Di Tella en los medios
Revista Ñ
11/04/10

Lo que Alfonsín nos dejó

En medio de un clima "furibundamente antipolítico", Raúl Alfonsín, primer presidente democrático tras la última dictadura, es querido y recordado por la opinión pública. A un año de su muerte, tres intelectuales polemizan sobre su figura, lejos de la "alfonsinología". Además, los entretelones de un libro que revela cómo lo ven ensayistas de las nuevas generaciones.

En una de las primeras noches otoñales de este año, tres intelectuales se reúnen en un loft de Palermo para hablar del pasado reciente. El fantasma que los llama es el de Raúl Alfonsín. No hay velas para invocarlo pero es un espectro que se resiste al olvido y que recorre el campo político argentino. El filósofo Tomás Abraham, el sociólogo Emilio de Ipola y el politólogo Vicente Palermo se conocen poco entre sí pero se han leído. De distintas formas se han cruzado con la política, han estado cerca del poder o enfrentados y criticando desde la vereda opuesta. En esta ocasión elaboran un perfil de Alfonsín a un año de su muerte y a veintiuno de su salida anticipada del gobierno. Esa fue la primera herida de muerte del radical. Después vendrían otras que nunca ocultó y que acumularía hasta el día de su muerte.

Fuera del loft, que sirve de estudio a Abraham, corre un murmullo permanente del siempre festivo barrio de Palermo que esta noche resiste la partida del verano. Adentro, tres pensadores, discuten, susurran –también gritan– sobre el presente de Alfonsín. Sobre cuánto los marcó y cuánto los desilusionó. Para siempre. Hay desacuerdos marcados, pero los tres coinciden en el valor del aporte de Alfonsín al afianzamiento de las instituciones democráticas, algo que hoy parece natural pero que durante el período posdictadura tenía un valor similar al cuidado trabajo de un orfebre.

-¿Qué significó la muerte de Alfonsín para cada uno de ustedes?

-Abraham
: Políticamente nada; personalmente es una persona estimable. No creo en homenajes a muertos; indudablemente se destacan todas las virtudes que se puede encontrar como a Illia, ¡hasta a Frondizi! Creo que desde el punto de vista de su memoria murió bien; es decir, sin duda que merece un lugar en la política argentina... un buen lugar a pesar de su fracaso.

-De Ipola
: Cuando inauguraron el busto en la Casa Rosada, alguien le dijo "la estima de la población sobre usted ha crecido", y entonces él respondió "y va a ver cuando me muera"... He visto un video donde opina Carlos Ruckauf, por ejemplo, de Alfonsín, cuando estaba vivo, y lo que dice después de que se murió. Hay cambios. Creo por otra parte que es un hombre efectivamente inscripto en la historia argentina, más allá de lo que no pudo hacer, incluso de lo que hizo. Es un hombre que estaba ligado indisolublemente a la institución de la democracia y al hecho de haber avanzado muchos pasos en ese terreno pantanoso.

-Palermo
: Bueno, para mí fue un gran dolor. Fue alguien a quien yo quería particularmente. Y políticamente, nada, lo único que realmente no preví fue el efecto Alfonsín sobre la política posterior, es decir, que una vez muerto la gente lo iba a querer más y todo eso. Y todavía lo estamos viendo; lo cual no tiene nada de positivo en algunos aspectos, digamos. Y ahí el problema es que se oculta una cara más importante aún que es el Alfonsín como político de talento, eso no se ve.

-La presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo reivindicó como también otros sectores políticos. ¿Esa reivindicación se dio porque Alfonsín se estaba muriendo?

-Abraham
: Yo creo que hay que separar la figura de Alfonsín de las necesidades políticas que tiene el radicalismo que lo necesita a Alfonsín para salir de sus cenizas. Pero Alfonsín tiene otra dimensión y otro mensaje para dar, más allá de su presidencia. Alfonsín en este sentido no es un radical. Fue el presidente de los argentinos y yo creo que en este momento algo de él puede estar vivo, pero no tiene que ver con las necesidades políticas electorales. En su momento hizo un cierto llamado a cómo construir la Argentina. Se sabe que hizo el Juicio a las Juntas, y que si no fuera por un ejército activo, no como éste, hubiera seguido, pero el golpe de Estado estaba ahí.

