Di Tella en los medios
La Nación
5/10/8

El futuro de la Política

Tienen entre 20 y 22 años. Son estudiantes universitarios y quieren mejorar el país. Cómo piensan y qué proponen los jóvenes que construirán la Argentina que viene.

En abril de 2008, el escritor y político Mario Vargas Llosa escribió: "La involución del país más próspero y mejor educado de América latina -una de las primeras sociedades en el mundo que, gracias a un admirable sistema educativo, derrotó el analfabetismo- a su condición actual es una historia que está por escribirse. Cuando alguien la escriba, lo que saldrá a la luz tendrá la apariencia de una ficción borgiana: una nación entera que, poco a poco, renuncia a todo lo que hizo de ella un país del Primer Mundo -la democracia, la economía de mercado, su integración al resto del globo, las instituciones civiles, la cultura de brazos abiertos- para, obnubilada por el populismo, la demagogia, el autoritarismo, la dictadura y el delirio mesiánico, empobrecerse, dividirse, ensangrentarse, provincianizarse, y, en resumidas cuentas, pasar de Jorge Luis Borges a los piqueteros".

En tiempos en los que la esperanza escasea, los jovenes son las voces del futuro. Los que piensan en algo mejor. María Migliore y Juan Ignacio Maquieyra, de la Universidad Católica Argentina (UCA); Paula Forteza y Gabriel Gertner, de la Universidad Torcuato Di Tella ( UTDT ); Ana Marasas y Agustín Menéndez, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y Gisele Bilañski y Fernando Siri, de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), están dispuestos a hablar de todo. Son estudiantes de Ciencia Política, y les interesa el país.

"Es verdad, la dirigencia de hoy es mediocre. Pero ante eso, nosotros, ¿qué hacemos? ¿Decimos eso y nos quedamos tranquilos en nuestra casa?", dispara María. Y todos se disponen a contar cómo ven la Argentina.

Fernando Siri (UNLaM): -Lo más importante que observo es la falta de credibilidad que tienen las instituciones, que hace que los políticos, y la sociedad en general, actúen de la forma en que lo hacen. Según yo veo las cosas, al terminar la dictadura de los 70 la gente ansiaba una democracia casi perfecta, y la democracia que nos tocó, o que construimos entre todos, no es eso, sino que se trata de un sistema muy imperfecto. En este sentido, en la falta de credibilidad, mucho tiene que ver el Estado como organizador de la sociedad que se venía dando antes del golpe militar. Todo eso fue destruido. Ni los sistemas, ni los partidos ni el Estado tienen un rol de formador, ni la sociedad se ve reflejada en ellos. La política se está reduciendo cada vez más a una esfera muy pequeña.

Juan Ignacio Maquieyra (UCA): -Hoy, las decisiones fuertes en política tienen menos que ver con los procesos institucionales y más con prácticas que, como mínimo, se podrían calificar como turbias. Como ejemplos, tenemos clientelismo político, asignación de obras públicas sin reglas claras, y los recursos para las provincias moviéndose según la conveniencia política. Lo que propugnamos desde la Constitución, como el federalismo, no logramos llevarlo a cabo porque tampoco funciona la ley de coparticipación federal. Ese rasgo me parece importante porque tiene que ver también con el desencanto del que hablamos, ya que aún no logramos que las decisiones políticas pasen por las instituciones de la democracia.

-Todos tenemos una cuota parte de responsabilidad, porque somos los que elegimos a nuestros dirigentes.

-Los otros días se decía que la crisis del campo había despertado al pueblo y que el pueblo caminaba hacia la libertad. El problema no es tanto despertarse como sociedad ante una crisis, sino mantenerse despiertos después de la misma. Tiene más que ver con estar atentos, como sociedad y como gobierno, para poder lograr lo que no hemos logrado en la última mitad de siglo: una estabilidad política, social y económica que nos permita caminar con firmeza hacia un futuro mejor.

María Migliore (UCA): -Es cierto que las instituciones se encuentran muy debilitadas, pero durante el conflicto del campo nadie salió a decir, salvo alguna que otra persona, que se vaya la Presidenta. Hace treinta años, por conflictos mucho menores se sucedían golpes militares. En 2001 era "que se vayan todos", pero aun así fue a través de las instituciones que se resolvió la crisis. Esto muestra una maduración como sociedad. Y no es un dato menor.

Fernando Siri (UNLaM): -Eso tuvo que ver también con el temor de la gente de que se repitieran los episodios de 2001 y 2002. Y, de paso, hubo muchos que jugaron con ese temor de la gente.

Agustín Menéndez (UBA): -En el caso de Néstor Kirchner, hubo una gran irresponsabilidad en cuanto al mensaje que dio en la plaza del Congreso rememorando el golpe militar de 1976. Cuando habló de los grupos comando, yo pensé que este hombre estaba viviendo en otra época. Creo que no tiene conciencia de lo que dice y que el suyo es un manejo discursivo nefasto. A mí lo que más me enoja es la negligencia y la ausencia del Estado en cuanto a intentar escuchar lo que la población en general desea, que no es otra cosa que vivir y trabajar honestamente y poder tener participación y acceso a las decisiones.

