Di Tella en los medios
La Nación
30/04/8

Rápido desgaste de la autoridad presidencial

Por <STRONG>Ana María Mustapic</STRONG>, directora interina del Departamento de Ciencia Política de la <STRONG><FONT color=#ff0000>Universidad Torcuato Di Tella</FONT></STRONG>.

La autoridad presidencial descansa sobre dos atributos básicos: el control de la agenda y la capacidad de dar respuestas a los problemas de la sociedad. El primero permite definir un rumbo y el segundo es necesario para gestionar los conflictos propios de las sociedades heterogéneas y pluralistas. El problema del campo, pero no sólo éste, impactó sobre ambos, erosionando la autoridad de la Presidenta.

¿Cuáles son los signos del rápido desgaste que ha sufrido la figura presidencial y qué expectativas de recomposición se vislumbran?

Un primer aspecto que puso al descubierto el conflicto agrario fue la falta de anticipación del Gobierno. En efecto, sus responsables no previeron las reacciones que podía desencadenar la decisión de aumentar las retenciones. Fueron sorprendidos, al igual que la mayoría de los argentinos, por la gran capacidad de movilización exhibida por el campo. Hubo, pues, una falta de sintonía frente al impacto socioeconómico de los cambios operados en el ámbito rural.

En segundo lugar, se encuentra la debilidad del Gobierno para recurrir al uso legítimo de la coerción. Cabe señalar que éste no es un problema nuevo, ni de esta gestión, y no es sencillo de resolver. Sea como fuere, en los intersticios de esa debilidad del Estado se filtran las conductas que se apartan de la ley.

En este marco, el Gobierno soslaya sus limitaciones para gestionar el conflicto y, en el mejor de los casos, abre las puertas a la judicialización o, en el peor, tolera a los grupos de choque.

En tercer lugar, está la pérdida de credibilidad. Esto es particularmente notorio a propósito de otro tema igualmente sensible, la inflación. El Gobierno decidió ignorar el problema, esto es, no lo incluyó en su agenda, a la vez que continúa tergiversando una información que es fácilmente desmentida por la experiencia cotidiana o por los índices elaborados por algunos gobiernos provinciales.

Ninguno de los factores mencionados es producto de restricciones externas o de la falta de alternativas. En verdad, son el resultado de la libertad de elección de la Presidenta, que hoy puede moverse con un margen de acción mucho más amplio del que gozaron otros gobiernos en el pasado, asediados, como estaban, por economías muy deterioradas.

El corolario de este razonamiento es que la recomposición de la autoridad presidencial descansa, en última instancia, en la disposición individual de imprimirle un rumbo distinto. Esta necesidad es confesada desde las propias esferas oficiales que planean un próximo relanzamiento para un gobierno que sólo tiene cuatro meses. Pero para encontrar un nuevo rumbo es preciso abandonar posturas rígidas y actuar con pragmatismo.

Los Kirchner lo hicieron con el PJ porque luego de ignorarlo optaron por reconstruirlo. ¿Tendrán la misma disposición de espíritu ante los cambiantes desafíos que plantea la Argentina de hoy y de mañana?

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