-Palermo
: Me parece interesante cierta aparente paradoja en el sentido de que en una sociedad con un clima furibundamente antipolítico, Alfonsín es querido, exaltado y considerado como una gran persona, etcétera. Ahora, me parece que la paradoja se revela puramente aparente si uno ve el motivo de ese aprecio en la opinión pública: la integridad, o por oposición a la corrupción; es decir, Alfonsín como una persona íntegra. Pero el político de talento no se ve; parece que lo que se valora de Alfonsín es el hecho de que haya sido íntegro, honesto. Lo cual indudablemente era y siempre es encomiable. Uno no puede caer en la ingenuidad de decir bueno, no hay ningún motivo para elogiar a un político por el hecho de que sea honesto porque todo político debe serlo.

-De Ipola
: Creo que era un republicano liberal estricto, que respetaba la división de poderes, acataba las decisiones del Senado, etcétera. Eso lo hace interesante desde el punto de vista político, porque es difícil saber cuál era su política. Era una política que aceptaba que se radicalizara a través, por ejemplo, de posiciones que adoptaban los legisladores, y tenía una especie de... "miren, dejémoslo y después vemos"; como decir: aceptar lo que pasa y después definir una respuesta a lo que suceda. Yo creo que por eso no parece tener un sentido muy claro a veces la política de Alfonsín. Creo que lo que se tejió en algún momento respecto al tercer movimiento histórico (el primero era el yrigoyenismo y el segundo el peronismo) no fue nunca una idea de Alfonsín, al contrario, prefería la convergencia de fuerzas. A él también se le atribuye la teoría de los dos demonios (la que sostenía que los actos de violencia y terrorismo perpetrados por las Fuerzas Armadas durante la guerra sucia eran comparables a los cometidos por las organizaciones guerrilleras). No fueron posiciones que él haya adoptado. Al contrario, muchas veces las rechazó.

-¿Por qué empiezan a decaer Alfonsín y el alfonsinismo?

-Abraham
: Cuando en la crisis de Semana Santa, él va al cuartel para ver a Aldo Rico... se terminó. Fue una muestra de debilidad. Esas jornadas fueron bastante más complejas que las que se recuerda porque no había tanto apoyo. La clase media independiente estaba en la Plaza, pero la CGT, no; la Iglesia menos; el Ejército estaba con los fusiles en alto; a la clase empresarial le importaba poco y nada de eso. Pero aun así ese fue un gesto muy malo. Allí habría que haber extremado un poco el enfrentamiento. Y cuando pasa algo así, las variables económicas empiezan a temblar, al país no le sobraba nada. Sourrouille no iba a poder, el Plan Austral tampoco. Fue el comienzo de la caída.

-Palermo
: Efectivamente la situación fue muy mala para Alfonsín, tener que ir fue quizás el mal menor, pero el problema es que efectivamente no tenía absolutamente ningún poder de fuego, era una situación en la cual ningún miembro de las fuerzas armadas iba a tirar un tiro para imponer la voluntad presidencial. En esa situación creo que fue un mal menor y tal vez no felizmente comunicada a la gente, la idea. Alfonsín estaba en una situación complicada, en el sentido de que había dos requerimientos: uno, refundar un régimen político. ¿Y quién era el refundador? El. Y otro, gobernar. ¿Y quién era el que tenía que gobernar? El. Y gobernar es una cosa y refundar un régimen político es otra.

-¿Alfonsín termina completamente solo?

-De Ipola
: Completamente solo, no. Pero no termina acompañado por alguien importante. Y eso se ve en cómo va reestructurando su gabinete hasta que cae. En cierto modo hay gente que sigue apoyándolo pero él queda muy aislado. Después, es un animal político, vuelve a meterse, a hacer otras cosas, pero en aquel momento queda solo.

-¿Tendría que haber dialogado más con la oposición, con la derecha para salir de la crisis?

-Abraham
: A mí la alfonsinología no me interesa para nada. ¿Qué quiere decir? ¿Adónde llega? A Alfonsín le fue muy mal. Fracasó. El país terminó incendiado, con Seineldín casi en el poder, hiperinflación, una pobreza extrema, las fábricas cerraban, la gente se iba, no podían gobernar, no podían hacer nada. Un desastre. ¿Quién puede decir "no me dejaron hacer"? Nunca lo van a dejar hacer. El resultado en política es muy importante. No es una cuestión de si fue un buen tipo, un mal tipo o si tuvo unas grandes ideas o grandes discursos. Le fue como el culo. Por eso el radicalismo espanta. Ahora vamos a ver qué pasa. Pero en medio, todo raro. Pero digo, eso fue muy malo. Y después... ¡Ganó Menem! Diez años estuvo Menem. Entonces, durante la década del 90 yo no vi a un radical pensar lo que pasó: "No lo dejaron", decían; o "La sociedad argentina está a la derecha de Alfonsín". Y se hubiera ido a gobernar otro país, entonces, que estuviera más a la izquierda, porque es muy posible que en nuestro país no quepa un Alfonsín, como no quepa un Binner, como no quepa una Graciela Fernández Meijide... No hay que decir: tuvo que haber dialogado con la derecha. ¿Qué derecha? Además ¿para qué?

