Di Tella en los medios
Clarín
23/04/10

La vigencia de un Genocidio

Por Juan Gabriel Tokatlian
PROFESOR DE RELACIONES INTERNACIONALES ( UTDT )

Mañana, 24 de abril, se cumplen 95 años del genocidio de los armenios: 1.500.000 armenios empezaron a ser asesinados por el Imperio Otomano y con posterioridad por Turquía. Obstinadamente, el Estado turco ha rehusado reconocer ese crimen atroz; lo que ha significado para los armenios que éste sea un genocidio vigente.

Este sentimiento de tragedia inacabada se renueva con expresiones y acciones de algunos países, aunque encuentra consuelo en las de otros. Por ejemplo, Estados Unidos sigue sin aprobar una resolución que explícitamente utilice el término genocidio para calificar la tragedia armenia.

En Argentina un juez está próximo a pronunciarse en un caso presentado por la familia Hairabedian en el que, invocando el derecho a la verdad, es factible que se determine jurídicamente que lo padecido por los armenios entre 1915-23 fue un genocidio. Esto se entrelaza con dos hechos recientes. Primero, la posibilidad de que la justicia argentina pueda aceptar llevar a juicio los crímenes del franquismo cometidos en España en momentos en que en ese país el juez Baltasar Garzón enfrenta un juicio por prevaricato al querer investigar las atrocidades llevadas a cabo durante el régimen de Francisco Franco. Segundo, la reciente condena, a 25 años en una cárcel común, al último dictador argentino, Reynaldo Bignone, por delitos de lesa humanidad.

Esto significa que a nivel planetario se libra en realidad una honda pugna entre los que prefieren el olvido sin justicia y los que reivindican la memoria con justicia.

Occidente desarrollado puede estar cerca de perder, una vez más, su liderazgo moral en materia humanitaria: no se trata de presionar más a un Estado débil y vulnerable como el de Armenia para que acepte unos dudosos protocolos para normalizar las relaciones turco-armenias, sino de exigir que Turquía reconozca el genocidio. Es muy probable que esta exigencia tenga resultados geopolíticamente promisorios para la estabilidad en el Cáucaso y en Medio Oriente y para forjar un nuevo diálogo entre civilizaciones y religiones.

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