Gisele Bilañski (UNLaM): -El golpe de Estado de 1976 nos imprimió dos grandes marcas. Por un lado, dejó en claro que la democracia era el sistema que los argentinos querían de ahí en adelante, y por otro, nos legó ese descreimiento en la política que salta a la vista de todos y que obedece a que con la vuelta de la democracia la gente canalizó en el Estado muchas demandas, muy idealistas, que no pudieron ser concretadas. Ante ese fracaso por parte del Estado para materializar las respuestas, la sociedad comenzó a actuar de una forma más egoísta, y lo más grave es que dejó de participar. Me parece que no logramos desarrollar una identidad común que nos permita vernos como un todo y por lo tanto generar políticas de consenso. En esas circunstancias, no puede haber nunca una institución que funcione como debería porque no existe una modalidad de control ciudadana ni participación política por parte de ésta. Entonces, el problema radica tanto en el Estado, que no se esfuerza por generar consenso, como en la ciudadanía, que se lava las manos y no controla, salvo raras oportunidades. Y con los partidos pasa lo mismo. Al no haber un mínimo de consenso entre los diferentes sectores, no puede haber políticas a largo plazo, porque el gobierno que está hoy hará lo suyo y el que le siga cambiará todo. En la Argentina subsiste esa idea de que "lo anterior fue malo pero nosotros somos lo contrario y por eso ahora vamos a ir para adelante".

Paula Forteza ( UTDT ): -Una postura muy fácil que siempre ha tomado la clase media es la de demonizar la política y quedarse tranquila en su casa. Es esencial dejar eso y ponerse a trabajar desde la sociedad. Y, sobre todo, conservar el optimismo. En ese sentido, pienso que hay nuevas alternativas, como el socialismo en Santa Fe, el ARI, también el PRO? Hay una dirigencia política joven, intendentes que están trabajando bien, y lo mismo dentro del peronismo, donde se ven nuevas corrientes. También se está empezando a ver más actividad desde algunas ONG, o think tanks, como RAP, por ejemplo, que es una asociación que se ocupa de formar a políticos jóvenes, o Cippec, integrada por académicos, que se plantean formular políticas públicas necesarias y viables. Ya sea desde lo partidario como desde lo asociativo, no faltan oportunidades para involucrarse. Pero es indispensable recuperar el optimismo.

Ana Marasas (UBA): -Si bien la falta de continuidad de políticas de largo plazo es una característica de todos los gobiernos, también tiene mucho que ver con la sociedad argentina, reflejada, por ejemplo, en las universidades. Yo creo que se destruye al que piensa diferente. No se le puede aceptar algún punto que pueda tener conexión y de esa manera desarrollar un debate o armar una discusión, y eso se observa también en las instituciones, que paradójicamente están para eso, para debatir y tratar de lograr consenso.

Gabriel Gertner ( UTDT ): -Yo no creo que sea así, o por lo menos nunca me tocó vivirlo. En el ambiente universitario siempre hay lugar para el consenso, la discusión y el debate sin demonizar a aquel que piense distinto. Pelearse con alguien por el lugar que ocupa en el espectro ideológico es absurdo, y son justamente ese tipo de actitudes las que nos impiden construir.

Agustín Menéndez (UBA): -No es que el gobierno que asume destruye al anterior en cuanto a lo que aquél creó, sino que lo destruye discursivamente. Por el contrario, ahora hay líneas de continuaciones respecto de lo que fue el menemismo, y también, y peor, respecto de lo que fue el golpe de Estado de 1976 en política económica y social, que son idénticas. El gobierno kirchnerista, por ejemplo, extendió la explotación del subsuelo argentino hasta el año 2032, que no es otra cosa que la misma concesión que había otorgado Menem. Otro ejemplo es el código aduanero, creado por Videla y Martínez de Hoz, que era de un 5% y este gobierno lo extendió hasta el 41%. No es más que una práctica gatopardista de borrar y maquillar lo que había dicho Néstor Kirchner en los 90, en el sentido de que el de Menem había sido el mejor gobierno que recuerde la historia argentina, para volver a generar una convicción de credibilidad como personaje dentro del peronismo.

Ana Marasas (UBA): -Puede ser que sea discursivo, es verdad, pero en un punto hoy hay muchos medios de comunicación que están destruyendo al kirchnerismo, y yo creo que hay ciertas cosas del actual gobierno y del anterior que son respetables. De todos modos, comparto que es tan negativo destruir discursivamente como mediante acciones las políticas de gobiernos anteriores.

María Migliore (UCA): -La crisis institucional en nuestro país no es meramente política, sino que se expresa también en los niveles empresarial y sindical. La política debe funcionar como ordenador de todas las instituciones de la sociedad en sus diferentes ámbitos. Necesitamos una generación de dirigentes que integre el pasado y se lance al futuro. Ningún partido planifica políticas de largo plazo. Y al no haber políticas de Estado, surgen las crisis. Siempre existirán los conflictos, pero desde el gobierno se deben ordenar las prioridades según lo que se considere mejor para el país.

-¿Cuánto daño le hace el personalismo a la política?

Juan Ignacio Maquieyra (UCA): -Si hay una cosa que no permite el personalismo es, justamente, implementar políticas de Estado a largo plazo. Cuando toda una estructura depende del carácter o del carisma de una persona, cuando esta persona no está, cambia el proyecto. Ese es el gran drama que tenemos hoy en la Argentina. Te diría que no tanto o no sólo por el personalismo de Néstor Kirchner, sino en la misma oposición. Por ejemplo: ¿qué es hoy el PRO sino la cara de Mauricio Macri? ¿Qué es la Coalición Cívica sino lo que armó Lilita Carrió? No digo que no puedan ser una opción de gobierno, pero sí sostengo que para serlo deben lograr estructuras sólidas que permitan vencer el personalismo sin dejar de ser espacios atractivos para el electorado.

Gabriel Gertner ( UTDT ): - El problema institucional es clave, y eso no se le escapa a nadie. Esto es evidente al advertir que la reforma estaba presente en la plataforma de los Kirchner, y en cinco años de gobierno todavía no fue abordado. Hoy cuentan con mucho poder, y fortalecer las instituciones implicaría ceder parte de ese poder; no creo que esto esté en su agenda. Vivimos en un hiperpresidencialismo que es en parte el resultado de la reforma constitucional de 1994, en la que paradójicamente se planteaba atenuar el sistema de gobierno presidencialista virando hacia un semipresidencialismo o un sistema más parlamentarizado. Para ello se creó la Jefatura de Gabinete, que debería haber instaurado una suerte de premier a la europea. Sin embargo, el jefe de Gabinete resultó ser un ministro más que responde al presidente, que es elegido por el presidente y que puede ser removido por el presidente a gusto y placer. Incluso se retrocedió más en el proyecto de atenuación al otorgarle facultades legislativas al Ejecutivo en detrimento del Congreso, un Congreso débil, pero que sin embargo funciona y hace lo que puede con las herramientas que tiene.

-¿Los sorprende que después de 25 años de democracia aún se siga hablando de consolidar las instituciones?

Gisele Bilañski (UNLaM): -A mí no me sorprende. Creo que la nuestra todavía es una democracia joven y los problemas institucionales tienen más que ver con el hecho de que todavía somos un país joven. Muchos de los problemas de la Argentina, y en general de toda América latina, tienen que ver con una ausencia de identidad colectiva, además de que no padecimos guerras crueles ni un montón de procesos como los que sí tuvo Europa, por ejemplo. Quiero decir que por ahí nuestros problemas tienen que ver en parte con un proceso de madurez que todavía no terminamos de realizar. Estamos transitando un proceso de aprendizaje que, indudablemente, lleva tiempo.

Paula Forteza ( UTDT ): -Veinticinco años no es mucho tiempo si lo ubicamos en una perspectiva histórica. En eso, hay puntos positivos que podemos rescatar, como que nos hemos alejado de dos grandes problemas de la sociedad argentina que fueron los golpes militares y la hiperinflación. En lo negativo, es evidente que no hay división de poderes, sobre todo en lo que concierne a la relación entre Ejecutivo y Legislativo. Y tampoco hay federalismo. En el futuro habría que concentrarse en fortalecer las instituciones, la división de poderes y el federalismo. La frase "fortalecer las instituciones" ya se ha vuelto un lugar común, pero hay que recordar que las instituciones democráticas son la expresión política de la aceptación de la diferencia. Con respecto a las acotaciones que se hicieron del discurso político durante el conflicto del campo, agrego que el dividir a la gente entre la postura del Gobierno y la del campo, y encasillar las distintas voces políticas, es una manera de quitarle complejidad a la realidad y de impedir ver otras alternativas que puedan existir. En este sentido, se empobrece enormemente el debate político. En esto me sorprendió mucho que intelectuales muy respetables hayan promovido esta visión del conflicto.

Gabriel Gertner ( UTDT ): -En la medida en que las demandas de la sociedad no se canalicen a través de las instituciones, vamos a tener instituciones débiles o inexistentes, que no son representativas de lo que piensa y necesita la sociedad. Sin esta herramienta vital para el desempeño democrático, el presidente gobierna a discreción. Y esto ya no es solamente culpa de la clase dirigente; creo que nosotros como sociedad debemos hacer un mea culpa. Una gran parte de la población no se interesa en participar. Simplemente emite votos cada dos años, en base a un aluvión de información de los medios, para luego volver a su casa hasta las próximas elecciones. Es evidente que con esto no alcanza. Yo creo que todos estamos aprendiendo a vivir en democracia, a participar y a ser políticamente activos, más allá de que en los 60 y en los 70 la gente se involucraba más ideológicamente. Lo que ocurre es que en aquellas épocas había más ebullición mundial, no sólo aquí en nuestro país. Somos todos como observadores de la realidad; no hay una ciudadanía activa.

Agustín Menéndez (UBA): -Yo no creo en esa excusa de que somos una democracia joven. Eso ya no va más, porque si nos ponemos del lado de Chile, ellos tienen una cultura democrática de más de cien años que sólo fue violentada por el golpe de Pinochet.

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