política macroeconómica errónea, caracterizada por una dinámica fiscal y monetaria claramente insostenible".

Se tardó bastante tiempo en ofrecer el segundo canje, cinco años después del primero, y en el medio no se hizo nada por recuperar la confianza del mercado; por el contrario, no se solucionó la deuda con el Club de París ni con el Ciadi. Y cuando el canje se lanzó por segunda vez, tampoco terminó de abarcar a todos los acreedores, porque el 7% de los bonistas quedó afuera.

Carlos Melconian, socio de M&S consultores y asesor del jefe de gobierno porteño y precandidato presidencial, Mauricio Macri, dice que "nunca existió la decisión política de resolver el tema y se dejó que el conflicto avanzara en la justicia de Estados Unidos, tribunal aceptado por el gobierno argentino, hasta que se tuvo sentencia en contra". A su juicio, lo peor es que "no se recuerda década tan favorable en lo referido al contexto financiero internacional, a costo regalado para emprolijar la deuda, mejorar el acceso a los mercados y conseguir tasas de interés bajas para el desarrollo del país".

Según Melconian, "la Argentina fue exactamente en el sentido contrario: se mantuvo fuera del mercado, con actitudes belicosas y una política macro inconsistente e imprevisible que limitó la propensión de inversores a tomar riesgo argentino".

Cruces afirma que hay datos sobre la tasa de aceptación en 17 de los 21 canjes realizados por países entre 1998 y 2013: 15 de los 17 canjes tuvieron una tasa de aceptación superior al 76% obtenido por la Argentina en 2005. "Si usamos el 92,7% de aceptación conjunta a nuestros canjes de 2005 y 2010, 13 de los 17 fueron más aceptados que los nuestros."

El segundo canje no se dejó abierto como muestra de buena voluntad para los bonistas -aunque fuese con una penalidad- y se mantuvo vigente la ley cerrojo, pese a que todos los abogados aconsejaban lo contrario. Ambos elementos fueron decisivos para que la justicia de Estados Unidos fallara en contra del país en las causas por el default.

Según Santiago Montoya, presidente del Grupo Bapro y uno de los referentes económicos del sciolismo, "si a la reestructuración se la compara con una intervención quirúrgica, salió exitosa: el enfermo se recuperó; pero quedaron unas pocas células infectadas que están impidiendo su curación definitiva y ahora los mismos remedios ya no son efectivos, como el canje, que para estos bonistas no alcanza porque quieren más y lograron un fallo judicial firme que los avala". En definitiva, señala, "en este tema a la Argentina se le escapó la tortuga".

Claudio Loser, ex ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y director del Centennial Group, de Washington, sostiene que "desde 2010 la gestión de la deuda se volvió totalmente política, agresiva y de quiebre con los principios legales y contractuales, aun cuando la situación argentina, por los términos de intercambio, había mejorado fuertemente; los últimos cuatro o cinco años han sido un período de gestión de deuda arbitraria, no profesional, y de efectos altamente negativos".

En 2008 se estatizaron las AFJP -antes se permitió que la gente tuviera la opción de elegir pasarse al Estado y sólo el 11% lo hizo-, por lo que se evaporó el mayor actor del mercado de capitales local. En lugar de corregir las fallas del sistema jubilatorio privado, el Gobierno lo pulverizó.

A partir de 2010 y de que el Gobierno amagara con normalizar la relación con el FMI y los holdouts, se usaron reservas del Banco Central para pagar la deuda, un proceso que el Gobierno llamó "desendeudamiento" y que, para muchos especialistas, no fue tal y trajo más problemas que soluciones. En ese tiempo el país tenía US$ 52.000 millones en reservas, que crecían en sintonía con las de otros países de la región. Ahora, el Gobierno festeja porque están en US$ 31.000 millones gracias, en parte, al crédito de corto plazo de China, lo que deja al país más expuesto frente a los fuertes vencimientos de deuda (US$ 12.000 millones este año, más US$ 6000 millones a los importadores) y a una eventual corrida cambiaria.

Agustín D'Attellis, de la agrupación económica oficialista La Gran Makro, defendió el uso de unos US$ 46.000 millones desde 2010, porque "en la situación actual los organismos y acreedores internacionales estarían exigiendo al país políticas de ajuste que implicarían profundización de la recesión y deterioro en la distribución del ingreso". Dice que hoy la política económica "eligió el camino del fortalecimiento del mercado interno, estímulo a la demanda y políticas redistributivas, y todo esto es posible al no tener los condicionamientos de un acreedor externo".

Para Martín Redrado, ex presidente del Banco Central y asesor económico de Sergio Massa, "el tan mentado desendeudamiento es otra mentira: se pasó de un superávit del 3% a un déficit primario fiscal de más de 5 puntos del PBI; fue muy costoso". El uso y abuso de las reservas con este fin implicó, afirma, la conformación del cepo cambiario, llevando a una nominalidad mucho mayor, ya que pasó de rondar el 20% a ser superior al 30%. "Es decir, el uso de reservas generó inflación con recesión."

Mientras tanto, el Gobierno decía que no quería endeudarse porque ése había sido uno de los grandes problemas de la Argentina en el pasado. Daniel Artana, economista en jefe de FIEL, explica que "la deuda pública es un instrumento para financiar el déficit fiscal, no es mala per se, sino que depende de cómo se usen los fondos y de que se maneje con prudencia, manteniendo una situación solvente en todo momento; para países en desarrollo, un nivel seguro es menor a 30% del PBI". La Argentina superó ese límite varias veces en su historia, dice. "Recurrentemente, gobiernos de distinto signo han abusado de déficits fiscales altos, inflación y atraso cambiario. Y esta historia ha vuelto a repetirse en los últimos años."

"Es una creencia equivocada pensar que endeudarse es malo -sostiene Montoya-. Lo negativo, lo que está en la historia nefasta de los endeudamientos externos argentinos es para qué se usan los fondos que originan esa deuda. Las consecuencias vienen cuando la deuda no incrementa la capacidad de la economía nacional para producir riqueza."

El primer fallo del juez Thomas Griesa , de Nueva York, en contra del país es de febrero de 2012, es decir, sólo 11 años después del default, por lo que parece difícil hablar de un "castigo sistemático" como el que suele mencionar el Gobierno. Y la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de desestimar el caso fue en junio de 2014, dos años y medio después. En el medio, señalan los expertos, la Argentina no aprovechó el tiempo más que para criticar la actitud de los fondos buitre, en lugar de planificar una negociación para reducir una deuda que en ese momento era claramente menor a los US$ 1600 millones, finalmente adoptados en la sentencia.

9 La Presidenta rechazó la actitud de Estados Unidos y dijo que el fallo de la justicia era una clara demostración de venganza por el "modelo independiente" adoptado en la reestructuración de la deuda. En realidad, tanto el gobierno de George W. Bush como el de Barack Obama apoyaron las negociaciones de la Argentina con los acreedores. Bush sacó al FMI del medio para que la Argentina pudiera imponer una fuerte quita a los bonistas, y Obama presentó escritos como "amigo de la corte" ante la justicia de su país para advertir que un triunfo de los fondos buitre podía representar un peligro para las reestructuraciones de deuda soberanas en general.

10 Cuando el país perdió el caso definitivamente, la Presidenta dijo que no iba a cumplir con el fallo y sancionó una ley de pago soberano para que los bonistas cobraran en Buenos Aires en lugar de Nueva York, por la decisión de Griesa de bloquear los pagos en Estados Unidos mientras el Gobierno no les pagara a los holdouts. Esta norma trajo dos consecuencias: por un lado, los acreedores no se acercaron a cobrar al país; por otro, el magistrado declaró al país en desacato.

Según Daniel Marx, ex secretario de Finanzas y director de la consultora Quantum, el Gobierno debería haber seguido "otra estrategia, con un planteo judicial diferente, coherente, y un manejo distinto de la llamada ley cerrojo", que fue clave para que los camaristas de Nueva York señalaran que la Argentina estaba discriminando a losholdouts.

¿Cómo se debería salir de este callejón? Según Melconian, "la Argentina tiene que acordar la manera menos desventajosa posible de cumplir la sentencia judicial", mientras que D'Attellis afirma que "en el proceso de negociación debe defenderse el interés nacional y no llegar a un acuerdo que termine siendo inconveniente para la economía, por ceder frente a presiones extorsivas". Para Redrado, "con un equipo económico profesional con experiencia, se puede resolver este conflicto", y Montoya insta a buscar "una solución global, que incluya no sólo a los holdouts con sentencia firme, sino a la totalidad, es decir, a los 15.000 millones de dólares que quedaron fuera de los canjes".

Más pesimista, Castillo opina que "no es posible una solución a corto plazo, salvo que el Gobierno decida cumplir con la sentencia, cosa que ya ha afirmado que no hará".

En definitiva, existen opiniones, datos y conclusiones diferentes para un problema que sigue sin resolverse, pese a que el Gobierno no se cansa de gritar que la Argentina ya no está en default. Por el contrario, sin haber salido de uno, entró en otro y tampoco sabe cómo salir.

Juan José Cruces

Universidad Di Tella

"En el canje de 2005, la gran quita a los bonistas trajo como consecuencia una muy baja aceptación"

Carlos Melconian

Consultora M&S

"El país se mantuvo fuera de los mercados con una actitud belicosa y una política macro inconsistente e imprevisible"

Santiago Montoya

Grupo Bapro

"En el tema de la deuda, a la Argentina se le escapó la tortuga"

Claudio Loser

Ex ejecutivo del FMI

"La gestión de la deuda se volvió política, agresiva ?y de quiebre con leyes y contratos"

Agustín D'Attellis

La gran Makro

"Se eligieron el fortalecimiento del mercado interno, el estímulo a la demanda y las políticas redistributivas"

Martín Redrado

Ex presidente del BCRA

"El tan mentado desendeudamiento es otra mentira"


Por Martín Kanenguiser