Di Tella en los medios
La Nación
19/10/9

La calidad institucional y el ingreso, en la mira

Por Eduardo Levy Yeyati

La crisis ha sido el test definitivo de ese grupo variopinto de países que desde mediados de los noventa se conoce como emergentes. Los resultados están a la vista. La sincronicidad de la contracción mundial post-Lehman cuestionó la ilusión del desacople, pero mostró cómo América latina y Asia entraban después y salían antes y más intensamente de la recesión.

Detrás de esta respuesta virtuosa está el aprendizaje de los errores del pasado. Vacunados por las crisis noventistas, los emergentes redujeron su dependencia de los capitales extranjeros domesticando y desdolarizando su deuda, y acumulando reservas líquidas. Y optaron por bancos menos innovadores, pero más seguros (la excepción es Europa del Este, que, seducida por la adopción del euro, se endeudó en moneda extranjera y colapsó con el ajuste cambiario de un modo que recuerda a la Argentina de fin de siglo).

A esto se suma, en América latina, la paciente construcción de credibilidad fiscal y monetaria, fruto de las amargas lecciones inflacionarias de los ochenta, y un Estado activo como regulador y facilitador de las actividades privadas.

Por eso, en medio de la mayor crisis mundial de la posguerra, los emergentes pudieron bajar tasas, elevar déficit y ajustar el tipo de cambio, todas políticas contracíclicas en las antípodas de las respuestas defensivas de los noventa. Por eso, también, la "moda emergente", alimentada por un crecimiento potencial mayor al de los alicaídos países del G-7 (el mismo que en el pasado se veía frustrado por crisis recurrentes de factura propia).

¿Emergieron, entonces, los emergentes? Probablemente, no. Si bien financieramente Brasil o México son cada vez más indistinguibles de Australia o Canadá, aún les van en zaga en dos aspectos esenciales para la estabilidad del crecimiento de largo plazo: distribución del ingreso y calidad institucional.

Con la urgencia financiera resuelta, la agenda emergente debería concentrarse en estos frentes de más largo aliento, a mi juicio, las próximas fronteras de estos "emergentes avanzados" camino a la graduación.

En todos los frentes enunciados, la Argentina está a medio camino. Por un lado, el país redujo su dependencia financiera: el cociente de deuda neta sobre producto es bajo, y la composición de moneda y plazos es buena.

Política errática

Asimismo, el hecho de ser productor de commodities (como Brasil o Australia) es, en un contexto de recuperación liderada por China, una ventaja. Por otro lado, la política fiscal es conservadora pero errática; el Banco Central no ha logrado consolidarse como autoridad monetaria (después de diez años de ausencia y seis de políticas monetarias acomodaticias o intervenidas), y el Estado rentista inhibe lo que hace tres años prometía ser un muy necesario boom de inversión privada. Posiblemente, fruto de estos déficits, el nivel y la equidad de los ingresos se deteriora y la calidad institucional queda relegada a un segundo plano.

A mitad de camino también está en su relación con la crisis. La Argentina, que desaceleraba ya en la primera mitad de 2008 a contrapelo de una región que crecía, sufrió la crisis menos que el resto. Este desacople involuntario, que nos hizo ver bien en relación con un mundo emergente que clavaba los frenos a fin de año, no nos favorece ahora que la moda emergente repatría capitales y revive los animal spirits : la Argentina crecerá a una tasa más modesta que sus vecinos.

El país ha perdido terreno en relación con sus pares regionales, y hoy no integraría el grupo de "emergentes avanzados". Pero no hay que perder de vista que las posibilidades siguen allí, a la espera de que un gobierno con visión estratégica las aproveche.

El autor es economista de la UTDT .

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