-De Ipola:
Nadie se pone a hablar de cómo gobernó. Nadie lo elogia por el discurso a la Sociedad Rural, que para mí fue extraordinario. Nadie elogia que haya contestado al vicario castrense en el púlpito; al contrario, yo creo que Menem lo criticó por eso. Es más bien un representante instituyente de la democracia, y de una democracia honesta e íntegra, que permanece en el pensamiento de todos como alguien valioso. Después la política se puede discutir. La hiperinflación y otros males, que por un juego de circunstancias se le atribuye siempre la responsabilidad al presidente de la república, generalmente no se contextualizan cuando se juzgan los hechos políticos.

-Abraham
: A ver... en Semana Santa hubo un quiebre político; él estaba con Antonio Cafiero, José Luis Manzano, estaban todos y ahí tendrían que haber resistido y provocar a lo mejor un golpe de Estado porque la sociedad no iba a estar con los militares. Porque pensó en quizás en no preocupar. ¿Y? Por una pizca Seineldín no agarró el poder. ¿Y quién lo derrotó a Seineldín? ¿Alfonsín? No, Menem. Y desde ese momento no hay posibilidad de golpe de Estado en la Argentina. Por Menem. Y por eso puede Kirchner puede descolgar el cuadro de Videla en el Colegio Militar porque el Ejército ya no reacciona más. Eso no lo hizo Alfonsín.

-Palermo
: Discrepo con vos. A mí me parece que esa enumeración que hacés es parte de una alfonsinología crítica. La Argentina tuvo a partir de entonces las bases de la continuidad del régimen político democrático. Si vamos a hacer la historia de cómo se redefine el papel de las Fuerzas Armadas en la Argentina, no podemos decir blanco y negro, blanco Alfonsín y negro Menem. Menem actuó en el marco que le construye Alfonsín, y lo resuelve con talento y con competencia, sin duda, pero en el marco que Alfonsín le construye. Después va a venir Kirchner y decir "baje ese cuadro", como si ese fuese realmente el estadista valiente. Entonces, me parece que hay una cantidad de cuestiones en las cuales no se puede ver a Alfonsín como un político fracasado. Y otras que sí; realmente es dolorosamente fracasado en otras, sin dudas. La gravedad de la crisis que la dictadura militar deja sobre las espaldas de la democracia es enorme, y en ese sentido el Plan Austral era como querer matar un elefante con una gomera.

-De Ipola:
En el momento en que Menem disminuye el poder de las Fuerzas Armadas obedece a otra situación histórica. Yo no estoy de acuerdo con la idea de una alfonsinología. Podría decir que sí que hubo un fracaso en el proyecto de Alfonsín, en esa idea de convergencia, de construir un país más tolerante. En eso sí fracasó. Pero es una lástima que haya fracasado. Siempre se dice que el radicalismo tuvo en la economía un punto débil, pero que Alfonsín de todas maneras trató hasta cierto punto también de contrarrestar. Hay que reconocer que hubo cosas que no salieron bien; y entonces, desde ese punto de vista estoy de acuerdo con que hubo cosas que fracasaron. Pero también mucha gente está de acuerdo con que es una lástima que haya fracasado. Se fue quedando solo. Pero en el 87 todavía no estaba tan solo.

-¿Cómo evalúan el papel de los intelectuales en el gobierno de Alfonsín? ¿Creen que sirvió de algo haber estado tan cerca como el Grupo Esmeralda, ese conjunto de pensadores que lo asesoraba y que escribía sus discursos?

-De Ipola:
Bueno, como yo estuve en eso yo les puedo decir algo. Puede ser que haya servido allí donde el papel de los intelectuales no se volvía excesivamente intelectual, digamos, y lo que hacía simplemente era poner en claro o dar fundamento a ciertas intuiciones vamos a decir, o a ciertos razonamientos de Alfonsín. El también se sentía hasta cierto punto intelectual. Leía todo el tiempo. En un momento dado yo creo que pudo haber tenido una influencia diría negativa, pero un aspecto de eso; una influencia negativa. Yo le oía decir que "este gobierno sigue las directivas de Huntington, de Leo Strauss...". El tenía esa intuición propia, del político: acriollaba todo lo que nosotros le decíamos en términos intelectuales, y creo que hacía bien; aunque deformara totalmente el sentido. Hacía bien, porque así se entendía.

-Abraham:
Por un lado yo trabajaba en la UBA, entré a trabajar en la universidad y fue una época extraordinaria. Y eso fue un festival educativo. El otro aspecto era la irresponsabilidad. Alfonsín lee un librito de Terragno, sobre el mundo futuro; se lo presentan, va a París y le ofrece venir a la Argentina. Terragno viene y es ministro de ¡Obras Públicas! Todos los servicios públicos estaban en el Estado. Pre- privatización. ¿Con qué antecedentes? Ninguno. ¿Con qué equipo? Ninguno. ¿Con qué experiencia? Ninguna. Eso también es un amor a lo intelectual un poco irresponsable.

-Palermo:
En esa época yo estaba rompiendo con el peronismo, acompañando la renovación peronista y trabajando en la revista "Unidos". El hecho de que un grupo importante de intelectuales estuviera participando de alguna forma en el gobierno y al mismo tiempo con raíces o vínculos en el Club de Cultura Socialista para nosotros fue sumamente estimulante, de mucho debate de los temas de la época como la propia cuestión democrática, y con una apertura a los debates internacionales.

-¿Cuándo comienza a decaer esta especie de primavera de ideas?

-Abraham:
Ese clima acompañó a un país que se estaba despertando; no era la universidad, era todo. Pero yo veo que hacia el 87 empieza a caerse todo. Decepción, ilusión, decepción. La ilusión duró un par de años y después empieza la decepción. Cuando él decía en unos pocos años vamos a ser como Italia y España y vamos a crear una socialdemocracia acá, y vamos a ser tolerantes y plurales y vamos a hacer cultura, el lazo con Europa todavía estaba en el horizonte de la esperanza. Hoy día ya no existe más eso, hace mucho que no existe más. La etapa europeísta que todavía es la ilustración, los valores, todo eso, se cae con Alfonsín. Entonces, lo de la universidad, la ilusión esa de un progresismo concreto, posible y demás, bueno, se fue desinflando. La universidad se burocratizó.

-En el 99 Alfonsín resurge para motorizar la Alianza... ¿Qué papel jugó entonces?

-Palermo:
Es una opción que hace Alfonsín como ex presidente, que no me parece la más feliz. Es decir, él como ex presidente muy rápidamente muestra que no quiere largar las riendas de la UCR. No era la mejor opción, para nadie. Ahora, al participar él en la construcción de la Alianza en sí creo que podría haber evitado que el radicalismo escogiera un candidato simplemente por su nivel de aprobación electoral fuera del radicalismo; o sea, un candidato que no era un candidato del partido sino de las encuestas.

-De Ipola:
Sobre ese punto diría que efectivamente creo que no fue muy feliz en absoluto este apoyo de la Alianza con la presidencia de De la Rúa. Porque además permitió una suerte de concubinato, vamos a decir, más bien negativo con elementos de izquierda o centroizquierda. Y uno de los defectos que tiene incluso la izquierda democrática argentina es una suerte de prisa, digamos, una ansiedad por encontrar atajos para llegar. Yo creo que también por eso fue negativo. Porque claro, Alfonsín pensaba en la centroizquierda, en Chacho Alvarez que no tenía ningún poder y él mismo se ve obligado a renunciar de una manera poco estética.

