Luego de conocido el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países explotaron los análisis comparados y las explicaciones históricas. Se trata, sin duda, de un hecho auspicioso que marca el fin de la herencia de la Guerra Fría en América Latina. Reflexionando estratégicamente es posible apelar a lecturas que permitan acceder a nuevas claves.

El régimen cubano necesita asegurar la transición prevista para el 2018, fecha anunciada para el retiro de Raúl Castro.

Hasta ahora, el “heredero” es el actual Primer Vicepresidente Manuel Díaz-Canel. Si todo transcurre normalmente habrá un relevo generacional que requiere una apertura externa acompañada de reformas económicas, más cercanas al mercado que al Estado. En La Habana, la apuesta al socialismo venezolano del siglo XXI se desvaneció: la crisis del chavismo y la caída del petróleo la hicieron inviable. En ese horizonte, la normalización con los EE.UU. y el levantamiento de las sanciones económicas resultarán vitales para otorgarle sustento a un “modelo asiático”. China y Vietnam marcan el camino: economía de mercado con autoritarismo político garantizado férreamente por el Partido Comunista. En Washington, el presidente Obama retomó la audacia que supo tener antes de ingresar a la Casa Blanca. En su campaña a Senador de 2004 ya aludía al fracaso de la política hacia Cuba. Ahora, despojado de intereses inmediatos, está en condiciones de diseñar un “legado estratégico”: prioridad al “pivot asiático”; regularización a los hispanos ilegales y despejar de la agenda el caso Cuba, que siempre entorpeció la política norteamericana hacia América Latina.

Claro está que necesitará del Congreso para levantar las sanciones económicas, un espacio donde los republicanos regulan la política exterior en tres capítulos comerciales vitales para Obama: sanciones a Irán, a Rusia y ahora a Cuba. En términos de “real politik”, Obama seguramente se inspiró en un razonamiento mayor: si Cuba continuaba penalizada se le habría a China una ventana estratégica en el “patio del Caribe”.

Una región donde una empresa china acaricia una obra despojada de inocencia: el discutido Canal Inter-oceánico a construirse en Nicaragua. Obama no ignora las críticas opositoras, pero bien sabe que entre los republicanos pragmáticos el “dulce comercio” atrae, no todos piensan como el Tea Party y como algún senador conhispano.
En tal sentido, una reciente encuesta de la Florida International University explica la nueva mirada: el 52% del universo vinculado a la diáspora cubana se mostró partidario de cambiar la política. En 1991, el 82% estaba de acuerdo con las sanciones.

Por último, Castro y Obama en algunos puntos hicieron concesiones, desde la mirada de sus críticos inmovilistas. De allí la importancia del “endoso Vaticano”.

Desde los ’90, el mensaje de Roma fue claro: “Que Cuba se abra al mundo para que el mundo se abra a Cuba”. Probablemente la estrategia vaticana en la isla sea similar a la aplicada en Europa Central: facilitar la transición, y en ella la Iglesia cubana probablemente asumirá un papel destacado.

(*) Profesor del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales