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27/08/14

Carlos Gervasoni: La democracia afectada por candidaturas individuales

Si después de la etapa iniciada en 2001 la Argentina pudiese consolidar un sistema de partidos más o menos razonable, entre dos, tres o cuatro –aliados o no–, que la gente vea como referencia, con algún contenido ideológico más o menos claro, la democracia funcionará mejor.

Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Notre Dame, con dos Master, en Ciencia Política y en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Stanford y profesor e investigador del departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la UTDT, este especialista en estudios sobre la democracia, política provincial, opinión pública y metodología de la investigación social, de 46 años, supedita el futuro equilibrio entre la Nación y las provincias a la identidad partidaria y la fortaleza fiscal.

–Hoy el Gobierno nacional y los de las provincias se relacionan con un federalismo a la unitaria, ¿qué cabría esperar para después de 2015?

–Que haya un vuelco más favorable hacia las provincias después de estos años de centralización fiscal. Todo lo que sucedió en el kirchnerismo tuvo que ver con un Gobierno central muy fuerte, con muchos recursos y con gobernadores del mismo signo político. Lo que va a ocurrir después de 2015 dependerá de quién sea el Presidente y de cómo estén las arcas fiscales. Ha habido en el pasado situaciones en las que los gobernadores negociaban en bloque con un Presidente de otro partido, como Alfonsín con los peronistas, De la Rúa también. Y en general se trató de una situación débil del Gobierno nacional. El equilibrio con las provincias dependerá de la identidad partidaria y la fortaleza fiscal. Lo que sí aparecerá de lleno en la agenda es la distribución de la renta petrolera.

–¿Presidencialismo y caudillismo confrontan desde la fuerza o la debilidad de cada uno?

–En la Argentina, la tradición de presidencialismo es muy fuerte y esto se acentuó mucho en el período de Menem y en el de Kirchner. El federalismo fue originalmente inventado como una forma de limitar, de dividir el poder, y en la medida en que las provincias lo resignan, puede interpretarse como que la democracia se ve afectada al tener menos autonomía para tomar sus propias decisiones. Con menos presidencialismo y un poco más de federalismo seríamos un país más democrático.

–¿Instituciones frágiles debilitan la democracia o es al revés?

–La debilidad de las instituciones es una patología que va más allá de la democracia en cualquier tipo de régimen. Si hubiera instituciones débiles en un Gobierno autoritario también lo debilitarían. Funcionan mal o bien, con democracia o con autoritarismo. Y los problemas institucionales que tuvimos no sucedieron únicamente durante la democracia. El Estado argentino tiene muchos problemas en su funcionamiento, tanto en los 30 años de democracia como durante el Gobierno militar que la antecedió.
En el sentido más duro del término institución, no es que haya una organización, con reglas, procedimientos y recursos racionalmente organizados en Estado, siendo que en la Argentina ha sido bastante débil en ese sentido sobre todo en la última época de facto.

–¿Cómo se dirime la relación de fuerzas entre la democracia y las corporaciones económicas?

–Las corporaciones económicas, los intereses económicos, los grupos mediáticos, los medios de comunicación tienen todo el derecho del mundo a decir lo que quieran y a defender sus intereses, y es indiscutible. A veces se escuchan discursos desde el oficialismo de que los grupos económicos tienen intereses, lo mismo que los mediáticos, y claro que es así.
La democracia es el ámbito de la agenda de los intereses cuya defensa es esencial a la política, que es la lucha y conciliación de intereses. Lo que sucede es que desde el kirchnerismo se bajó una línea como si esto fuera un gran descubrimiento y como si fuera ilegítimo. Y es perfectamente legítimo que la industria automotriz quiera ganar plata y el diario La Nación defienda su forma de ver las cosas. Así es en todas las democracias del mundo y está protegido por la Constitución.

Limitaciones y enfermedades

–¿Libertad económica, de expresión o de prensa son parte de lo mismo?

–La libertad de expresión y la posibilidad de que los medios digan lo que quieren son algo central de la democracia. Si hubiera en la Argentina alguien que no pudiera hablar, si fuese reprimida, cercenada, limitada, la posibilidad de expresión, tendríamos un grave problema con la democracia. La expresión de los intereses económicos no es esencial a la democracia, pero sí lo es al capitalismo. En la medida en que estamos en un país democrático y capitalista, en el que la Constitución garantiza la propiedad privada, que haya intereses y estos sean defendidos en la escena pública es normal.

–¿Corrupción e inseguridad son enfermedades de la democracia?

–Son un problema social, y lo hay en las dictaduras también. Está claro que éramos un país más seguro en cuanto a la criminalidad común en las calles (no en lo relacionado a terrorismo de Estado) hace 30/40 años: tanto en la época de Alfonsín y en las dictaduras militares. Recién en los 90 y en los últimos años hubo un auge de la criminalidad callejera, del narcotráfico, con lo cual coincidió con la democracia. Con la corrupción, y esto se ve bien en las encuestas, la gente percibió al menemismo como un gran esquema de corrupción y también al kirchnerismo. Y asocia con prácticas corruptas a los principales movimientos que gobernaron al país en democracia, cuando antes también ocurría en Gobiernos militares en la Argentina, aunque no en forma tan pública, tan clara, tan abierta, tan fácilmente perceptible. Y cuando se compara, hay países muy autoritarios que son terriblemente corruptos, como es el caso de China.

–Se cumplieron 31 años ininterrumpidos de democracia, ¿vamos por más?

–Me atrevería a decir que la democracia está muy segura, y que, a diferencia del pasado y de otros países de la región, como Venezuela, que atraviesa una situación en la que se torna difícil llamarla democracia, en la Argentina hemos tenido arranques de hegemonía con el menemismo o el kirchnerismo, pero parece que el país se ha mantenido y lo seguirá haciendo en un sistema donde hay competencia real por el poder y donde se puede elegir con libertad a los gobernantes.

La pregunta clave sería qué va a pasar con el sistema de partidos, que son necesarios para un buen funcionamiento de la democracia. En los 80 y los 90, la Argentina supo tenerlos y hoy están muy débiles. No solo por la fragmentación y el caos que hay en la oposición, sino por lo que sucede en el propio peronismo, que es un conglomerado difícil de describir, porque en el PJ, el Frente para la Victoria, hay mucha heterogeneidad adentro, que hoy se exacerba con la competencia de muchos intereses. Si esto se consolida en un sistema medio caótico de candidaturas individuales, pases de dirigentes de un movimiento a otro y gran fragmentación de las fuerzas políticas, todo eso va a ser malo para la democracia y la hará funcionar peor.


Por Carlos Fara

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