-Abraham:
A mí me parecía que la Alianza era una cosa extraordinaria. El problema era que no me gustaba De la Rúa. Es un pusilánime, siempre lo fue. Yo tenía una gran adhesión a Graciela Fernández Meijide, por su trayectoria. Me parecía una excelente idea, porque se podía quizás hacer algo con una visión progresista, pero para eso había que pensar en lo que había pasado con Alfonsín. Es decir, la pregunta es ¿de qué sirve la experiencia en la vida o en la política? ¿De qué sirve la experiencia? ¿Qué hace uno con ella? ¿La toma en cuenta, lo modificó a uno, lo marcó, lo hizo pensar algo? ¿No sirve para nada haber experimentado eso? Porque si no se pensaba esa experiencia, no sé si se la va a repetir o no se la va a repetir, pero indudablemente para gobernar había que pensar esa experiencia, el progresismo la tenía que pensar. Y había habido 10 años de Menem, a Menem le había ido muy bien, la gente lo votó por un 60% la segunda vez. Y ganó la tercera, además. ¿La Alianza pensó una experiencia? No pensó un carajo. El gabinete que formó a mí me parecía buenísimo. Y fue un desastre. Bueno, hoy la experiencia se ha enriquecido mucho para el futuro. Ahora, si en el futuro se abre la política en la Argentina y la dinastía K puede llegar a no ganar en el 2011, no se sabe, y viene otra, vamos a tener que pensar un poco en la experiencia. Es decir, está bien, en la experiencia no está escrito lo que hay que hacer hoy, pero algo habrá que pensar.

Testimonio

Ni panegírico ni golpe a traición
No siempre ocurre que un emprendimiento colectivo fluye tan naturalmente, para traducirse enseguida en una obra que podemos mirar satisfechos, como expresión de un genuino esfuerzo cooperativo. Fue, sin embargo, lo que nos ocurrió con el libro Discutir Alfonsín. Quienes dimos origen a este libro nos sentimos igualmente conmovidos y apenados frente a la noticia del fallecimiento del ex Presidente. Pena por la muerte de una persona, pero muy particularmente pena por lo que esta persona significaba en nuestras biografías: con Alfonsín habíamos iniciado nuestra vida en la universidad pública, nuestra etapa formativa tanto intelectual como política. Con él (y muchas veces insatisfechos con él), habíamos dado comienzo a nuestra vida política, y conocido el entusiasmo por las causas de la democracia y los derechos humanos. Frente a la muerte del líder radical surgió entonces, inmediatamente, la idea de hacer algo, colectiva, generacionalmente. Algo que diera cuenta de esta pregunta, de esta sensación, sobre qué significaba Alfonsín -y su muerte- para nuestro presente como investigadores/as en ciencia política, en ciencias sociales, como ciudadanos/as, como personas. Y de lo que significaron aquellos años, retrospectivamente, a partir de una mirada presente, que puede combinar bien la cercanía tanto como la distancia.

Nuestro propósito no era el de "celebrar" a Alfonsín, sino discutirlo, cuestionarlo, obligarnos a reflexionar sobre lo que había significado su gobierno para todos nosotros. La respuesta que obtuvimos de nuestros colegas fue inmediatamente positiva, por lo que decidimos organizar unas jornadas, que se realizaron en la Torcuato Di Tella. Las jornadas se constituyeron en un momento interesante de reflexión colectiva, a partir de una experiencia generacional de quienes tenemos hoy poco (muy poco) más de cuarenta años, y en diálogo con intelectuales de generaciones anteriores, algunos de los cuales fueron participantes más o menos directos del gobierno de Alfonsín (como en los casos de Juan Carlos Torre, Emilio de Ipola o Pablo Gerchunof). La deliberación colectiva no implicó, en ningún caso, ni el panegírico ni el golpe a traición. Más bien, se trató de una empresa cooperativa destinada a revisar el legado político del gobierno de Alfonsín, y con él, el de esos años fundantes de la nueva democracia argentina. Nos interesó, especialmente, de-batir acerca de cómo interpretar lo ocurrido en algunas áreas clave de esa gestión y ese período, incluyendo las relacionadas con los derechos humanos, la política militar, la relación con los sindicatos y la oposición.

De las jornadas a la publicación hubo sólo un paso. Las presentaciones orales se transforma-ron en buenos trabajos escritos, que pudimos discutir con cada autor. Finalmente, el conjunto del libro muestra una unidad que es difícil o imposible de lograr ex post, de no haber desde un comienzo, una amplia base de acuerdos compartidos, que trascendía el hecho de que venimos de disciplinas y preferencias políticas diferentes. Quien lea el libro podrá advertir por sí mismo que lo compartido es un compromiso común, no un juicio sobre Alfonsín o un modo (una "metodología") de aborda-je. La tarea que queda por delante es todavía enorme, dada la cantidad de temas no trabajados, las voces no escuchadas y las interpretaciones no discutidas. Pero este primer aporte, en tiempos de primer aniversario, ya está hecho, y estamos complacidos de que haya que-dado plasmado de este modo.

Roberto Gargarella

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